¿Es algo contra las mujeres?. -No lo creo-. Los elogios, y luego las críticas, del hombre a la muñeca ‘con la que tiene una relación’ también podrían aplicarse a un hombre si fuese una mujer la que se hubiese comprado un muñeco en vez de él. Lo ‘trascendente’, en Tamaño natural, es hasta dónde puedes llevar el juego. Tampoco creo que sea una película especialmente amarga sobre las (im)posibilidades del amor. Creo que el sublime y burlón experimento arroja riquísimas conclusiones que paso brevemente a considerar.
A través del juego, de la ficción, la simulación, de la ‘puesta en escena’, podemos ganar informaciones valiosas sobre nosotros mismos, sobre cómo funcionamos. El hombre de clase acomodada se cansó de un tipo de relaciones con las mujeres. Importa una muñeca de Japón -una muñeca bastante convincente, si se me permite la expresión- y juega a que es de verdad, a que ‘ella’ es humana; a que está con ella. Pocas cosas resultan más divertidas que verlo repasar las distintas fases típicas de una relación romántica.
Si somos sinceros reconoceremos que nuestros (ojo con esta expresión) objetos de deseo pueden ser… bastante imaginarios. Es sugestivo pensar hasta qué punto ¡y de qué manera! nos inventamos a alguien y que alguien es justo como queremos o necesitamos -o tememos-. El protagonista expone esta situación con claridad, lo cual no tiene nada de nuevo, pero, si lo hace, aquí la diferencia, con una muñeca todo queda mucho más claro (¿cómo negar lo que sabemos por experiencia?): el proceso psíquico representado.
Hay una cuestión inmediata en nuestra relación con la forma. Que es perturbadora. Nos basta una forma humana, un parecido, para que entremos en el juego. La película se deleita con ese hecho. Proyectamos humanidad sobre la bonita figura de la muñeca. Ella deviene símbolo, un verdadero personaje, está llena de sentido y significado. Es, incluso, el ideal: la mujer del protagonista intentará emularla (sin éxito, en una escena salvaje e inolvidable). Y cómo olvidar a un bebé, en otra escena, ocupado en chupar el pezón de la muñeca.
Tamaño natural es una película brillante, que sondea verdades (culturalmente reprimidas) con respecto a nuestra condición, y lo que otros han visto triste o trágico en ella para mí es por completo liberador. Es tan aguda en su crítica como en su capacidad gozosa de juego infantil, pero no inocente. Michel Piccoli, acaso en su mejor actuación, hace tan creíble la existencia ‘real’ de la muñeca… de la historia con ella… como la muñeca hace creíble la existencia de él. Lacan diría que no hay relación sexual. Y más de un filósofo que raramente llegamos a ver, a reconocer al otro.
Esta película no se parece mucho a Crash, de David Cronenberg, pero ambas apuntan a que la fusión hombre-máquina podría ser la respuesta. No era impensable, pero se hace necesario reconocer la valentía. Así es como películas que parecieron locas o enfermas podrían ser proféticas. Visionarias.
Oh humanos transhumanos y posthumanos…
Puedes ver la película aquí.