Opinión

Todos tus muertos

Lee la columna de Fernando Casanova Garcés

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Por Fernando Casanova Garcés

Boluarte es la barbarie. Su gobierno ha dejado una huella viva de racismo y dolor. La injusticia resuena como lamento incesante en las callejuelas de Lima, entre los muros de Palacio donde ahora se guarece un macabro régimen que, en su sed insaciable de poder, no dudó en segar vidas inocentes de nuestros hermanos en número de cien. Se nos ha obligado a llorar en silencio, para adentro. Entre tanto, los ríos de impunidad fluyen indiferentes, arrastrando consigo la esperanza de un cambio que como en las pesadillas, nunca ocurre, nunca llega.

Recesión y abandono. En cada rincón la desesperanza se mezcla con la rabia, creando un cóctel molotov que amenaza con estallar en la cara de un gobierno frívolo, de viajes, burla y despilfarro. Ejecutivo y Congreso tiran los dados en opio y borrachera. Quien se vendiera como una presidenta de transición, ahora embandera un liderazgo que parece más interesado en el festín de la vanidad que en el bienestar de su propia gente. Ha convertido al Perú en el apestado de toda cumbre internacional. Después de la cólera, ya da tristeza ver a Dina empujando a los demás para la fotito.

¿Qué distorsiona nuestras prioridades al punto de irnos a la cama furiosos pidiendo la cabeza de Reynoso, pero ya nos fatiga cuestionar el asesinato directo y comprobado de 47 personas atribuibles a Dina y sus valedores? Toneladas de desinformación, narrativas mediáticas estilo Montesinos, asesinatos, farándula, día del pollo a la brasa y más asesinatos como un huaico que irrumpe en nuestras casas desviando la atención de lo real, de lo que pasa todos los días con la educación en último lugar de América, el monopolio de las medicinas, el oligopolio financiero, la corrupción sistémica de las fuerzas armadas, la hecatombe ecológica en Madre de Dios y una lista suicida bajo la alfombra.

Hay una maquinaria de distracción meticulosamente diseñada, nos conduce hacia el sendero de la ira selectiva, superficial, mientras los actos más sombríos se escapan entre las grietas de la conciencia social. Me lo digo cada día: este gobierno asesinó a más de cien personas, 47 de manera directa, niños entre ellos. Lo repito a solas, como un mantra de resistencia. Ellos, en el poder, la CONFIEP al mando, han marcado su mandato con sangre y tienen que responder, y tarde o temprano, cuando no se le hace justicia a un pueblo, sépanlo bien, este la toma por sí mismo.

Todos los muertos de Dina Boluarte regresarán, no como espectros, sino como heraldos fundacionales de una patria nueva. Esas almas, imbuidas de la urgencia por un equilibrio que la vida les negó, tronarán más fuerte en la conciencia día a día, irán con ella hasta su soñado 2026. Son sus muertos y no están en paz, el clamor de sus vidas robadas quebrará el silencio de la impunidad muy pronto, las ánimas son fuego e irán consumiéndolo todo a su paso, incluso la indiferencia de quienes dormitamos callados frente a sus trágicos destinos.

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