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SILENCIO, SE RUEDA: «Tropa de Élite» una crónica de la impunidad

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TROPA DE ELITE: Crónica de la impunidad

Edwin Cavello

Representar a las favelas en el cine se ha convertido en algo recurrente para las películas brasileras, en esta oportunidad José Paldilha elije una crónica policial, donde arrastra la realidad paseándola entre la corrupción, impunidad y muerte.

Nascimento es el personaje principal, capitán del escuadrón BOPE, ambientada en (1997) protagonizado por Wagner Moura, recordado por su participación en la película “Carandiru”. Esta vez convertido en un policía honesto e incorruptible, que lucha contra la corriente, contra un sistema de corrupción establecido, trabajando bajo la sombra de la impunidad.

Todo está permitido parece decir Paldilha, el fin justifica los medios, la orden es limpiar la ciudad de la delincuencia y de la mafia que lo gobierna, antes de la llegada del Papa. Para Paldilha “La policía en Brasil coge a gente sin formación, con un sueldo de 500 dólares al mes y una pistola. El resultado de esas reglas es que de 40.000 policías, 30.000 son corruptos. Toman la ideología de la violencia para poder sobrevivir a su contexto. Esta gente tiene que pensar que es más fuerte que nadie, aunque eso les lleve a la tortura” Es precisamente esa tortura que a Nascimiento lo pone nervioso, lo inquieta hasta hincharle las venas. La cámara en mano acompaña el ritmo de la narración por rato asfixiante, sucio, violento e irónico.

Esta película está basada en el libro escrito por un sociólogo y dos ex miembros de la BOPE, un reflejo sincero que se respira en la calles de Brasil, en lugares que no están permitidos para ser postales, donde la sangre derramada desaparece rápidamente por la fiebre de un país tropical. Bráulio Mantovani encargado de los retoques del guión, nuevamente muestra su talento. En la historia se insertan dos personajes, Neto (Caio Junqueira) y Matías (André Ramiro), dos nuevos aspirantes que representan los prejuicios de una sociedad en constante conflicto interno. La preocupación social del director es clara, mostrada también en su anterior trabajo “BUS 147”. Lo lamentable en este filme es que el lenguaje narrativo es reinado por las balas, el sonido del disparo permanece como un eco durante toda la película, que molesta como un zumbido en el oído, por ratos se confunde en una historia de vaqueros, que tiñe de amarillo la respetable actuación de los personajes.
Paldilha fue acusado de fascista, y también lo tildaron de documentalista, él responde sin dilemas “No quiero etiquetar a los procesos sociales. Tenemos que explicar qué es lo que hace que las calles en Río de Janeiro sean tan violentas y, mientras fui acusado de comunista por mi anterior película, «BUS 174», ahora me dicen que soy fascista. ¿Qué es lo que pasa? Lo que cuento no tiene nada que ver con ideologías. Y, bueno, documentalista tampoco. La realidad es peor que lo que mostramos en la película.”
Es muy cierto, la realidad es muy cruda, demasiado hay veces, pero el artista en este caso el director, de manera lúdica nos llega a contagiar con su mirada crítica y esperanzadora, confiando en que no todo está perdido. La idea de insertar a la iglesia nace como tema contradictorio, a propósito inserta la religión comenta Paldilha “Sí, pensé en la operación más absurda que se me ocurriera y llegué a la conclusión de que una visita del Papa era lo que buscaba. Que maten a personas para recibir a un líder religioso condensaba unas cuantas contradicciones.”
Al final su pasión por el cine de Paldilha, despierta sentimientos encontrados que lo llevó a ganar el oso de oro a mejor película.

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