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Un cuy entre alemanes

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Una de las tendencias presentes en la narrativa peruana de los últimos años es la del tema de la expatriación de peruanos, tema que es abordado alrededor de un personaje principal que, además de sus vicisitudes, nos ofrece de una manera u otra su precepción del país que lo acoge.

Es así que han aparecido libros de cuentos y novelas como Ríos de ceniza de Félix Terrones, París personal de Marco García Falcón, Crónicas de la City de Gunter Silva, Paseador de perros de Sergio Galarza, Eva Nibelunga de Miguel Rodriguez, Ella sonaba con el mar de Abraham Prudencio, La noche americana de Hernán Castañeda… cada uno de estos libros con sus particularidades de tema, de lenguaje, de estructura, de estrategia narrativa. Se habla de unos dos millones de peruanos expatriados (incluyo aquí a los estudiantes, que se van del Perú de manera temporal), todo un fenómeno social que la literatura no puede soslayar, lo que no significa que estas obras sean ensayos sobre la inmigración disfrazados de novelas o cuentos. No. Pero en nuestra tradición novelística el referente al que más se acude es el de la realidad social, a partir de la cual se pergeñan historias de amor, complots políticos, revoluciones, infidelidades, descalabros empresariales, crímenes.

Walter Lingán, afincado en Alemania desde hace ya tres décadas, nos entrega Un cuy entre alemanes (Eclipsa, 2015), novela  que se adscribe a la literatura de la expatriación a la que he hecho referencia: hay un personaje con sus vicisitudes y hay una mirada al país que lo acoge, en este caso, el país de residencia del autor. ¿Quién es el personaje principal de Un cuy en Alemania y cuáles son sus vicisitudes?   Pues nada más simple y banal: un estudiante peruano llegado para realizar estudios de medicina; ahora bien, este estudiante sufre una progresiva metamorfosis en cuy, ese entrañable roedor andino que nosotros, los peruanos, queremos tanto al punto que hasta nos lo comemos. Esta mutación de hombre en cuy que lo hace devenir un hombre-cuy (o cuy-hombre, como él mismo se interroga) convierte al personaje principal, que es también el narrador, en un observador fuera de serie que nos cuenta no solo sus vivencias sino también mucho de lo que ocurre en el Perú en cuanto a política: el Perú que va desde comienzos de los años 1980 hasta tiempos recientes.

Ahora, cuando se habla de metamorfosis, de literatura y de Alemania, el nombre que nos viene a mientes es el de Kafka que, aunque checo y  judío, escribía en alemán, lengua con la que escribió La metamorfosis, a la que el narrador hace a menudo referencia. En cuanto a su mirada al país que lo acoge, me permito antes un reparo sobre el título pues debió ser “Un cuy entre alemanas”, en plural femenino, pues este hombre-cuy prácticamente frecuenta solo alemanas.

En general, en los textos literarios sobre personajes expatriados asistimos a una suerte de trayectoria de aprendizaje: el conocimiento de la nueva sociedad en la que el personaje se ha instalado y las vivencias en un nuevo marco de vida. Un cuy en Alemania no escapa a esa regla porque tal vez no puede ser de otro modo.  Sin embargo, esta novela se singulariza por su propuesta, en parentesco con La metamorfosis de Kafka: valerse de una situación improbable para expresar cómo ve el mundo que lo rodea. Pero a diferencia del relato de Kafka, pautado por la desesperanza y la tristeza, el de Walter Lingán es un dechado de ganas de vivir, de exuberancia. El hombre-cuy vive su vida a alta velocidad, del mismo modo en que practica un erotismo insaciable con cuanta alemana se cruza en su camino, y es también un insaciable lector: el hombre-cuy  cita no menos de doscientos títulos de libros, obras que recuerda o que está leyendo en el tiempo de su relato; en su mayoría son obras literarias, principalmente peruanas (al final nos dirá que tiene una biblioteca de 25 mil volúmenes).

A lo largo de su relato, elaborado con un lenguaje fluido y cuidado que denota el oficio literario de Walter Lingán, el hombre-cuy aborda una serie de temas estrechamente vinculados a la historia política peruana de las últimas décadas. Nos enteramos así  que  esta criatura es izquierdista, y conoce personalmente a varios dirigentes del conglomerado socialista Izquierda Unida que, en los años 1980, llegó a ser una opción electoral importante.  El hombre-cuy participa al lector sus convicciones socialistas, su opinión sobre diversos acontecimientos políticos de fines del siglo pasado. Y también nos da cuenta de su insaciable sed sexual que, al satisfacerla, le sirve igualmente como método de aprendizaje del idioma alemán (nos habla de un método que él denomina audio-sexual” p 35).

Una pregunta que suscita la lectura del libro de Walter Lingán es la de por qué optó por esta suerte de parodia con visos real-maravillo, y sobre todo, por que optó por un cuy. ¿Habría sido lo mismo si el autor hubiera colocado a un humano común y corriente como personaje principal y no a uno que es un mutante? En todo caso, la imagen del cuy nos remite necesariamente a una de las imágenes de esa cosa múltiple que los simplistas llaman Perú: la  de raigambre andina. En efecto,  vemos que aquí  el narrador  pone énfasis en mostrar alegremente su condición de cholo, como él mismo se define (pp. 42; 116), lo que identifica con su “cuyicidiad”, con lo peruano: ¿hay acaso una búsqueda identitaria tras una aparente afirmada choledad? Me tinca que sí pues en cada uno de sus encuentros con alemanas las encuentras bellas y blancas, o mejor bellas porque son blancas, lo que afirma con talante burlón.

Novela de la expatriación, novela de aprendizaje, parodia sobre la inmigración, Un cuy en Alemania es una propuesta original pues su autor ha corrido el riesgo de un registro poco usual para formular, bajo forma literaria, un recuento de la realidad política del Perú reciente. A pesar de que por momentos el narrador se muestra un acentuado maniqueo  al hablar de política, a pesar de citar quizás demasiados libros,  Walter Lingán ha construido con esta novela un personaje interesante y divertido que, a pesar de sus múltiples amoríos es fiel a Michaela, a quien dirige, de comienzo a fin, su relato. El hombre-cuy es un personaje original en la narrativa peruana por su carácter de mutante consciente y lúcido; Un cuy en Alemania es un libro valedero por su cuidada escritura.

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