Escribe: Gabriel Rimachi Sialer
La salida de Hugo Coya de la dirección del
Instituto de Radio y Televisión Peruana ha significado para Francesco Petrozzi –el
doceavo ministro desde la creación de ese inútil ministerio hace nueve años– un
duro revés, pero no sólo por lo absurdo de su despido y lo absurdo de su
reemplazo: el también periodista Eduardo Guzmán, si no por el nivel del fuego
cruzado que se ha desatado entre ambos, en un espectáculo lamentable que nada
tiene que envidiarle a cualquier programa de farándula del mediodía.
Coya declaró para el programa “Cuarto
Poder” que fue citado por Petrozzi para recibir la noticia de su despido, y que
este fue resultado de la gestión de “un par de asesoras” que le habrían
envenenado el alma al presidente contra él. Es decir, quien gobierna no es
Vizcarra, si no sus asesores (y las encuestas). Hoy por la mañana el mismo
ministro ha tenido que salir a los medios a decir que la decisión de despedir a
Coya la tomó él, que nadie le dice qué hacer o qué no hacer, y que, finalmente,
él no iba a renunciar al ministerio porque consideraba que no había hecho nada
malo y que lo decía “mirándonos directamente a los ojos”.
Lo que no dijo el ministro y sí dijo Coya,
era que el tenor ejercía una presión desde el poder para controlar las
coberturas de prensa del canal del Estado, exigiendo cuentas sobre a quiénes se
entrevistaba y por cuánto tiempo. “Los anteriores ministros con los que he
trabajado, ninguno me llamó para reclamarme nada o pedirme que algo no saliera
o que no se hiciera determinada pregunta. Todo lo contrario, he trabajado con
la más absoluta libertad […] Desde que asumió el ministro Petrozzi, me
llamaba para reclamar que no debía salir un tema, que por qué entrevistamos a
tal o cual, no solo fujimoristas, sino diferentes personas que podían tener un
punto de vista distinto o crítico con diferentes temas”, manifestó según
informes de Gestión el día de hoy. Dicen los rumores de aquella esquina (como
dice la canción), que todo esto explotó por la amplia cobertura que el canal
del Estado le dio a la salida de Keiko Fujimori del penal de Santa Mónica el
viernes pasado.
Lo cierto es que la imagen de Petrozzi se
ha debilitado en tan solo un fin de semana, al punto de que todo indica que
tendremos un ministro número 13 en muy poco tiempo. Esa cartera, que debería
atender casos realmente preocupantes como la destrucción de Kuélap (un caso
escandaloso de ineptitud profesional, abandono estatal y desinterés de cuanto
ministro se ha sentado en el Ministerio), o el aeropuerto de Chinchero (que sí
va según declaró la ministra de economía en el CADE la semana pasada, a pesar
de todos los estudios técnicos que indican su inviabilidad técnica), ha caído
en un innecesario pozo negro del que le va a costar mucho salir. Si es que
sale. Mientras tanto, los problemas siguen esperando la atención de un ministro
que demora en tomar decisiones y, cuando las toma, no sabe cómo sustentarlas. A
estas alturas el Ejecutivo debería cuestionar si es que realmente el Ministerio
de Cultura cumple su función, o si la figura del INC resultaba más ejecutiva
para los intereses del Perú.