Más de 48 horas en donde distintos periodistas, ‘opinólogos’, conductores de televisión, abogados, y cualquier hijo de vecino salieron a hablar un tema netamente científico. Claro, una vez corroborado, mediante exámenes médicos que Gabriela Sevilla (30) nunca estuvo embarazada.
Entre todos los ‘expertos’ en la materia (en especial una conductora de un canal de televisión de apellido extranjero) muchos se lanzaron con todo sentenciando categóricamente que la mujer había sido víctima de una banda de trata de personas. ¿Sus pruebas? Una foto y la versión de la mujer y sus familiares. Nunca presentó documentos que sustenten esa versión ni declaraciones de los médicos que supuestamente iban a atender a la presunta embarazada.
Otros tantos, acusaron sin miramientos que Gabriela había preparado todo para hacer creer que en efecto sí esperaba una niña. La culpable, sin peros que valgan, era esa “desquiciada” mujer, apuntaban con el dedo, los paladines de la justicia. Entre declaración y declaración, el tono se fue tornando en burla, cayendo una vez más en que el aspecto psicológico de un individuo necesariamente tiene que ser estigmatizado.
Y qué decir de los programas completamente ajenos a los noticiosos que aprovecharon el morbo de la sociedad para invitar a supuestos ‘expertos’ en salud mental para sacar conclusiones totalmente absurdas sobre el caso de Gabriela Sevilla.
Es decir, cuando uno piensa construir una casa no contrata a un panadero para que levante las bases ni a un contador, sino a un ingeniero. Eso fue exactamente los que hicieron durante casi dos días los medios escritos y televisivos: sacar conclusiones al paso del vecino de la mujer presuntamente agraviada o basando todos sus argumentos en una imagen, así como invitando a cualquiera menos a los hombres y mujeres de ciencia.
En efecto, de acuerdo a los peritos médicos la mujer de 30 años nunca estuvo embarazada. Eso, sin mucho esfuerzo, cualquier mujer que haya tenido un hijo lo puede saber sin muchas complicaciones. Las pruebas de esa conclusión se encuentran ya en las redes sociales y no hay margen para la discusión.
En cambio, según Gabriela, ella afirma que sí fue dopada y llevada a un lugar desconocido para posteriormente despojarla de su bebé. Su versión, vista desde el lado psiquiátrico, puede ser completamente creíble para ella pues existe una patología de nombre pseudociesis, el cual se da cuando una mujer cree plenamente, tanto física como psicológicamente, que en efecto está esperando un niño, presentando en distintos casos los síntomas de un embarazo como el agrandamiento de los senos, el hinchamiento de la barriga, o incluso su ciclo menstrual se detiene inmediatamente, entre otras características que hacen creer a la mujer que se encuentra en cinta.
Ahora bien, la otra opción que no se debe descartar es que Gabriela, en sus grandes deseos de ser madre primeriza, realizó todo un plan complejo comprometiendo a todo su entorno más cercano: realizando un baby shower, subiendo fotos a las redes sociales, agendando citas médicas que luego eran canceladas, no quedándole otra opción al supuesto esposo de acatar los delirios de la mujer, que por cierto ya resulta extraño el distanciamiento del sujeto de todo este drama. Y acá hay que ser sumamente delicados, en ningún momento se está condenando a Gabriela pues como ya está dicho se trataría de un cuadro psicológico altamente atípico.
A modo de cierre, hasta que Gabriela no demuestre con documentos científicos que efectivamente estuvo embarazada todo lo demás cae en especulaciones y declaraciones que sobran en esta historia que pretender protagonizar movimientos feministas, políticos y hasta de farándula.