Opinión

Tribulación ética-social tras la muerte de Nano Guerra García

Lee la columna de Percý Vílchez Salvatierra

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La muerte no vuelve mejor persona a nadie aun cuando en un exceso de buenos modales haya quienes creen que no debería haber muerto malo.

Eso no es algo real ni debe serlo en ningún caso, un canalla muerto no deja de ser un canalla y un hidalgo muerto no deja de ser un hidalgo. Pero, Nano Guerra García no era ni lo uno ni lo otro, ambicioso sí, hasta donde se supo, puesto que el tipo quiso ser presidente al menos en dos ocasiones y al ver esa imposibilidad, al final, se acomodó con el Fujimorismo (que merece, como fuerza política, el mismo respeto y valoración que la izquierda en general, es decir que ambos no merecen el más mínimo gesto de respeto salvo por pocos integrantes de excepción en uno u otro bando).

Sin embargo, ver los ataques en contra del finado Nano me inquietaría un segundo sino conociera la bajeza del pseudomoralismo en boga que ve corruptos hasta debajo de la propia cama del que acusa, aunque no pocas veces sin razón, a sus opositores políticos o, simplemente, a quien le cae mal.

Por ello, no me sorprende la bajeza del atentado verbal contra un fallecido del que no se sabe que haya protagonizado grandes desfalcos o que haya sido un ladrón.

Sí buscó ejercer poder y se unió al Fujimorismo hasta el extremo de ser vocero de dicho partido, pero eso es una deriva ideológica o material que corresponde únicamente a los fueros internos del individuo y en ello no debe caber ningún reproche.

Sin duda tuvo comentarios ridículos y desafortunados, pero nadie en su sano juicio puede haber pensado jamás que él era o podía llegar a ser un gran analista de la realidad nacional o un padre de la patria.

En fin, su muerte no debería ser motivo de escarnio y risa ni tampoco un dolor de orden nacional. No tuvo, desde luego, condiciones para la grandeza aunque tampoco para la abyección. Todo esto se demuestra en su paso por la política desde el primer momento de su militancia en el Partido Socialista Revolucionario (velazquista de orden coyuntural sin mayor trasfondo) hasta su última incursión en el Fujimorismo (que, sin embargo, lo empoderó dado el desierto de cuadros medianamente pasables que tiene dicho partido, totalmente similar en ello a Alianza para el Progreso, dicho sea por otro lado, tan idénticos a tantos otros pseudopartidos), sin olvidar que estuvo, también, con el «Villaranismo» (o, mejor aún, el “villana-rismo”, villanía total) con Fuerza Social (mínimo desastre aunque terrible para aquellos que fantaseaban con la totalmente falsa reserva «moral» de una izquierda que tuvo en Susana el inicio de una caída que no se detuvo ni siquiera con el derrumbamiento de Castillo) y ni sé diga de su paso por Solidaridad y el perenne relente turbio de Castañeda y su legado plenamente infeccioso aunque más o menos inexistente si no se goza de buena memoria.
Reitero, no tuvo aptitudes ni condiciones para la grandeza, pero ¿quién las tiene en el medio político nacional?, ¿quién en el medio intelectual peruano?

En todo caso, ni dolor ni risa, ni lamento ni escarnio, solo las condolencias para la familia y los deudos y el oprobio para todos aquellos que han vituperado el nombre del fallecido por puro rencor ideológico.

Que aquel que esté libre de mancha que arroje la primera piedra y se cuide de no provocar que le caiga encima una cordillera entera.
¡Avanti, popolo!

P.S.
Realmente es infernal que medio mundo emita un pronunciamiento sobre las causas de la muerte de Guerra García y aprovechen para hacerlo víctima de la precariedad de la asistencia médica primaria en el país. Claro está que ese problema es tremendo y que muchos conciudadanos padecen de daños irreparables por no poder atenderse como corresponde en los centros médicos de sus comunidades, pero ese es otro tema, puesto que, sin un informe médico pertinente o una necropsia específica no se puede determinar si se hubiera salvado en el caso de haber sido asistido en el más moderno y bien equipado centro médico del mundo ya que todo parece indicar que sufrió de muerte súbita y eso no lo salva nadie. Sin embargo, sin el informe médico correspondiente es una ligereza cualquier tipo de determinación en este caso.

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