Escribe: José David Ugarte Boluarte
En la vida uno tiene héroes, estos son muy poderosos y cariñosos, sobre todo cuando uno es niño. Yo tuve varios, mi padre, mi abuelo y tíos paternos. Hoy, quiero hablar de uno de esos héroes que a través de los años se hizo mi amigo y cada vez lo vi más humano. Un hombre alegre, amoroso, honesto y sobre todo, sincero. Ese fue mi tío Teo.
En reuniones,
espacios más íntimos de los Ugarte Vega Centeno, gocé de muchas historias y
anécdotas vividas de la familia extensa y cerrada. Esto me dio un grado de
complicidad con todos ellos que son parte de mi historia de vida, gracias a todos ellos por
haberme dado las semillas de mi identidad familiar.
Tío Teo te
recordaremos, como un buen hijo, un buen padre, un buen esposo, un buen
hermano, un gran tío que fue un espartano, un luchador en la maratón más
difícil que te tocó correr, la de enfrentarse a su enfermedad.
Distintos
pensadores señalan que en todas las tradiciones espirituales, se aconseja vivir
con la muerte, si hay día, hay noche y si hay vida hay muerte. Hay que hacernos
de la idea que somos mortales, hay que tomar la muerte en serio, saber aceptar
la muerte y aprender a despedirnos de nuestros muertos. Nuestra cultura es
conservadora con la idea de la muerte, pero también es sabia al darle un escenario de dialéctica pura cuando partimos.
Cuando un ser
amado muere, se lleva mucho de nosotros, pero así como se lleva parte de
nuestras vidas, también nosotros nos quedamos con parte importante de ellos, en
nuestros actos, en nuestras costumbres, en nuestro ADN, ellos se perennizan.
Tía Doris, prima Iveth, papa, tíos, familia, amigos queridos, que la alegría y
la lucha por la vida del tío Teo sea el sendero de aprender a vivir.
Tía Doris, Prima Iveth toda la familia agradecida con ustedes, ustedes dirán ¿de qué, por qué? Tía, yo tenía ocho años cuando ustedes se casaron, asistí con buzo y chuzos de fútbol ese día, me di tremenda licencia anecdótica de asistir así, a tan bello evento de amor por sentirlos siempre muy cerca mío.
Han pasado más de 30 años de ese juramento de amor y somos testigo que tu amor por el tío no solo fue en los momentos felices, sino en la adversidad, y peor aún en la enfermedad. Tu juramento de amor ante Dios, ante nuestro Teo fue melifluo, demiurgo, fue sincero, y de ese amor mutuo que se hizo carne, nació Iveth.
Tía Doris,
amiga, colega de pasión, compañera de Teo; prima Iveth, los abrazamos, nuestro
cariño y respeto es grande, por los valores de amor mostrados hacia nuestro
Teo, sino también, porque ustedes son la parte viva que hoy
brilla de él.
Familia,
nuestro Teo partió, el ser amado se ha reencontrado con la pachamama, el tío
querido, el hombre de la risa forajida, de la risa contagiosa y conchuda ya no
está, pero deja un legado, deja un mensaje. Luchó por la vida, murió robándole
a la vida el último suspiro. Ese era mi tío Teo, un hombre feliz aún en la
adversidad, un hombre alegre aún en la enfermedad.
Tu gran obra
tío no solamente está en las esculturas de vírgenes, de los Túpac Amaru II,
José Carlos Mariátegui que están repartidos por el Perú y algunos países de
Centro América, y que gozan del calor y reconocimiento humano. Apasionado en su
trabajo, escultor gitano, visitante de los museos de arte más importantes del
mundo, conservador lítico, hiciste docencia del arte. Dejas un libro concluido,
el mejor homenaje será publicar la síntesis de tu experiencia y sabiduría en tu
profesión. Como diría Picasso “La escultura es el arte de la inteligencia”,
adiós ingenioso Teo.
Tío
Derrotaste, controlaste varias veces al cáncer, es el cáncer aliado a este
sistema precario de atención de la salud, que nos quitó a nuestro querido Teo.
Socialista,
zurdo, guevarista, porque siempre luchaste contra las desigualdades de este
nuestro Perú querido, desde el lugar que te tocó. Desde el arte siempre fuiste
un camarada firme.
Me despido de ti, recordando una frase del Gran
Mariátegui, sobre la agonía del cristianismo de Unamuno, en el que habla de la
agonía como expresión de la vida misma, de la lucha del hombre por mantenerse
vivo.
Decía el Amauta: «Agonía no es preludio de la muerte, no es conclusión de la vida. Agonía, como Unamuno escribe en la introducción de su libro, quiere decir LUCHA. Agoniza aquel que vive luchando, luchando contra la vida misma. Y contra la muerte».
Adiós, luchador. Adiós, ingenioso Teo. Adiós, sangre de nuestra sangre. Adiós, tío Teo. Te recordaremos siempre. Tu sobrino Davico que te quiere tanto.