Opinión

Trouble in mind, de Alan Rudolph (1985)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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De manera diferente, pero como Fellini, Rudolph miente, pero miente tan sinceramente, fantasea tan intensamente, como si la historia, tan delicada e inocente, y hasta un poquito ridícula (o dulce y romántica, con infaltable marco criminal) le saliera del centro del corazón (del corazón del corazón) que solo dan ganas de creerle, ya que los sueños son así, reales a su manera, y aun así inverosímiles… y funcionan (por lo menos en tu momento mágico del día). Porque los símbolos resuenan por todas partes dentro de uno… ¿Hay que resistir a los mitos o hay que dejarlos operar?

Como Fellini -y créanme, la comparación, en más de un sentido, se sostiene- se hace un mundo a imagen y semejanza de su deseo y su autoerótica y juguetona nostalgia. En vez de la infancia y el circo tan estrechamente unidos en el italiano, en el caso del norteamericano, lo que entra en juego es su apasionada memoria cinéfila, de la que no quiere o no puede despegarse, el cine noir de los treintas y cuarentas, en endemoniada y mezclada compañía de la onda new wave en algo más que en algunos estrambóticos peinados, que sorprendente no incluyen a Divine, que no usa aquí ningún peinado…  

-Un tipo sale de cárcel, es tan típico, y tiene su halo de encanto, sale para reconstruirse o tal vez para destruirse definitivamente-.

Los actores, sus rostros, sus maneras, son curiosas y memorables. Sean el debutante como villano, Keith Carradine, el viejo no-tan-viejo poli en busca de redención a través del amor (o algo así), Kris Kristofferson, la dueña del café a lo Casablanca, Geneviève Bujold, ex del del ex poli, o el capo mafioso tan singular, Divine, a quien solo con verlo…   

Hay un despliegue visual (oh la ciudad), un colorido, una suma de oscuridades y brillos, una propensión, ya compulsión, por el look, el estilo, el diseño, el decorado, que no es menor, que no es parte de, que es más bien la película misma, su espíritu no se entiende sin el amor por el estilo.

Sí, ya sé ¿y de qué trata este adorable zafarrancho? Tal vez trate de algo, o no importa eso, para ser franco. Como sea, hay una cualidad emocional que hace que esta mescolanza perviva, como algunas inextirpables fantasías y sueños…

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