La extraordinaria soprano de coloratura y antropóloga peruana alista nuevo disco y espectáculo en la FIL Guadalajara. Nueva producción musical se estrenará en enero de 2022.
Hay noticias de que estás preparando nuevo material para cerrar este 2021, con presentaciones internacionales.
Si todo sale bien, en noviembre participaremos en la FIL de Guadalajara, y ahora estamos preparando el nuevo tema que esperamos lanzar a inicios del próximo año. Este 2021 estamos con varios proyectos en marcha y vamos avanzando poco a poco. Ahora estoy con Novalima y Guillermo Grimaldo del Solar. Yo tuve una colaboración con ellos hace unos años, al lado de Liberato Kani. Desde entonces hemos interactuado mucho en conciertos y otros eventos, y a partir de ahí nace esta propuesta de armar un nuevo proyecto andino electrónico, que ya en octubre verá la luz.
La versión del Himno Nacional en quechua se ha convertido en un hit. Se ha cantado en muchas actividades oficiales…
Sí, se ha cantado en todas partes (ríe). Desde que lo saqué en 2015, no ha parado. Ha sido como una puerta que me ha permitido ingresar a varios espacios.
¿Crees que todos los peruanos deberíamos aprender quechua, para evitar polémicas como la de hace unos días en el Congreso?
Mira, yo creo que, si se da eso con el quechua, pues se tendría que dar también con las más de 40 lenguas originarias que tenemos en el Perú. Pienso que debería darse una propuesta para que se estudien las lenguas originarias más importantes y extendidas del país, ponerlas en las plataformas de escuelas y universidades de todo el Perú. Es que es algo muy importante, es casi como llevar cursos básicos. Yo hablo un poco de quechua, que aprendí de mis padres, y en esa misma medida también lo entiendo.
¿Crees que quien habla quechua posee una sensibilidad distinta de quien no domina la lengua? Una especie de “sentir” distinto…
Por supuesto, claro que sí. Imagina que no hablas quechua y que hablas inglés o francés, que son idiomas comerciales claro está, pero estas lenguas vienen acompañadas de un sentir particular. La música francesa tiene un sentir especial, la música de los Beatles en inglés también tiene un sentir propio, y así, la música quechua tiene un sentido en su idioma.
Arguedas también hacía música en quechua.
Así es, la hacía y la defendía, porque la música ancestral, a pesar de haber sufrido muchos cambios los últimos quinientos años, tiene un sentido que está ligado directamente con el idioma. Y al ser este un idioma tan especial le otorga un sentido extraordinario a nuestra identidad. Y así pasa con otras lenguas y esto es muy sencillo de entender. Lo que ocurre es que nosotros mismos cerramos nuestro espectro, creemos que nos va a “hacer menos”. Es un absurdo pensar que saber quechua no nos va a conducir al desarrollo, cuando conocer un idioma nuevo es conocer un universo nuevo, es abrirse paso a un nuevo entendimiento y, sobre todo, cómo no hacerlo si es el idioma que habla casi un tercio de nuestro país. Me parece un disparate no considerar que es una posibilidad para abrirle la mente a la mayoría de peruanos, que no son quechua hablantes, para poder a un universo que nos hace más peruanos. Son cosas muy básicas que no se entienden porque son utilitarias e incluso exótico: hablas dos o tres palabras cuando te conviene, pero no entiendes todo el simbolismo que carga consigo, toda esa cosmogonía que la enriquece… no es algo superficial, todo lo contrario, es algo muy profundo. No podemos seguir pensando que el quechua es algo para adornar nuestros platos y resultar exóticos…
O para ponerle nombres exóticos a restaurantes que cobran carísimo pero que, seguramente, prohibirían el uso del quechua entre sus empleados…
Exacto, exacto, el quechua es un idioma maravilloso.
Mencionaste que formas parte de la comisión del bicentenario que irá representando al Perú en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pero el actual ministro anunció que esa lista sería reemplazada por otra ¿sabes algo del tema?
No, no estoy al tanto. Yo, la verdad, si me dicen que voy, voy. Si me dicen que no voy, no voy (ríe). Para mí es bien práctica la cosa, como siempre estoy ocupada… no me preocupo mucho de por quienes van, quienes no van.
Eres una representante del bell canto en el Perú ¿qué tan importante es la educación musical para, por ejemplo, luchar contra la simpleza repetitiva del Regaetton?
Mira, yo creo que el arte tiene un espectro demasiado amplio, y creo que la música en general nos sirve todas las opciones para nosotros poder elegir. Ahora, a lo que nos ha conducido el pensamiento moderno y comercial, es a esa música. Bien por esa gente que lo aguanta, le gusta, lo practica, difunde y etc. Perfecto. Para los que no nos gusta tenemos la trinchera de nuestra música, de nuestras propias propuestas. En ese sentido hay que preocuparnos pues hay tanto de lo otro y tan poco de lo que podría llevarnos a atesorar nuestra música, nuestro acervo, que para mí si eso me mantiene viva y viviendo mi día a día, para mí ya es bastante.
He seguido tu labor como la de alguien que explora dentro de la producción musical histórica del Perú ¿has encontrado algún tema que te haya conmovido al punto de querer interpretarlo?
Mira, todas las canciones tradicionales que he escuchado en mi pueblo, desde las auroritas que se cantan después de las corridas de toros en los pueblos chiquititos, y que ya muy poca gente las conoce. Mi papá nació en Sequeira, en Páucar del Sara Sara, en el distrito de Marcabamba, allá en Ayacucho. Y desde las huayllachas que ya nadie conoce o de las huancas que cantaban las mamachas en honor a la papa en Cusco, me mueven esos cantos, me emocionan. Mi última canción, “Macchu Picchu”, empieza con esas huancas que ya no se van a escuchar más porque ya no las cantan de forma tradicional, y como ya el espectro comercial ha ganado mucho espacio en la música andina incluyendo instrumentos como la batería, por ejemplo, ya la música que se practica como medio social, como cuando siembras o cosechar en tu chacra, o techas tu casa o hace un ayni… todo eso antes se cantaba. Hoy ya no se hace más.
Se dice que la música representa el gusto o el sentir de determinado grupo social. Por ejemplo, siempre se ha dicho que la gente del ande es triste porque tristes son sus huaynos, como triste es el tono del verde de sus cerros ¿tú crees eso?
Para nada, para nada. Es una versión muy sesgada, siempre lo he dicho; es como si, viendo toda la discografía de los Rolling Stones, solo te centraras en Angie. Eso demuestra una falta de conocimiento enorme. Y eso es algo que siempre recalco: falta de conocimiento. Si nosotros no sabemos, nos vamos a creer cualquier cuento; si no sabes y viene alguien que te dice falsedades de una manera bonita, te lo vas a creer todo. Y no debería ser así. Dónde quedan los Santiagos, dónde los Cacharparis, dónde el Huaylarsh, dónde toda música que se baila fervientemente, que se goza pero también se llora, por supuesto. Yo pienso que se entiende mal la melancolía del andino, pues esta está relacionada íntimamente con el goce. No se llora solo por tristeza, se llora también por emoción: el andino baila la vida.
En ese sentido somos una sociedad muy hipócrita ¿no crees? Cuando estamos “alegres” bailamos de todo, pero en estados “normales” aflora el desprecio y la subvaloración por la música andina ¿A qué crees que se deba esto?
Yo pienso que eso se debe, primero, a una falta de reconocimiento: no creer que eso que tú eres, es valioso. Y eso se debe pues a que somos una sociedad discriminadora, marginadora, que toda la vida te ha dicho que ser serrano es malo, es triste, es feo. Son doscientos años ya con ese tratamiento, que no es poca cosa tampoco, y si a eso le sumamos el trauma de la colonización, estamos hablando de lo mismo. No es poca cosa. No hemos podido revertir de una manera efectiva esta crisis existencial.
Yo siento que el volver a reconocer el valor de nuestra historia, de lo que somos, del lugar de donde venimos, cómo nos hemos configurado, por qué somos valiosos el día de hoy, y ver en eso diverso, en eso complejo, en eso denso, el potencial para el futuro. Yo siento que, a mí, ese universo me ha enseñado mucho.
¿Hay mucha hipocresía entonces?
Yo creo que sí, porque te gusta el tema por encimita nomás, porque hay un posible rédito de por medio, pero luego estás diciendo “Ay, ese serrano, ese chuncho…”.
La imagen de los padres sobre los niños también enseña a apreciar lo que somos, sobre todo desde el arte.
Tengo una nena, pequeña. A ella le compuse un arawi antes de que naciera. Cuando nos escucha componer a su papá y a mí, está pendiente de nosotros, aprende las canciones que le gustan… Así como pasó conmigo, así quiero que le nazca naturalmente lo que ella quiera ser. A pesar de que yo nací en Lima, nadie me obligó, nadie me dijo haz esto o lo otro, no te sientas así o de otra manera, nunca. Yo sola me di cuenta de esta sociedad hostil, sí, pero a mí nunca me afectó porque yo sé quién soy y lo que quiero, y siempre he estado orgullosa de eso, que mis padres me enseñaron. Y quiero lo mismo para mi hija. Que nadie te diga cómo debes sentirte, tú sólo debes darte cuenta de ello: hacer brotar ese sentimiento, verlo crecer, desarrollarlo y compartirlo. La identidad es una cuestión de vivencia, no está en los libros, tienes que sentirla. El arte es un gran gatillador de todo esto. Yo le debo a la música andina, el que me haya desprejuiciado desde niña por completo.
Qué tan importante es la educación musical en los colegios, algo que ahora se ha abandonado en muchísimos casos.
Para mí es algo básico, y no solo aquí si no en todo el mundo. Es fundamental que los niños aprendan arte y se desenvuelvan en la música. Lo veo en mi niña ahora, por ejemplo. La música incluso afina actitudes mentales que son muy importantes. Yo no tuve esa suerte de niña, de formación escolar, pero aprendí en mi pueblo y eso fue todo.
Ahora que estás en una nueva etapa, cuáles son tus expectativas como artista.
Siento que tengo mucho que aprender aún, tengo que descubrir nuevas versiones de mí misma, busco espacios donde pueda aportar en lo peruano, soy muy obstinada con eso. Yo no me compro el cuento de los sonidos foráneos para poder vender mejor y que con ese sonido voy a hacer la revolución musical, no, yo no creo en eso. Creo que la revolución tiene que salir de aquí adentro y nosotros tenemos que aprender. Es muy difícil porque no lo hemos hecho, pero tenemos que aprender de nuestro propio sonido e historia. Como lo hicieron los brasileros, los africanos, que conquistan el mundo con su música. Ellos no copiaron, ellos “hicieron”.
¿Crees que la música puede definir un carácter nacional, local? La música popular brasileña, por ejemplo, no es igual en ninguna otra parte del mundo, y es a la vez alegre y nostálgica.
Los brasileños son unos genios, le encontraron la vuelta a la música con el Bossa Nova, por ejemplo, como hicieron los ingleses con la música popular en los setentas. Y en el Perú no tenemos eso simplemente porque aún no nos la creemos, no creemos en nuestra música, no nos apasionamos a fondo, no la estudiamos. Hay que preguntarle a los que supuestamente hacen fusión de música peruana, cuánto más conocen de verdad de música peruana. ¿Qué pasó con Moisés Vivaco e Yma Súmac, por ejemplo? Ese fenómeno, por ejemplo. Lo que hizo Vivanco con ese efecto con el que ambos se fueron a volar por el mundo se debió a que ese señor no era un improvisado: era un absoluto conocedor de la tradición de su pueblo. Sabía de dónde venían los arawis, los yaravíes, el carnaval, la cosecha de habas, sabía todo al revés y al derecho. Y luego ese conocimiento de armonía convencional, de música moderna empezó a unirse a toda esa corriente de andino pensadores e intelectuales que devino en su gran momento en componer en una clave inédita. Nadie le puede decir a Vivanco que su trabajo no fue original.
El problema es que no nos conocemos y desde ahí tampoco nos aceptamos.
No somos capaces de reconocernos en nuestra música, y como no somos capaces de abrazar eso, no puedes construir nada sobre aquello. Somos muy acomplejados. Te pones el poncho y el chullo para la foto, pero nada más. Una vez que termina tu viaje turístico regresas a la ciudad y hablas mal de los serranos, de los chunchos… no nos conocemos. En todos los estudios de Ciencias Sociales, desde la antropología, la sociología a la historia, la arqueología, están repletos de investigadores extranjeros. Revisen todas las últimas publicaciones que se lanzan en el espectro de las ciencias sociales y los investigadores extranjeros ebullen desde hace mucho tiempo ¡y son unos amantes del Perú!, y te preguntas ¿por qué nos quieren tanto? ¿por qué se entregan tanto a la historia al conocimiento de esa manera tan obsesiva? Pues porque mientras más conocen (al Perú), más lo quieren, más lo aprecian, más espectacular les parece. Es una cosa increíble. Si no nos enseñan eso en el colegio seguiremos creyendo que siempre seremos derrotados por cualquier extranjero.
¿Te ha resultado difícil como mujer, destacar en el medio musical?
Sí y no por igual. Es difícil para todos, sobre todo si estás dedicada a algo no comercial. Yo creo que he tenido mucha suerte por los aliados que he encontrado en el camino, y ellos han hecho que lo que yo quería o anhelaba llegara a florecer. Yo he hecho todo, desde la producción de arte hasta el vestuario y lo he hecho con mucho amor. A mí me interesa el reconocimiento de la gente que sabe y que construye algo que va a durar mucho tiempo. Si ha sido difícil, no me arrepiento de ninguno de los momentos de tensión que hemos pasado en este largo camino.