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Un hombre solidario en silla de ruedas

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Hace unos días, esperaba el carro en una esquina de la avenida Grau, en Lima, cuando de pronto veo que, por un costado de la pista, un hombre,  a las justas, avanzaba con su silla de ruedas y sudaba copiosamente. Era mediodía y el calor sofocante parecía que estaba por derrotarlo. Le digo si le puedo ayudar e inmediatamente me dice que sí, que ya no tiene fuerzas y se está yendo al Metropolitano que está en La Colmena y me dice “gracias, buen hombre”.

En el camino me cuenta alguna cosas de su vida y que venía desde Vitarte, así con su silla de ruedas y unos guantes de cuero desgastados, cuando de pronto divisa a una mujer con dos niñas y me dice “para, por favor”, y saca de una mochila que tenía entre las piernas, unas galletas y varias cosas para comer y se las entrega a la madre que estaba sentada en el suelo. Y así, en el corto camino que me tocó empujar la silla de ruedas de este buen hombre, me doy cuenta que, para eso, había salido a la calle; y, para eso, hacía un largo recorrido hasta Vitarte y la carretera central. Iba entregando alimentos a los indigentes y a la gente necesitada. Su mochila vacía y un bolso en su respaldar eran la prueba de su gran bondad.

Ahora ya cansado se iba a su casa en Barranco. Cuando llegamos a la esquina de Azángaro con parque Universitario, me dice que le haga un último favor, que lo empuje por la rampa para que pueda tomar el bus. Y cuando lo dejo en el pase, voltea ligeramente, me mira y me dice “gracias, buen hombre y, mira, tienes cabello largo como cuando yo era joven”. Aprovecho para preguntarle cómo se llama y me dice: “Guillermo A.” y yo me quedo pensando en cómo alguien que tiene tan poco y que a las justas puede movilizarse es capaz de extender su mano a otros. Y yo que a veces pienso que ya nada tiene solución, me quedo callado frente a un puesto de periódicos con noticias horrendas para nuestro país y donde de seguro esta pequeña historia nunca aparecerá.

PD: Compartan y si ven a un colorado en silla de ruedas con guantes de cuero, dénle una mano que él lleva una antorcha encendida y no está enseñando a ser humanos. Aprendan políticos.

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