Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Sobre la genuina poesía de imágenes y visiones frente a la farsa fonética sonora en Vallejo

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Si la poesía solo fuera fonética podría ser que Vallejo estuviera donde lo ponen sus acólitos, pero la poesía es otra cosa y siempre será otra cosa aunque bufen los adoradores de eufonías.

Por eso, todo lector agudo debería preguntarse ¿por qué Shakespeare es conmovedor siempre sin que importe la calidad de la traducción qué lo representa?, ¿por qué las imágenes de Dante subsisten aun en la más basta y balbuceante de las traducciones?, ¿por qué los epítetos de Homero suenan majestuosos en cualquier lengua existente?

La respuesta es, precisamente, porque todas esas obras no se detienen solo en los hallazgos fonéticos y sonoros sino que implican la superación de todo lo que existe en Vallejo y la gente que es como él, puros eufemismos sónicos.

Por eso, debemos comparar a Vallejo siempre para que siempre se aprecie en su real dimensión, siempre distante de los principales poetas universales que no han sido pocos en la larga historia del mundo.

La aseveración de que la valía de la poesía de Vallejo no sobrepasa a la de Adán ni a Ojeda, por otro lado, refleja una perspectiva amplia, fecunda y generosa totalmente distante de cualquier tipo de restricción y que incluye, de todas maneras, la presunta intrincada originalidad presente en la obra vallejiana mas la sentencia como insuficiente dada su estirpe baja y cotidiana, un mero divertimento formal.

La comparación directa entre poetas, por otro lado, no solo es tentadora sino que es necesaria imprescindible y fundamental para establecer las jerarquías precisas y jamás resultará simplista sino todo lo contrario. Además, establecer el marco comparativo captura la complejidad inherente a la poesía de Vallejo y a la poesía de todos los innumerables poetas que lo superan y solo en razón de dicho ejercicio de comparación se podrá advertir la exacta dimensión de cada poética en juego.

No hallo ningún argumento en lo que describen más supuestas respuestas a mi último artículo puesto que la mayoría señala méritos de Vallejo que no se discuten sino que se reposicionan. En varios de esos discursos solo se afirmas que Vallejo es Vallejo y Vallejo es el mejor porque es Vallejo. No dicen nada y lo que creen desarrollar se podría endilgar a ciegas a cualquier vanguardista como Hidalgo o Huidobro.

Mas bien ese es un punto ciego que no explora las condiciones metafísicas de los puntos altos de las poéticas de Adan y Ojeda ya sea que estas remitan a las ‘sumas voces’ o a las riberas de los rios infernales (ambas condiciones que Vallejo desde su cotidianidad, acaso excesivamente humana, ni siquiera atinó a husmear).

La excelencia fonética, en este orden de cosas, como valor poético es similar a apreciar jirones de piel bien cuidada en un cuerpo afectado casi enteramente por la lepra. Es decir, es un elemento de valor, pero es menor puesto que la poesía se encarga de cosas mucho más importantes.

En ningún momento, hemos obviado la riqueza fonética de Vallejo sino que, precisamente, hemos considerado que circunscribirlo a ella habría sido hundirlo de inmediato, sin valorar otros detalles más valiosos de su poética.

La reverencia hacia Vallejo es peor que el suicidio, es el mayor autoboicot que cada poeta peruano puede hacerse.

Si solo se ensalza lo fonético sería preferible ser sordo o dejar la escritura de palabras solo para silbar y si ese fuera el mayor mérito de Vallejo aniquilarlo sería ya no un acto de justicia sino un episodio de impiedad infernal.

La cita de Hinostroza respecto de la condición de ‘tótem y tabú’ es plenamente vigente, pero solo para los perturbados que han endiosado a un buen poeta como Vallejo haciendo caso omiso de sus limitaciones. De hecho, las reacciones de los vallejólicos demuestran como pesa en sus mentes el mito que el gran ronco fulminó plenamente y con la más honda sinceridad en su valioso testimonio Reflexiones Sobre El Asunto Poético (que todos los poetas deberían leer en lugar de hacer ‘relaciones públicas’).

Realmente, es una desgracia ver como la frágil poesía peruana solo sabe resguardarse en su fantasía sonora y fonética que la ha caracterizado toda la vida como una muestra colectiva menor, destacable sí, ciertamente, desde el estilismo y esas maneras tan finas, pero desdeñable desde la savia misma de la poesía y la pasión, la sabiduría y la grandeza. Precisamente, es por esta falencia estructural que la tradición poética peruana más perenne es la vanguardia y no el clasicismo.

Todo ello no basta para disputar los escenarios más altos y espectaculares de la poesía del mundo.

Finalmente, una crítica realmente honesta de la poesía de Vallejo y de la poesía peruana en general debe poner a la fonética y al mero trabajo formal donde corresponde, no permitiéndoles acceder jamás al sancta sanctorum de la Poesía que es siempre el fenómeno maravilloso y complejo de la propia experiencia poética y la creación de imágenes, lo que en su punto más alto, según la historia de la propia Poesía, corresponde al ejercicio de las Visiones.
En fin. Quizás les sea más fácil volver a nacer antes que aprehender de verdad a la POESÍA.
Last but not least, aquellos ingenuos que evitan las comparaciones son más maliciosos que conformistas. De antemano saben que valen muy poco y por eso evitan medirse o entrar en las rutas mayores de los más grandes maestros de la poesía. Piénsese solo en Walcott y Homero en Omeros o Pound y Dante en los Cantos. Si no se comparan no crecen.

P. S.
Es necesario decir la verdad de vez en cuando y así hoy debe decirse que que ni siquiera la supuestamente triunfal poesía peruana goza de credenciales mundiales de primer orden y la verdad es que por eso se evita comparar a los poetas peruanos con poetas inmensos de otras nacionalidades, cuando en toda la gran poesía y en toda la gran literatura del mundo las comparaciones son fundamentales a tal punto que los propios poetas de primer orden establecen líneas de continuidad o de exploración de las rutas mayores trazadas por sus maestros sin pretender que han aparecido como relámpagos de plasma sino que se atan a tradiciones y formas de expansión del contenido humano y de la propia experiencia poética como sucede en los casos de Derek Walcott que empalma directamente con el mayor aeda en Omeros y, oh, dulce compañía, Ezra Pound que, como el mismo afirmara, su intento poético absoluto era poner en verso todo el conocimiento que el mundo había acumulado desde la muerte de Dante y el punto final de su Comedia hasta los días del bárbaro autor de los Cantos (realmente, los cantares de gesta absolutos del siglo XX).

¿Prestaremos atención, entonces, a las ridiculeces fonéticas y sonoras en boga que se suelen ensalzar en Perú como sustitutos de una genuina savia poética y existencial de primer orden? Jamás.

Del mismo modo, debemos despreciar a los cobardes abyectos y fracasados que evitan la competencia solo para cobijarse en su red de minucias y afectos miserables puesto que la literatura como todo lo que en la vida tiene alguna importancia implica competencia y distinción, hacer saber que uno es mejor que los demás no por una mera jactancia o por un desfase de la personalidad sino por justicia y por un propio ejercicio de nobleza que obliga a cada uno a ser fiel, por lo menos, a uno mismo y a la verdad.















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