La remodelación de la Plaza de Armas de Trujillo ha sido furiosamente cuestionada en la ciudad y en las redes sociales. El principal elemento de crítica, sin embargo, ha sido ignorado por casi todos y en ese sentido me he visto forzado a escribir este artículo.
ARESA Contratistas Generales S.A.C, la empresa adjudicataria de la obra en cuestión, valorizada en 3 millones 368 mil 362 soles fue sancionada por el Tribunal de Contrataciones del Estado en el año 2011 a través de la Resolución N° 10-44-2011-TC-S2, por haber presentado documentos falsos o inexactos durante el proceso de licitación pública a fin de ser la beneficiaria del proyecto de mejoramiento de la Avenida Prolongación Vallejo en la misma ciudad del controvertido hecho que hemos señalamos.
Si hubo todos estos problemas en ocasiones anteriores, de ninguna forma debería haberse vuelto a tratar con esta empresa y si la obra ha sido sobrevalorada por la gestión anterior lo que corresponde es una denuncia por parte del actual alcalde tanto contra la empresa de la referencia como contra el anterior burgomaestre.
La MPT no puede ampararse en la inevitabilidad de la realización de la obra en entredicho, sobre todo después de los huaicos que asolaron la antigua ciudad de la Primavera, dado que ante los desastres naturales podría haberse inejecutado, postergado y/o suspendido esta obra innecesaria, para dar prioridad a obras mucho más importantes para la hermosa capital liberteña, tan castigada y derruida por los desastres naturales del mes de marzo.
Lamentablemente, sucede que la gestión de Elidio Espinoza es el más grave de los desastres que ha debido afrontar Trujillo en los últimos años, sobre todo, en el plano de la ejecución presupuestal puesto que hasta la fecha no llega a ejecutar el porcentaje adecuado a una institución de tanta importancia como la Municipalidad Provincial de Trujillo. Esta característica ha facultado al director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, Pablo de la Flor, a denegar a la MPT cualquier posibilidad ejecutora respecto de las obras a su disposición, la que solo sería receptora de algunas obras respecto de algunas vías de comunicación. Es decir, una verguenza total.
Que algunos ciudadanos, incluido Beto Ortiz, hallan propalado una información inexacta respecto de la plaza creyendo que se habían destruido áreas cubiertas por mármol extrapulido de 1534, circunstancia ciertamente ridícula, en nada desmerece la seriedad de los cuestionamientos de fondo como los que hemos comentado, los que muy pocos se han atrevido a hacer de forma pública.
Ante toda esta problemática cabe preguntar:
¿Dónde están las alternativas, cuestionamientos y francos gestos de repulsa y oposición de los «políticos» y «activistas políticos»?
¿Dónde se exhiben los pronunciamientos de los «intelectuales» de Trujillo ante esta sucesión de vejámenes a la hermosa ciudad ?
¿Dónde se pueden apreciar las críticas de sus «artistas» ?
El silencio de los supuestos custodios de la inteligencia y la estética en Trujillo resuena como una cascada de pus en el subterráneo más deprimente del infierno más miserable e imposible de la imaginación.
