La tragedia aérea de una compañía “low cost” subsidiara de Lufthansa que efectuaba un vuelo Barcelona-Düsseldorf y que, ayer en los Alpes franceses, le costó la vida a las 150 personas a bordo, nos interpela sobre el por qué nos conmueve este tipo de accidentes. En efecto, si lo comparamos con otras tragedias, no son pocas las desgracias en las que perecen tantas o más personas. El hecho de que mucha gente muera junta de manera repentina es quizás una pista para intentar una respuesta pues, inevitablemente, uno piensa que pudo estar en ese vuelo, o que alguno de esos pasajeros pudo no haber tomado ese vuelo.
Adrien Bosc plantea de cierta menra la misma cuestión con Constellation, para mí, la mejor novela publicada en Francia en 2014. Se trata del último vuelo París-Nueva York de un aparato Lockheed de Air France, bautizado “Constellation”, que se estrelló en octubre de 1949 en una de las islas Azores, y en el que junto a otras 48 personas perdió la vida el entonces gran amor de Edith Piaf, el boxeador Marcel Cerdan.
Con gran destreza narrativa pautada por la empatía y el pudor, Adrien Bosc reconstruye con los elementos de la ficción el destino de los otros pasajeros así como las circunstancias personales que los condujeron a tomar aquel vuelo fatal. Así, vemos que Marcel Cerdan, que debía viajar a Nueva York para enfrentar a Jack La Motta en el Madison Square Garden tenía previsto efectuar el viaje en barco, pero Edith Piaf, de gira artística en Estados Unidos, lo instó a que tomara un avión pues le urgía estar a su lado. Otra de las víctimas fue Ginette Neveu, considerada la mejor violinista francesa de la época: ella y Cerdan posaron para los periodistas en el aeropuerto, mientras aguardaban el vuelo.
Había también una muchacha humilde a la que un familiar millonario la quería hacer su única heredera por lo que le había pagado el pasaje; un publicista, creador de los productos derivados que trabajaba para Walt Disney con quien terminó en juicio y era preciso que estuviera en Hollywood para tratar un acuerdo con Disney. O aquella francesa afincada en La Habana, donde había hecho fortuna, que viaja a París para ver a su hija convaleciente tras un grave accidente de tránsito: cuando ésta se restableció decide llevarla con ella a Cuba, y toman el “Constellation” pues era necesario una escala en Nueva York. En fin, en el retrato de cada uno de los pasajeros Adrien Bosc despliega la mano invisible del destino de cada uno de ellos y cómo los conduce a una cita con la muerte.
La maestría de este joven autor no radica solo en la calidad de su escritura, sino también en su capacidad para retener al lector que conoce el desenlace de la historia. Acaso el más importante efecto narrativo es la manera en que los investigadores aeronáuticos logran descubrir la causa del accidente, en una época en la que no existían las “cajas negras”: la reconstrucción, paso a paso, con un avión gemelo del “Constellation”, de todas las etapas del vuelo hasta el momento del accidente, cuando el piloto de la nave observa, aterrado, una realidad totalmente opuesta a la información recibida de la torre de control.