En este momento, la lucha por los derechos y por la protección de la mujer es responsabilidad de todos sin excepción. Esto no niega que existan otras formas de violencia, pero es prioritario atender y resolver este problema específico ya que nunca se han visto los extremos tan lamentables que todos hemos visto en las noticias y las redes sociales en los últimos meses. Por ejemplo, nunca se ha visto que una mujer despechada queme al individuo que la rechazó o que no le prestó atención alguna como sucedió fatalmente con Eyvi Ágreda.
Tampoco ha existido nunca una proporcionalidad entre la incidencia de violaciones contra varones por parte de mujeres en relación a las violaciones perpetradas por hombres en contra de mujeres. Mucho menos, va a existir parangón alguno respecto de violaciones grupales perpetradas por mujeres en contra de un hombre o de violaciones seguidas de la muerte de la víctima en la misma disposición. Este es un punto fundamental y es por estos detalles terribles que el problema de la violencia contra la mujer cobra una relevancia de primer orden.
En este sentido, intentar ponderar o equiparar la violencia contra la mujer en relación a la violencia realizada contra los hombres es absurdo y desconoce el alcance de las limitaciones que la sociedad patriarcal ha impuesto a las mujeres. Por suerte, para todos, los tiempos están cambiando.
Que algunas termocéfalas crean y/o confundan que el hombre es el principal enemigo de la mujer es un error.
Finalmente, si existe una denuncia falsa o infundamentada que afecte a un hombre o a cualquiera, el cauce para resolverlo es un proceso por difamación y calumnia y punto.
Además de lo expuesto, hay muchas consideraciones de orden práctico que muy pocos contemplan. Entre ellas, las siguientes:
-El Estado, en primer término, puede y debe garantizar que cualquiera denuncie la violencia en tanto es una acción de orden público, no solo la víctima. Y aunque así está normado y regulado, muchas veces en las comisarías se dificulta esta posibilidad y la gente que no tiene cultura jurídica declina de ir ante el Ministerio Público a formular una denuncia en toda regla.
En este orden de cosas, si hay testigos y la agraviada no quiere declarar, las declaraciones de los testigos, y si es posible vídeos u otros medios probatorios, deberán bastar para que el ejercicio de la violencia no quede sin sanción, pero para ello tendrían que acudir a la Fiscalía.
– El enfoque de género debe ser parte de la respuesta que el Estado proponga a la violencia contra la mujer, y eso es lo que se ha venido discutiendo en el fondo, todo este último tiempo.
-El rechazo de la violencia puede y debe ser para cualquiera de sus formas y manifestaciones, pero ahora se está luchando para instituir el tipo que favorezca más a las mujeres en tanto son un grupo en situación de riesgo dado el machismo cobarde y galopante que cunde en una sociedad como la nuestra y no puede ni debe advertirse ningún problema en ello.
-Mi impresión es que para no ceder terreno ante las feministas y el movimiento LGTB muchos individuos sin querer, hacen prevalecer el cálculo político antes que la ética y el sentido histórico de este tiempo ya que tienden a favorecer a sus propias ideologías y/o prejuicios antes que a la razón y, por ello, se orientan a reducir el alcance de las demandas y denuncias de las feministas, que, a fin de cuentas, en este tema en particular, deberían ser las demandas y denuncias de todos.
-Ahora, aunque le pueda pesar a muchos, lo que corresponde es estar con las feministas y con todas las que enarbolen la bandera de la lucha por los derechos de la mujer.
Sin embargo, cabe indicar que aun en esta posición, se pueden tomar algunas reservas válidas porque que no es idóneo ser incondicional de nada ni de nadie.