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‘Tarata’ una película llena de taras

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Está es una historia  basada en el atentado de 1992 ocurrido en Lima,  en la  calle ‘Tarata’ de Miraflores, un hecho que forma parte del flagelo terrorista. En está oportunidad Fabricio Aguilar  nos presenta su segundo largometraje que lamentablemente  se asfixia por la falta de aliento interpretativo.

Un hogar con una  familia conformada por cuatro personas, que respiran el aire de una sociedad que huele a miedo, intentando  superar crisis personales y desaparecer sus demonios, acompañados de la empleada doméstica que representa a las madres anónimas de una época llena de terror en el país. Fabricio Aguilar intenta representar el dolor jugando con plastelina, donde al  DRAMA se le caen las letras,  eclipsado por la figura mediática  de Gisela Valcárcel.

Gisela  se convierte en una ampolla en el pie, que   va molestando de a poco, hasta volverse insoportable, debido a dos cosas, la primera es la falta de interpretación,  no convence  en ninguna escena, intenta forzadamente ‘actuar’ y va enfriando cada vez al personaje hasta congelarlo, la segunda es lo que representa ella en el país, una conductora de televisión que constantemente está presente en los medios durante años, y resulta muy complicado para Fabricio Aguilar borrar esa imagen. La elección fue mala, y más aún cuando el director también es parte del show.

Dentro de la historia aparecen las pintas terroristas que es analizado por Daniel (Miguel Iza) cabeza de familia,   que se pone la película al hombro, su personaje es lo mejor dentro de la película, intenta rescatar y esconder como a su cuaderno de notas la pobreza interpretativa de sus compañeros, pero no le alcanza y se da cuenta, terminando resignado con un rostro que se pregunta ¿qué hago aquí? Intentado darle la espalda a la cámara.

Una de las escenas rescatables por el simbolismo es la de sofi (Silvana Cañote) y la tortuga que representa  el deseo onírico de una adolescente por encontrar la protección ante un ambiente agresivo en las calles y conflictivo en la casa,  una protección como el caparazón de su tortuga que le da seguridad y también el calor solitario para descansar tranquila, el cual intenta poder encontrar en un viaje a la selva.

Pero no todo está perdido, la dirección de fotografía es interesante, la cual ayuda a realizar algunas tomas acertadas, como la de las sillas acumuladas en la oscuridad,  también a Daniel (Miguel Iza) frente a los baños o sofi y la empleada conversando en las azoteas desde una toma de picado (toma alta, de arriba hacia abajo).

La falta de locaciones en el exterior complica la narración, ya que casi toda la película esta grabada en interiores acorralando la historia, sin poder sentir las calles y la voz del pueblo. A esto se suma la pobre representación del momento del atentado, observando  a personas que parecen zombis como en la terrible película ‘planeta terror’ de Robert Rodríguez.

La forma como conocí a Fabricio Aguilar fue mediante su primer trabajo, el cortometraje ‘La cuerda Floja’ una historia muy bien narrada que lo hizo ganador de CONACINE, que me hizo pensar en que tal vez se convertiría en uno de los directores más representativos, pero luego de ver `Paloma de Papel’ y ‘Tarata’ me doy cuenta que se llegó a contaminar  de la industria de ese cine que sólo le interesa llenar salas,  donde lo que menos importa es contar una buena historia teniendo presente que el cine es arte, y Fabricio Aguilar ha sido testigo en uno de los festivales en Cuba, que cuando a la gente no le gusta una película los cubanos simplemente se paran y abandonan la sala, por no soportar o por respeto al séptimo arte, pero tiene la suerte de que esto sea el Perú.

Rufus T. Firefly

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