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The addiction, de Abel Ferrara (1995)

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Una estudiante de filosofía necesita, para consumar su aprendizaje, como se verá, sentir en su cuerpo, en su sangre, no solo en su mente puramente racional, el espíritu insaciable que animó grandes obras malditas del pensamiento. El pensamiento es un todo, su raíz es oscura, no solo es abstracción, luz de mediodía: no es nada sino se experimenta de la manera más directa.

Y en la versión del mundo según Ferrara es el mal, el pecado, la enfermedad, la caída, la adicción. El pensamiento que lo explica todo.

Para mí esta película es como lo mejor de Cioran: no me importa y me complace su aullido más sonoro y negro de pesimismo insomne, si está lleno de estilo, belleza feroz hecha lucidez y una enorme (y a la vez moribunda) vitalidad. Ferrara, para mayores señas, es un borracho drogo católico militante, e ítaloamericano y neoyorquino, bonita combinación a la que no sé cómo sobrevivió.

A esta película se le puede objetar un malditismo fashion. O un fácil regodeo en los peldaños más subterráneos y exhibicionistamente fangosos de la degradación. O cierta falta de cocimiento en su pretencioso budín filosófico de sabores (saberes) retorcidos. O su erotizarse y masturbarse en loop con su propio masoquismo cual vocación religiosa por despellejarse en los abismos. O su sólida pedantería generadora de humor involuntario.

Pero si ves con la atención debida la escena antológica con Christopher Walken sentirás que su explicación es tan seductora y perfecta en su lógica delirante como si fuese (si tal cosa existe9 una suerte de teorema psicótico. Aunque nunca acabes de entenderla del todo. Es un mundo cristiano, católico, dual, dualista, maniqueo, dicotómico. Pleno de culpa. Justamente, en blanco y negro. Por eso la fotografía ídem resulta tan tendenciosa como necesariamente deliciosa.

Está el Nueva York, el Manhattan de Scorsese. El de Coppola. El de Woody Allen. Así que te faltaba el de Ferrara.

Espíritu de los noventas: con la protesta que suena a bomba de tiempo del rap, cierto cinismo intelectual, un rosario de trastornos psíquicos, las drogas y el sida, todo esto nada más que como manifestaciones de algo obviamente más decisivo y profundo.

La encarnación, más que actuación, de Lily Taylor, es sublime: sencillamente memorable.

Por último, no olvides que para Ferrara el infierno o el purgatorio o la vida humana aquí abajo son parte irrenunciable del decorado de la dramaturgia metafísica que te permitirá llegar al fin al cielo, a la redención, a la salvación. Considera bienaventurado el dolor. Aunque seas una vampira mordelona. Un dios se entretiene con tu pasión, muerte y resurrección como si viera una película. El supuesto creador era el verdadero vampiro.

Segunda película del Ciclo “Vampiros como nosotros” – CineClub UCH Av. Bolivia 537 Breña, todos los martes de agosto a las 7:15 p.m.

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