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TURISMOFOBIA EN BARCELONA

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Arran, a la que algunos  definen como las juventudes de la CUP, una de las facciones más radicales del grupo anticapitalista español, una agrupación que congrega hasta 500 miembros ha venido acechando a los turistas con actos vandálicos este último mes, el mes central del verano boreal europeo en que cerca de 80 millones de turistas van a España a vacacionar.

Este grupo radical pasó de hacer simples pintas con connotaciones agresivas contra los turistas, como Tourism kills  city (el turismo mata  a la ciudad) o Fuck tourism (no voy a traducir esto); a agredir directamente un bus repleto de turistas, cuando un grupo de encapuchados de Arran pinchó los neumáticos del vehículo mientras pintaban consignas antituristas en las lunas del mismo, todo esto aterrando a los turistas que poco más  habrán pensado que se trataba  de terroristas del ISIS. Ya desde hace unas semanas los miembros de Arran han venido pinchando los neumáticos de las bicicletas que se prestan en alquiler a los turistas así como haciendo pintas agresivas en hoteles y lugares turísticos, en las que “invitan” a los turistas a irse del país. De momento la cosa no ha pasado a mayores pero resulta paradójico que España que no termina de salirse de la crisis de desempleo tenga un problema semejante en la temporada alta de turismo, en que precisamente más empleos temporales (pero empleos) se crean.  La respuesta sin embargo es muy interesante y hace pensar en nuestro caso como destino turístico.

ARRAN: TURISMOFOBIA  O DEFENSA DE LOS BARRIOS

Lo que este colectivo radical español propone es  la lucha contra  la sobreexplotación  turística, pues como rezan sus pintas: “el turismo mata los barrios”. Para sus detractores esta turismofobia en cambio es  un brote de xenofobia solapado en medio del procés separatista catalán.  Cosa en la que no concuerdan los miembros de la CUP, el partido anticapitalista catalán  que a través de  Twitter expresó  “¡Tolerancia cero al barricidio!” al que acusa de fomentar el monocultivo económico, pues hace depender al país de una industria turística estacional que crea empleos mal pagados de corta duración además de afectar a los barrios, congestionando las vías y elevando el coste de vida para los nativos. Porque según uno de sus miembros, Jordi Canterac en redes calificaba el turismo en su ciudad, Barcelona, de “invasión depredadora que encarece los precios y merma la calidad de vida”. Ante las acusaciones de las autoridades de ser un grupo  que fomenta la violencia, Arran  se pronunció defendiendo su postura: “violencia son vuestras políticas liberales. Autodefensa (lo nuestro) es la palabra correcta”.

Y sin embargo los actos vandálicos Arran tienen razón, pues el modelo turístico que vive España es un modelo depredador que obliga  a malvivir a comunidades enteras y convierte en  fantasía turística, Disneylandia a una ciudad normal, lo cual violenta su identidad pues la encierra en el estereotipo.

Esto lleva a reflexionar hasta qué punto Perú, o mejor dicho Machu Picchu está preparado para la industria turística. Definitivamente este también es un modelo depredador, que en el mejor de los casos convierte en curiosidad excéntrica las tradiciones de los pueblos, desnaturalizándolas con fines económicos. Y que pensar de las ruinas Incas, en Machu Picchu hay enormes filas para todo comenzando por el baño, su sistema esta colapsado desde hace mucho y ya las ruinas corren riesgo de verse afectadas irreparablemente. ¿No haría falta por aquí colectivos que defiendan nuestro patrimonio puesto en vitrina de venta frívola, que defienda la identidad de las ciudades comenzando por los barrios? ¿Esperamos acaso a qué la procesión del Señor de los Milagros se vuelva un atractivo de la ruta turística limeña?

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