El día de ayer, lunes 25 de febrero, se inauguró el Seminario Internacional sobre Innovaciones en Políticas Públicas ‘Marca Ciudad y Gestión Urbana’, con la Conferencia Magistral de Toni Puig: ‘Marca Ciudad: La comunicación incesante para su rediseño entre equipo de gobierno y ciudadanos plurales’. Puig es especialista en marketing público y gestión cultural. De desempeña como asesor de comunicación del Ayuntamiento de Barcelona hace más de 25 años. Vamos, que es un iluminado el tío, joder.
Su atractiva conferencia se propuso desmontar algunos clichés en torno a la gestión pública y urbanística, todo licuado para degustar con cañita y endulzado con un discurso intimista y muchas veces irreverente para la pacata sociedad limeña reunida en la majestuosa bóveda dorada del Salón de Recepciones del Palacio Municipal.
A diferencia de otros gurús que he escuchado y/o leído sobre el tema, Puig tiene una dimensión humana que es original por estas lides, convirtiendo su discurso en un discurso político. Toda la fraseología vertida a borbotones ayer, es lo que se llamaría ‘mutaciones semánticas’ que provienen de las ciencias sociales recicladas y embellecidas (enchuladas) con una retórica marquetera y una jerga multidisciplinaria.
‘Gestionar es hacer las cosas a través de otros’, dice Puig y no es sino el concepto de ‘Poder’ acuñado por Foucault hace una buena cantidad de años: ‘(…) el poder entendido como un modo de acción sobre las acciones de otros’ (léase ‘El sujeto y el poder’).
Pero si todo esto ya ha sido usado, ¿por qué entonces parece nuevo? Se me ocurren, caprichosamente y a grosso modo, tres factores.
Primero porque desideologiza la política. El espacio público, su diseño y desarrollo siempre ha sido un asunto político. La gestión del mismo lo realizan seres -muchas veces mal llamados- llamados políticos que profesan una ideología y que dependiendo de esta, se inclinan por uno u otra teoría económica, filosófica, sociológica, etcétera.
Segundo, no usa un marco constitucional para exigir igualdad en el diseño de oportunidades y otros derechos como la dotación de servicios básicos (que como él señala, deben estar a 5 ó 10 minutos como máximo de nuestros hogares), los cuales están amparados en el artículo 2° de nuestra Constitución.
Tercero, obvia al funcionario público y a la burocracia, despsicologizando al sujeto y trisando la estructura, respectivamente. Así nos hace creer que somos una gran máquina aceitada programada para cumplir un mismo objetivo.
Toni Puig logró conmover al auditorio (aunque no nos haya dicho cómo hacer todo lo que propuso). Lamentablemente su panel de comentaristas no estuvo al nivel de la oratoria y reflexión de Puig. Augusto Ortiz de Zevallos (Municipalidad Metropolitana de Lima) lo máximo que le alcanzó el presupuesto fue para defender su gestión (lamentablemente la Alcaldesa no llegó, lo que me pareció malazo) y decir es que ahora Lima mira hacia el mar, mientras se pasaba un Power Point mal hecho. Marco Aveggio (directivo de la Fundación Wiese) se limitó a hablar de las obras que hace su fundación en el norte del país. Pablo Vega Centeno (director del Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad, PUCP) cantifleó un rato y hasta ahora no descifro qué intentó o sigue queriendo decir. Santiago Pedraglio (comunicador y analista político) fue -para mí- la gran decepción de la noche, porque pensé que se referiría a la clase política actual y porqué la marca ciudad es un tema urgente y casi imposible en una Lima con estas características.
Toni es un tío chévere. Mientras se aburría escuchando los comentarios del panel, me acerqué a él y le hablé de Chimbote y del Centro Cultural Centenario. Me dijo que le escriba. Seguro que no lo haré. Le di mi tarjeta. Seguro que tampoco me escribirá. De la noche me quedó la certeza de que fácilmente nos sorprendemos en Lima, y que intelectualmente somos profundamente conservadores, predecibles y terriblemente crédulos. Ah, y que necesitamos a alguien tan loco e inteligente como Toni en el Perú.
Hoy continúa el seminario, veremos qué pasa, si pasa algo.