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Sobre el agradecimiento que debemos a las madres, por Percy Vilchez Salvatierra

Lee la columna de Percy Vilchez Salvatierra.

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Alguna vez escuché a un muchacho en el barrio que comentaba con otro desconocido: “Dices que tu padre es de lo peor, pero siempre viene a verte. ¡Te busca…!» La frase se me quedó grabada, pues confronta y contraría a miles de historias que se repiten una y otra vez en todos los barrios y pueblos del mundo, acaso un bien menor en medio del abandono generalizado puesto que lo ‘tradicional’ es que el varón desaparece o, a lo sumo, firma a sus hijos y nunca reaparece, ni siquiera para borrarse después, y, así, de pronto, la responsabilidad paternal pasa a ser, enteramente, un asunto de la madre y las mujeres de su entorno, abuelas y tías o primas mayores.

Así se han criado tantos que no puede negarse el mérito múltiple de una madre que lleva a los hijos hacia el futuro y los encamina al éxito y la buena vida. Pero, aun las madres de hijos conflictivos o erráticos, si tuvieron buenas intenciones en la crianza, también, deben ser objeto de presentes, elogios y homenajes (siempre se debe juzgar a las personas no por lo que han logrado sino por lo que han querido lograr). Claro está que, también, hay madres desnaturalizadas o que son más un cuchillo que un regazo para sus propios hijos pero estas deben ser la excepción y ser objeto de piedad antes que de repudio, quién sabe qué infiernos las han llevado a esa psicosis, a esa maldición para sus vástagos.

En fin, en un mundo o un medio en el que la incidencia de padres ausentes es importante, la presencia de la madre o de la figura materna que puede ser suplida por una buena abuela o por una prima o tía suficientemente amorosa es siempre el sinónimo perfecto del hogar y del reposo, sobre todo, de aquellos que están destinados a llevar su vida sin timón y en el delirio como cantaban ciertos poetas (quizás afectos al nopal y muy de poca madre como dicen los mexicanos).

Pero, cuando la madre está lejos o es esquiva o, peor aún, si está muerta desde una edad temprana aparecen en el individuo las muestras de ese vacío que es uno de los pocos que son inocultables e insalvables.

Por eso, de una buena relación con la madre dependen tantas cosas y no se necesita entrometer a Freud ni a ningún psicólogo para estos fines aun cuando siempre me ha atraído la idea lacaniana acerca del estadio del espejo y las consecuencias de que dicho espejo esté quebrado. Baudelaire es un caso terrible en este sentido. Lennon, igualmente, aunque, más o menos, lo salvó su tía Mimi.

La gran canción Mother (sobre todo en la espléndida y dura versión de Lou Reed https://youtu.be/EGC3p5ASZus?t=267 ) ofrece una imagen rotunda de como la ausencia de la madre (de los padres en general, pero partiendo de la honda marca que toda madre imprime en sus críos) puede provocar las heridas más profundas en el ser humano.

Por eso, es sabio y correcto, honrar a nuestras madres todos los días mientras haya vida. Ser agradecidos y gentiles con nuestras madres nos distancia de los malnacidos del mundo que son legión.

En este sentido, está demás enumerar todos los sacrificios que es capaz de soportar una buena madre en favor de sus hijos. Baste recordar aquella historia de Maradona, que podemos imaginar en todo hogar donde haya necesidades insatisfechas, en la que el capo recuerda como su madre fingía tener dolor de estómago para no comer y, así, dejarles más comida al resto de la familia  (“Mi madre siempre nos hizo creer que tenía dolor de estómago y fui ‘boludo’ hasta los trece años  porque no tenía dolor de estómago. Ella quería que comiéramos nosotros y siempre cuando llegaba la comida decía que tenía dolor de estómago. Por eso me siento orgulloso y la amo a mi vieja”). De paso, uno de los grandes homenajes a la madre fue protagonizado por este personaje en la grabación de Mi Dulce Amiga (aquí en la versión en italiano: https://m.youtube.com/watch?v=2i1UZ8ssbL8 ).

El célebre poema de Oquendo de Amat y cuanto poema haya hablado de las madres, pese a ser valiosos, no se comparan en su capacidad de síntesis a la admirable expresión de Thackeray:  «Madre es el nombre de Dios que vive en los labios, y el corazón de todos los niños» y esto es algo que debía ser expuesto en alguna parte. Gigante Thackeray, si es forzoso imaginar a un dios es mucho más natural imaginarlo en la figura de una madre que en la del déspota barbudo de los comunes. Por eso, acertaste maravillosamente, aunque el tiempo que describiste no debería ceñirse solo a la infancia, sino a la vida entera del ser humano.

Por todo ello, larga vida a todas las madres pues todos los hijos queremos que sean eternas y que no envejezcan y que siempre estén a nuestro lado aun si son los tipos que menos puedas imaginar en este sentido.

Seguramente, hasta el capitán Flint, Billy Bones  o Long John Silver han echado de menos a sus madres en sus horas más oscuras pese a que hayan provenido o acabado sus vidas (supongo) en una taberna de Bristol o Liverpoool o un prostíbulo en el Caribe y eso es decir bastante.

Feliz día, madres del mundo, sus hijos, sin que importen sus inmensos defectos, siempre han de preferirlas por sobre todas las cosas si son bien nacidos y si no lo son la culpa no es de ustedes, la vida y el destino, muchas veces, son más impíos que el peor verdugo.

Sin ustedes, el mundo entero sería mucho más duro e inhóspito para sus hijos que somos todos, la vasta tribu humana, madres del mundo.

¡Feliz Día, entonces, a todas las madres del mundo y, particularmente, Gloria y Felicidad a mi madre, doña Isabel Salvatierra, pues a ella le debo todo y dado que lo mejor de lo que hago desde que quiero hacer las cosas bien (ya sin tantos conflictos) se debe a que me ensalza el espíritu y me da paz que se sienta orgullosa de mis actos, vaya hacia ella este homenaje porque ahora como siempre su solo nombre es para mí el sinónimo absoluto del Cielo.

Gracias, madre, por la vida y por la música, por tu apoyo y tu dulzura, por tus sueños y tus manos y por todo.

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