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Tempestad en los Andes: Un país que pasó por el infierno

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Es sábado por la tarde y recibo una llamada, él es peruano, a pesar de vivir más de una década en Londres, sigue acostumbrado a improvisar reuniones y encuentros, a tocarte la puerta del piso sin previo aviso.

— En dos horas hay un filme cerca a tu casa. ¿Te vienes? —dice.

— Voy, Siveroni,— contesto.

Tengo toneladas de trabajo pendiente: una presentación, tres ensayos y una pila de libros que debo leer. Siveroni, sabe que soy un fan del cine y del arte de procastinar. Así que, cojo mi chaqueta y salgo hacía el Human Rights Watch Film Festival, la película se llama ‘Tempestad en los Andes’.

 

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Josefin es una joven que se crió en Suecia, y cada vez que le pidió a su familia que le contaran sobre su tía peruana Augusta La Torre, que murió en 1988, ella siempre tenía que escuchar el mismo cuento de hadas: El retrato de una tía libertadora de los pobres.

 

Pero Josefin sabe la verdad ahora, aunque ella todavía tiene más preguntas que respuestas sobre la mujer que junto a su esposo Abimael Guzmán fundó el movimiento subversivo más sanguinario de América latina: Sendero Luminoso.

Para obtener más información sobre su tía y la historia de el Perú, Josefin va en contra de los deseos de su padres y el resto de su familia, exiliada en Suecia, y decide viajar a Perú para descubrir la realidad que se le ocultaba.

 

La película se va tejiendo, cuando Josefin comparte sus pensamientos mientras visita lugares y gente que espera le ayuden a encontrar la verdad. Esos encuentros emocionales son interrumpidas por imágenes de archivo de la sangrienta guerra iniciada por Sendero Luminoso. Ella comienza el film diciendo: “Siento que estoy llevando todo lo que mi familia había tratado de ocultar”. Ya en Lima, Josefin se reúne con Flor, una joven peruana, que perdió a su hermano Claudio durante la campaña de terror y todavía no tiene idea de lo que le sucedió. Además, ve en Josefin a la descendiente de esa ideología del terror.

 

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Al finalizar la proyección, aparece el director Mikael Wiström y Josefin. Los dos responden las preguntas de un público perplejo, que no entiende por qué tanta violencia. Son las seis de la tarde y Londres parece cambiada, en el bar del cinema pido una coca-cola, mientras que en mi cabeza se repiten las imágenes de la calle Tarata. La ciudad, Lima, en el fuego, un rojo brillante al anochecer. Gente corriendo y pánico, ese día Sendero llegaba a la capital.

 

De pronto, se acerca Mikael Wiström y empieza a conversar con nosotros. «Me hace  feliz conversar con compatriotas» dice. A pesar que tiene todos los rasgos vikingos, es colorado, de dientes blancos y rubio, se considera tan peruano como el ceviche. Nos cuenta que cerca a su hotel ha encontrado un restaurante peruano, Titos, ése descubrimiento parece ponerlo contento, conversa calmado y su curiosidad es insaciable. Después, la gente del Festival lo llama, tiene que ver los otros dos filmes que faltan proyectar. Se despide amable.

 

El lunes 23 de marzo, un amigo periodista me telefonea. « Estoy en un aprieto, tengo que entrevistar a Mikael Wiström para la radio, en el Barbican a las 5pm, pero salgo de la ciudad en unos minutos. ¿Te puedes hacer cargo de ello?» dice.

Tengo toneladas de trabajo pendiente: una presentación, tres ensayos y una pila de libros que debo leer, pero termino aceptando.

 

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En el Barbican, Mikael Wiström me reconoce y se acerca. «Estás en todas partes» me dice. Le cuento la verdad, soy el reemplazo. Se ríe y hay en su sonrisa noto sinceridad y en sus ojos una luz que parece resplandecer. A su lado la acompaña Josefin y de una manera extraña me parecen como un padre protector y una hija introvertida. Josefin es más bien pequeña y frágil, pero si han visto el film notarán que tiene un coraje enorme.

— Me han dado 10 minutos— le digo.

— Los peruanos como tú tienen todo el tiempo que necesiten— responde.

Saco mi pequeña grabadora digital y Mikael Wiström se percata de lo barata que es. Sin embargo, no me hace sentir mal, «conozco esos aparatitos, vamos a esa esquina que parece menos ruidosa» dice. Josefin pregunta con timidez si se queda o viene con nosotros. Le digo que nos acompañe, que no vamos hablar mal de ella.

 

¿Qué respuesta ha tenido el filme en Lima y en Londres?

 

En Lima y en el Perú lo han visto mucha gente. Para mi fue una sorpresa enorme de que la respuesta haya sido muy positiva, han apoyado la película incondicionalmente. Sobre todo han descartado que la película sea una apología a Sendero.

En Londres, hay un afán de academizar el tema. Me imagino que ven a Perú como una tierra muy remota.

 

¿Cómo contribuye este filme en el proceso de la memoria y reconciliación del Perú?

 

Es difícil responder eso, porque es un proceso independiente de la película. Pero yo creo que esto crea un diálogo. Yo he conversado con terroristas y militares y de ambos lados hubo un agradecimiento. Ellos piensan que la película inicia un debate honesto, sin mirar la situación en blanco y negro.

Mira, te cuento. Nosotros proyectamos el film en pequeñas comunidades primero, y a pesar de que había espectadores de ambos lados, la proyección fue civilizada y creo los pobladores salieron de la sala, tratando de entenderse unos a otros.

 

¿Creo que el filme es también el viaje personal de Josefin, una suerte de Bildungsroman?

 

Puede ser. En el documental, solo se puede tener esperanzas. Cuando Josefin me contactó yo ya rodaba la película con Flor en Lima. Yo sabía que algo interesante iba a resultar de todo eso. Tenía claro que el proceso iba a ser un camino de superación y crecimiento, tanto de Josefin como de Flor.

 

¿Juntar a Josefin y a Flor es como poner en una misma mesa a los Capuletos y Montescos?

 

El encuentro con Flor no fue fácil, hubo muchas trabas, hubo momentos en que pensamos hasta ahí nomás. A pesar de ser dos mujeres jóvenes, eran como el agua y el aceite.

 

¿En el filme se habla de un complot en contra de Augusta La Torre?

 

Yo sé muy poco, los únicos que saben lo que realmente pasó se van a llevar el secreto a la tumba, hablo de Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre. A mí me parece que la opinión de Carlos Tapia en el filme es la más probable, que Augusta estaba enferma, pero tampoco descarto un asesinato duro y puro y planificado.

 

¿Cuál es el rol de las Artes ante hechos reales de tanta violencia?

 

El arte pude encontrar un diálogo con el público y añadir una reflexión y análisis de los hechos que ocurrieron, también sirve como catalizador.

 

¿Qué es sendero : a) una guerrilla b) un grupo armado c) un grupo terrorista?

 

Yo creo que era un movimiento terrorista, basado en concepciones políticas erradas. Ellos representan una ideología del terror. No incorpora entendimiento de la realidad peruana y eso es una interpretación que tiene Samuel, el campesino, en el film.

Se aprovecharon de resentimientos profundos para sus propios fines. Liberaron fuerzas oscuras y destructivas que resultó en un charco de sangre para el país.

 

¿Te hacía ésta pregunta, por que los catalogas en el filme como ‘guerrilla’ o ‘ grupo armado’ ?

 

Hago eso, para que la persona que ve la película vaya descubriendo con sus propios ojos y saque sus propias conclusiones.

 

¿En los últimos años se ha hablado mucho sobre la violencia, han aparecido novelas y películas al respecto. Sé está abusando del tema?

 

Yo creo que ni siquiera se ha iniciado una discusión verdadera, se está iniciando recién. Demora décadas para que se pueda lograr una discusión abierta y para poder asimilar todo lo que paso. Yo tengo miedo de que vuelva Alan Garcia al poder, la discusión se cerraría, se  obstaculizarían  muchos procesos. El Frontón es uno de ello.

 

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Veo mi reloj y llevamos hablando veinte minutos, el coordinador viene y me advierte que hay otros periodistas esperando. Mikael Wiström me deja con Josefin, que cruza las manos y las posa en sus piernas, tiene la mirada hacia abajo. Me dice que su familia en Suecia, con la excepción de sus padres, ya no le hablan, han cortado toda relación. Ella habla inglés fluido, ha estudiado su carrera en la universidad de Leeds. « Yo quería ir a Australia una vez acabada la universidad, eso ha quedado en el pasado. Ahora quiero ayudar al Perú, quizás trabajar en una ONG o algo por el estilo» dice.

La veo y pienso que ella también es víctima de un grupo sanguinario que azotó por doce años mi país, sigue con la mirada hacía el suelo. De pronto, levanta la vista y me mira y con esa voz tímida, añade: La verdad es liberadora.

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