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Testimonio de parte. Hacer cineclub en el Perú

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Proyecciones de mayo

Xiomara Ahumada <xiomara.ahumada@capricci.fr>

Thu 4/27/2017 10:31 AMkino-glaz@hotmail.com

Buenos dias,

En nombre de Capricci, detentor de los derechos internacionales de las peliculas La Muerte de Luis XIV de Albert Serra y Es dificil ser un dios de Alekesei Guerman, le exijo que anule las proyecciones programadas de forma ilegal para su Cine Club Cayetano Heredia.

Empezaremos los procesos legales necesarios por pirateria y violacion de los derechos de autor de nuestras peliculas.

Agradezco la confirmacion de la recepcion de este correo.

Cordialmente,


Xiomara Ahumada Quito
Sales & Festivals

Capricci Films
103, Rue Sainte-Catherine
33000 Bordeaux – France
+33 9 72 57 66 27
http://capricci-international.com

 

Primero que nada las muy sentidas y sinceras disculpas del caso. Hemos retirado sus películas de nuestra programación. Adjuntamos el texto siguiente y agradecemos infinitamente su comprensión.

 

Hace muy poco me han recordado (sí, muy necesario) en qué país vivo. Uno tiende ¿alegremente, tristemente? a olvidarlo. Me declaro entonces sin más ‘culpable’ de programar películas (pero en especial un cierto tipo de películas) en un cineclub (y en más de un cineclub) en Lima, Perú. De ser un pirata convicto y confeso. Ni más ni menos que la inmensa mayoría de peruanos. Todos, claro, deberíamos ser inmediatamente encarcelados. Pero ya estamos en una cárcel, nuestro propio país, justamente. Su miserable realidad cultural. Y justamente para escapar de ella es que buscamos alimentos espirituales. De otra manera ya seríamos prósperos políticos o empresarios ídem.

Decía yo que me declaro ‘culpable’ de, con alevosía y ventaja, intentar que la idiotez que reina en nuestra sociedad sea menos definitivamente aplastante. Menos aterradora. Que ese estado mental llamado Hollywood no se lo engulla todo. ¿Les contaré (a los de allá y a los de aquí) de qué más me declaro culpable durante veinte años de cineclubs?

Aún contra mi voluntad he hecho cosas terribles, como programar varias de las mejores películas suicidas que se han hecho jamás, esas que nadie ve, esas que a nadie importan, esas tan supuestamente difíciles que nadie entendería aunque quisiera. Esas demasiado densas, de las que la gente huye despavorida (al menos en la versión de los amantes de mentirosas películas simplonas). Nadie se atrevía. Quiero decir, con tanta insistencia. A programarlas. Con la convicción de que estábamos dando lo mejor que podíamos.

Porque esas películas merecían verse y nosotros merecíamos verlas. Sin la llamada piratería, no pocos de nosotros hubiéramos muerto, o algo hubiera muerto en nosotros. Ni siquiera intento ser romántico. Es literal.

Y decir que Polvos Azules fue nuestra verdadera filmoteca y nuestra verdadera universidad de cine es decir solo la verdad.

De este cineclub pirata (como casi todos los cineclubs de aquí) salieron personas que (así me lo han hecho saber) decidieron estudiar cine a partir de la experiencia de películas que los trastornaron de una manera muy productiva. Otros, decidieron hacer películas. Muchos más, enriquecieron sus mundos personales. Ya no vieron el mundo ni a sí mismos exactamente de la misma forma.

(¿Cómo es la vida de alguien que programa películas, y encima las comenta, y hasta escribe sobre ellas, cómo es una vida así, vivida en el Perú? ¿Por qué alguien sería tan tonto de arrojar su vida a la basura haciendo semejante cosa? Pero me doy cuenta de que eso no importa. Es mi problema y a nadie debe interesar.)

Hay un enorme hueco, bastante parecido (en proporciones astronómicamente más modestas, dada la mezquindad de todo, hasta de la precariedad) a un casi inimaginable agujero negro, que impide el desarrollo de una cinematografía respetable y de un público informado y sobre todo, formado.

Por desgracia (y lo dice alguien que fundó y dirigió hace años un festival de cine) el modelo de los festivales, importado de otras realidades, no ha resuelto ni remotamente el problema de fondo, que es la gran ignorancia, la falta de costumbre, el vacío de formación, la falta de espacios CONSTANTES, factores que por otra parte no permiten que ningún festival vaya más allá de un techo no muy alto, y se parezca, triste y ridícula imagen, a una suerte de cineclub con esteroides, un cineclub inflado, hinchado, engordado, durante el mágico y breve espacio de unos días al año. Luego, la resaca. El modelo de festivales de cine en Perú es insatisfactorio: el acceso a los festivales continúa siendo desgraciadamente elitista. Y aún en funciones gratuitas, hay salas vacías y semi vacías.

Por contraste, me sorprende la experiencia que he vivido en La casa de la Literatura Peruana y ahora en la Universidad de Ciencias y Humanidades. A una escala más ‘masiva’ (en el Cineclub de la Universidad Cayetano si van 20 personas es un mega hit mientras que en UCH hay llenos de 150 personas). Me traen a la memoria el verdadero encuentro de todas las sangres que se producía en la antigua Filmoteca de Lima en el Museo de Arte. Aún mejor en cierto modo pues hablamos, los espectadores (la mayoría muy jóvenes) se quedan, escuchan con atención, participan, no quieren irse, quieren seguir, hablando, escuchando, les brillan los ojos, aplauden al final y quieren más. Trabajo de base. Formación de público. Cosas que ninguna alfombra roja (o lo que sea que se le parezca o sea su equivalente) puede comprar.

Me permitiré una nota personal. Mi agradecimiento muy íntimo y personal a Alonso Izaguirre y a Adriana Milla, por haber formado su propia asociación, perteneciendo Alonso Izaguirre a la nuestra, sí, la que organizó por 4 años el Festival de Cine Lima Independiente. Agradezco a ellos dos haber inscrito en Indecopi de manera inmoral el logo y el nombre del festival como si les perteneciera solo a ellos dos.  Qué ironía. Si no fuera por eso, me hubiera perdido la experiencia de volver a las raíces de por qué me gusta tanto el mundo de las películas.

https://www.limagris.com/lima-independiente-la-verguenza-del-otro-lado-de-las-luces/

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