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‘Star Wars: El ascenso de Skywalker’: «que le arranquen las manos al guionista de Disney»

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Escribe: Gabriel Rimachi Sialer

Hace muchos años, en el área de ingreso al cine, se solían poner fotografías en gran formato de las escenas más importantes de la cinta. Y todos las miraban. Y nadie lloraba. A la salida uno buscaba en esas imágenes los recuerdos de la película que acababa de ver. Ahora le llaman «spoilers».

Pues bien, anoche fui a ver la última entrega de Star Wars y, la verdad, lo mejor que puede haber pasado con esta cinta es que por fin sea la última. A diferencia de los capítulos 4, 5 y 6 (las versiones originales, no las retocadas en el absurdo digital que terminó por destruir algo inmejorable), en esta última entrega absolutamente ningún personaje trasciende la historia, mucho menos la pantalla.

Todo es anécdota plana, los personajes son inverosímiles ¿como puede terminar en un beso con lengua el conflicto de generaciones entre el Lado Oscuro y la Fuerza? ¿Cómo puede Rei terminar «amando» a Kylo si durante tres cintas se han estado buscando para matarse a través del universo? ¿Desde cuándo los Jedi teletransportan objetos para salvarle la vida a sus enemigos?


Cuando uno ve, por ejemplo, «El imperio contraataca», no puede olvidar jamás la aparición de Darth Vader. Su presencia oscura y su maldad es inolvidable. Cuando Lando Calrissian traiciona a Han y a Leia, uno espera que Chewbacca le arranque la garganta cuando por fin lo tiene entre sus manos. Lo que queremos los fans de esta saga al salir del cine, es que le arranquen las manos al guionista de Disney que arruinó uno de los mejores recuerdos espaciales de nuestra infancia.

Como escribí el inicio, lo mejor del final de esta saga es que por fin se acabó.

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