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EL TEATRO CANOUT, LOS APRISTAS Y CORNEJO

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Enrique Cornejo (Foto: El Comercio)

Esa noche en el teatro Canout respiraba una atmósfera de decadencia, no  una decadencia sutil  como el de un rancho barranquino, o la decadencia romántica del Malecón de La Habana; lo del teatro Canout era una decadencia corrosiva, como si los objetos allí, además de gastados,  hubieran perdido su propósito.

La impresión que me generaba era de un abandono interior, como si la dejadez hija del olvido  imperara con su erosión cada metro cuadrado de ese teatro que olía ha guardado. Las butacas crujían lamentaciones apenas uno se sentaba encima, el telón de un marrón suave casi rojizo parecía obra de la ausencia de lavado, como si no lo hubiesen limpiado en cien años. Había allí un ambiente que me alejaba de todo optimismo, contrastaba dramáticamente con los enormes banner de Renovación, el slogan de Cornejo en sus candidatura a la secretaria del APRA. La  predominante presencia de gente mayor  me acentuaba esa sensación. De repente me sentí un viejo más. Ese marco del teatro Canout desdecía todo el discurso esperanzador de Cornejo.

La presentación comenzó con un intento de enlace vía streaming con Daniel Tello, un importante jerarca del APRA en Lambayeque, la cual quedó en apenas unos minutos de imagen sin audio. Siguió a esto el momento folklórico cuando el estrado fue asaltado por una banda de bailarines de caporales vestidos con encendidos colores rojo y oro, parecían como salidos del sueño de un dragón de chifa.

Su baile empezó por saya y en algún momento degenero en  una canción de Ráfaga. Yo no entendí nada. Cornejo atestiguaba todo esto  con gesto adusto sentado en una mesa que me recordaba a un pupitre  escolar, toda la mesa estaba alfombrada de una franela roja que me recordó a las franelas con las que en mi niñez envolvíamos el periódico mural de mi colegio.

Sobre la mesa una botella de agua San Luis (ignoro  si era con gas o sin gas), jamás la abrió. Cornejo vestía un saco gris del que sobresalía un pulóver rojo, un rojo fuerte como de Navidad (era lo único de color brillante en ese ambiente descolorido). Su actitud más parecía al de un paciente  profesor de matemáticas.

Su discurso fue anímicamente lo único vivo aquella noche después de la  danza de los caporales. Supo levantar a su público. Algunos muy hinchas no dejaban de gritar “bigote, bigote”, en especial uno  detrás mío, de la base de Callao que no dejaba de gritar como chiquilla en el concierto de Servando y Florentino, y al que tenía ganas de reventar a golpes por casi dejarme sordo aquella interminable noche.

Acá una lista de las secretarias de base aprista que  estuvieron presentes (en caso de perder Cornejo las elecciones internas, ya saben que cabezas rodaran en el APRA, el poder no olvida y jamás perdona).

En su gran mayoría eran de Lima Metropolitana, entre ellos Javier Ramos del Cercado de Lima, Marla Cárdenas de San Luis, Loayza de San Isidro, Juan Castellanos de Chorrillos, Jorge Montes  de Independencia, Enrique Santander de Lince, Franchesca Canavaro de Miraflores (fue la más aplaudida  entre el público junto  con el secretario de la base de La Victoria; Marco Castro, regidor por La Victoria.

Otros secretarios de base presente  cuyos nombres no pude anotar por cuestiones de limitación técnica fueron los de Carabayllo, Villa el Salvador, Puente Piedra, Surquillo, Magdalena, Jesús María, Chosica,  un regidor por Rímac, san Miguel, La Perla, San Borja, Carmen de la Legua,  Ate Vitarte (Víctor Raúl Peralta), Villa María del Triunfo, Bella Vista, callao Cercado y Chaclacayo.  Vía streaming  estaba  enlazado al compañero Daniel  Tello, de Lambayeque.

El discurso de Cornejo  se centró en el planteamiento de Renovación del APRA. Repitió unas 27 veces la palabra renovación. Entre las frases resaltantes de su discurso señaló la importancia de dar cabida “a los rostros jóvenes y no tan jóvenes  que no tuvieron oportunidades”. Hizo hincapié que el APRA “más que una opción de gobierno debe ser una opción para el pueblo”.  También se enfocó en que debe haber “un padrón en el que estén presentes hasta el último aprista. El padrón electoral  debe estar libre de toda creatividad” (un guiño a posibles amañamientos de las elecciones).

Sumó importancia a “la rendición de cuentas  permanente y a todos los niveles” (los asistentes rompieron en aplausos y ondearon una veintena de pañuelos blancos).  “ahora en adelante solo valdrá el voto soberano de los compañeros. Un aprista, un voto pero permanente”.  Más adelante  señaló la importancia de  una limpia partidaria (¿purgas?).  Ofreció cambios estructurales  y la desconcentración del poder en un periodo de seis meses.

Su oferta de descentralizar el partido se veía más bien contradicha porque la mayoría de secretarios presentes eran de bases de Lima Metropolitana. No había nadie de provincias avalando su campaña, lo cual hace notar la  debilidad de su postura en el interior del país. Su discurso culminó  con gritos de la gente exclamando “bigote secretario”, a lo que Cornejo respondió “bigote secretario  pero  con ustedes trabajando, porque si no, no la hago”.

La presentación acabó con otra danza, esta vez marinera norteña y después unas fotos de Cornejo con todos los secretarios  de base sobre el estrado.

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