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Sobre La sangre de la aurora, de Claudia Salazar Jiménez

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Claudia Salazar. Foto: Difusión.

La violencia política en la que el Perú se vio hundido a partir de  los años 1980 al irrumpir Sendero Luminoso con su delirio revolucionario no tardó en ser objeto de tema literario: en cuentos y en novelas se representaban las dolorosas consecuencias del despiadado accionar de los senderistas y de las muchas veces indiscriminada y brutal represión de las fuerzas armadas en su lucha contra aquellos.

Desde 1992, con el progresivo desmantelamiento de la organización maoísta, esta temática se vuelve recurrente para muchos autores peruanos, y se instaura una suerte de necesidad de expresar mediante la ficción aquel dramático periodo así como una toma de posición, cuando no una forma de estar de moda.  Con La sangre de la aurora (2013) Claudia Salazar se adscribe a esta tendencia pero, ya desde las primeras páginas, el lector descubre que se encuentra ante una obra de inmensa valía: mediante una pluralidad de discursos narrativos y un lenguaje irreprochable, la autora representa la visión que de aquel periodo de muerte y de terror tienen tres mujeres de medios sociales y culturales tan profundamente distintos como puede haberlos en el Perú: una campesina andina, una periodista y una profesora.

Si la política está presente a lo largo del todo el libro pues la violencia de la que se trata es netamente política, Claudia Salazar va mucho más allá de su tema y plasma un cuadro profundo y desgarrador, sin detenerse en  la  mera denuncia de las exacciones perpetradas por militares o por los que los combaten.  En La sangre de la aurora el tema deviene el sufrimiento de las víctimas, de las víctimas mujeres: esposas, madres, periodistas, cuya condición se afirma incluso cuando una de las voces femeninas presentes es la de una militante senderista.

El dolor, el crimen ya en nombre de la revolución ya en nombre de la defensa del Estado, el desprecio por la vida adquieren en esta corta novela  (ochenta y ocho páginas), el talante de un grito ahogado en el que, a pesar de todo, hay una voluntad de aferrarse a la vida y que esta se imponga a la destrucción.   Las situaciones y los personajes de La sangre de la aurora son ajenos a toda impostura. El artefacto literario de Claudia Salazar entraña humanismo, su escritura retiene al lector con desconcertante naturalidad. Estamos, sin duda, ante una gran novela.

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