Opinión

Tantas veces Pedro

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Lo que parecía ser una broma de mal gusto por el Día de los Inocentes finalmente terminó siendo una dolorosa verdad, sin embargo, no quería aceptarla, seguramente como otros tantos que crecimos escuchando sus canciones allá por los ya lejanos años ochenta.

Las horas siguieron pasando y poco o nada se sabía sobre su deceso. Mutismo absoluto desde su círculo más interno, llamadas sin responder para corroborar la autenticidad de la información que venía circulando en las salas de redacción, incertidumbre. No aceptaba (y de alguna manera hasta ahora no acepto) su partida. Pedro Suárez-Vértiz ha muerto y una parte de mi país se fue con él.

A pesar de que no crucé palabras nunca con él o tuve la oportunidad al menos de estrechar su mano, su partida se siente como si se tratara de alguien cercano a mí, seguramente porque sus canciones estuvieron en muchos fragmentos de mi vida, en mi etapa escolar, en mi adolescencia, en mis viajes o paseos, o sencillamente en mi vida cotidiana. Pedrito, como todo el mundo le decía, tuvo una canción lista para un momento en específico, para cada momento de dolor, de alegría, de superación, de desamor o nueva ilusión.

Ha muerto el Rey del ah, ah, ah, el melenudo y flaco cantante y compositor, el saltimbanqui, aquel músico que poco a poco se fue quedando sin voz, pero que eso no le impidió seguir manteniendo contacto con sus miles de seguidores del Perú y el extranjero a través de sus redes sociales, quienes le mandan extensos mensajes de apoyo y también de discrepancias; él amablemente aceptaba todas las críticas, vengan de donde vengan.

Las razones de su fallecimiento ya muchos lo deben de saber, no voy a ahondar en ello en este pequeño espacio, así como su familia viene intentando guardar la mayor reserva posible de esta gran pérdida para la música peruana. Eso sí, ojalá sus seres queridos permitan que todos sus seguidores puedan acceder, aunque sea por un breve momento, a brindarle un último adiós al nacido en el Callao hace 54 años.

Pedro dejó tras de sí millones de paseos en bicicleta, globos del cielo, autos que saltaban como ranas, mariposas, vinos y cervezas. Cierro los ojos y me digo ¿cuándo pensarás en volver?

(Columna publicada en Diario UNO)

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