Fue un año bastante candente marcado por las elecciones presidenciales, con debates en las redes sociales durante la primera vuelta y batallas campales en la segunda. Se sacaron de la carrera a candidatos potencialmente peligrosos y quedaron impunes por el mismo motivo los otros que ahora dominan el congreso. Hubo una abrumadora cantidad de votos en blanco. El peruano promedio sigue sin entender los mecanismos del voto nulo y la cifra repartidora. Mientras tanto todos asumimos que la democracia funciona.
Frente al clima electoral, el teatro cumplió faenas interesantes, y en este pequeño análisis hablaremos de aquellos fenómenos dentro, fuera y alrededor de la escena que marcaron el año político. La temporada de la obra “Los Justos” de Albert Camus y dirigida por Rodrigo Chávez tuvo la visita de un fujimorista vestido de naranja que se levantó de la platea sin que los compañeros terminaran de leer el discurso “El teatro se pronuncia” redactado por el colectivo Lima Quiere Cultura, donde se invocaba a la población a estar alertas frente a la ausencia de planes culturales confirmados en los audios de Hector Becerril representante de Fuerza Popular. El registro audiovisual testimonia la forma en que este grupo político actúa, no era una visita de cortesía, era un peaje de control. Frente a esta presencia intimidatoria, el público respondió con aplausos al final del mensaje.
Otro momento que merece reflexión es la presentación de la obra “Collacocha” de Enrique Solari Swayne y dirigida por Rómulo Assereto. Estrenada por primera vez en Lima en 1956, tuvo un éxito sin precedentes celebrado en toda Latinoamérica, donde el Ingeniero Echecopar fue interpretado por el actor Luis Alvarez. El montaje actual trabajó lo mejor del suspenso y efectos especiales de la construcción de un túnel minero con excavación antigua creando una atmósfera particular que alumbra la historia. Pero conceptualmente la dirección falla en dos lecturas fundamentales: no es lo mismo un ingeniero con el rostro indígena que guía a los hombres para la construcción de una nueva nación, que el hombre blanco que para nuestra lectura es un limeño que ya lleva muchos años trabajando en las regiones, y es el mejor asalariado de la minera. Salvo que ninguno de los trabajadores tenga acento quechua hablante, entonces “todos son iguales”. Uno de los grandes problemas del país es justamente la descentralización y Lima nuevamente incursiona personificada en una obra que sueña una patria y no es desde la capital. El concepto de nación se gesta desde la profundidad física y social que crean las relaciones laborales en el túnel, que además une dos caminos trazados y simbólicos. Por eso el sindicalista de la obra no puede ser concebido como un hombre “intimidado” por la sabiduría y fuerza del ingeniero Echecopar. Hacia 1954 cuando Solari empieza a escribir la obra, los sindicatos de trabajadores en el Perú ya habían obtenido derechos laborales, la CGTP fue fundada en 1929. Los sindicalistas son líderes y representan grupos humanos organizados, si se vieran reflejados en una figura débil, se hubieran sentido ofendidos. Sería interesante si esta obra se llevara a los campamentos mineros y fuera confrontada con los trabajadores sean estos sindicalistas o no, a ver que puede recibir a cambio.
Las mujeres salieron a las calles y la performance cobró vida y acción en uno de los momentos más impresionantes del año. Artistas, colectivos y sociedad civil se unieron a las comunidades amazónicas afectadas por los derrames de petróleo. Los cuerpos se embadurnaron de óleo negro protestando frente a las oficinas de Petroperú reclamando por los niños que se vieron reclutados para el trabajo infantil. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y obtuvieron el espaldarazo de Leonardo di Caprio quien en la entrega del Oscar invocó la sabiduría de los pueblos ancestrales y mandó un twitter con una foto de denuncia. Liseth Altamain, líder de la nación awajún, participó también en las acciones del colectivo 28J con el lema “OEFA haz tu tarea” y “Por eso hoy dejo huella”. Petroperú se vio obligada a responder ante la presión internacional y aunque no ha solucionado el problema, incluso los derrames han continuado a través del año, esta acción demostró que la sociedad civil está usando cada vez más herramientas teatrales para ser escuchada. El fenómeno de la performance pertenece a las calles y las vuelve escena social.
Sin duda uno de los estrenos más impactantes del año es “Curandero” del Colectivo AngelDemonio dirigido por Ricardo Delgado Ayala. Este grupo viene realizando investigaciones fuera de los espacios convencionales. Sus representaciones – instalaciones son confrontadas con el público de la calle y en lugares que no tienen acceso a “productos artísticos” sino que ellos mismos crean sus mecanismos de expresión, ecosistemas de supervivencia, tal como La Parada. El grupo cumple 16 años y no recibe ninguna ayuda financiera, el reciente estreno no ha sido auspiciado por ninguna empresa. Es el claro ejemplo de la creación artística en el Perú, huérfana de políticas culturales que impulsen la labor de los artistas. El grupo no cobró por la entrada, pasó gorra, y el público asistente colaboró. No olvidaremos las potentes imágenes del perro peruano convertido en máscara y a la vez personificación de nuestros mundos internos, pactos con los espíritus protectores, algo que se cuece desde la otra orilla, una magia particular de cosmovisión urbana que crea sus propios códigos de limpieza y sanación. Un buen viaje que no puede terminar en un final tan cotidiano habiendo creado universos previos multidimensionales, una puesta que merece un buen cierre.
El medio teatral ha celebrado la llegada de Salvador del Solar en el Ministerio de Cultura. Queda en el tapete la Ley del Artista. Cada año los artistas reclaman la falta de compensación de jubilación, como es el caso del grupo Kusi Kusi con Victoria Morales y Gastón Aramayo, que además sufrieron un desalojo y expropiación de su teatro, siendo ellos de la tercera edad, o los mimos Juan y Carmen Piqueras que han entregado toda su vida al quehacer teatral y que nunca han recibido ningún financiamiento del gobierno. “Los cartones no nos alimentan” comentó recientemente el Chato Barraza. Eduardo Cesti actor reconocido y querido por su interpretación de Gamboa se está quedando ciego y paralítico por la diabetes, le reclamó ayuda a la ex ministra Diana Alvarez Calderón en su momento y hasta ahora ignoramos que gestiones se realizan para la salud de quienes trabajamos con nuestro cuerpo y voz. Aquí hay una evidente injusticia. Mario Delgado, director de Cuatrotablas, nos dejó este año y no tenía seguro social.
Definitivamente, un año lleno de sorpresas, lamentablemente no todas mencionadas por problemas de espacio. Sólo tendremos que estar alertas, ya que el 2017 no será dócil. Mucho por hacer.