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Sur, de Chantal Akerman (1999)
Puedes enamorarte de los travellings laterales de Chantal Akerman y de alguna manera ser casi indiferente a los contenidos que te descubre en sus recorridos. ¿No es terrible? O es un doble movimiento anímico.
“Sur” habla del salvajismo de unos seres humanos contra otros en Jasper, un condado en el sur de Estados Unidos. Pero hay imágenes sedantes, energizantes, casi adictivas, un ’plus’, que da cuenta del placer irreductible de filmar, y de filmar así. La función del cine, y concretamente, de ciertos movimientos de cámara, en el sentido de tocar, de acariciar el mundo, de hacer propio lo extraño, nunca deberán ser desdeñadas, hay que resaltar su maravillosa importancia.
Las tranquilas y significativas declaraciones de mujeres y hombres, negros y blancos, nos hacen conocer las diferentes gradaciones del horror, su anatomía y su genealogía. Nos hacen temer y también comprobar que la historia puede ser el olvido de la historia, que la memoria es un bien frágil, que el cine puede y debe ayudar a luchar contra la inhumanidad que acecha de múltiples maneras el corazón humano. Saber volver a un solo momento puede salvarnos la vida. Como un travelling hacia atrás, que al dejar ver unos círculos sobre la carretera une la belleza con el horror, en un solo movimiento.
Tercera película del Ciclo “Chantal Akerman, o: Quiero filmarlo todo. Todo lo que me conmueva”.
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