Opinión

Todos los muros que puede la piel, de Angel Pajares (2023)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Hay una delgada capa (o un sector sutil) entre el cine que juega dentro de (o con) algo que podría llamar ‘la transparencia equívoca’ y otro, muy cercano al primero, que procura la práctica ausencia o la minimización o idealmente la eliminación de dicha transparencia equívoca. Es ese sueño loco (o muy razonable) de filmar lo real (tal cual emerge o irrumpe).

Lo real. Tan indudable e incierto. Tan evidente, tan inmediato, tan mentado, e invocado, e inalcanzable.

O es un mito, una figura, en realidad no existe -y qué existe entonces, si existe algo-. Y sería así un estilo, un discurso (un método, un camino, un corte entre otros) y en consecuencia no hay nada que no lo sea. No hay otra cosa que ficción. Esta película me plantea o me devuelve a la imposibilidad de responder esas viejas y endemoniadas preguntas. Y se trata de una película que apuesta (o eso parece) a una cierta inocencia de (y con) sus personajes.

Todos actuamos. O dejamos más o menos actuar a las fuerzas que actúan en nosotros o sobre nosotros y tal vez incluso por nosotros. O fingimos y mezclamos intimidad y teatro para que nuestra actuación sea convincente, aprobada socialmente. El arte está hecho de apariencias. Para enamorarnos de nuestra mentira. Para acceder con suerte a algún tipo de verdad escondida.

Se podría decir que esta película es de manera muy aguda tan sincera como calculada. Un movimiento hacia la espontaneidad (o la fórmula que la refleja y la homenajea) hecha con fines dramáticos y casi se diría clásicos. Valoro su acercamiento a la zona que elige, ese naturalismo, ese hambre paciente e insaciable por devorar una a una las minucias cotidianas para desde ahí construir un doble más persuasivo.

El encanto de la normalidad. En los personajes. Y eso que quieren ser diferentes, ‘artistas’. Sus penurias económicas. Su mundo amenazado. Y tras el juego de tensiones, no sé si algo parecido a la felicidad, a la estabilidad, a una modesta paz, a la reconciliación con la frágil armonía anhelada.

¿Una película optimista, inocente, positiva al fin, hasta naif? Por mi parte celebro la aparición de nuevas voces y de nuevas miradas, relativamente independientes del riesgo de los lugares comunes.      

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