Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Sobre cierto fragmento del epistolario de Xavier Abril y Emilio Adolfo Westphalen en torno a José María Eguren

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Acabo de leer un esbozo crítico de Abril y Westphalen en contra de Eguren y ello me ha generado una serie de reflexiones inmediatas sobre los contenidos que siguen entre comillas e inmediatamente después de eso, vienen mis impresiones esta tarde caliente de este invierno tan raro de 2023:

«Es necesario que ya de una vez se diga la verdad sobre este poeta. Aún es necesario que alguien señale cómo Eguren es un poeta del pasado, del siglo XIX, y que su credo estético de decadente preciosista ha caducado. Eguren fue un admirable poeta. Ya ha muerto. Su obra no pertenece al presente y mucho menos puede arrogarse al futuro. Con el sonido de los campanarios del fin del siglo pasado, pasó a mejor vida. El intento de resurrección que significa el homenaje de Amauta, fracasó. Es doloroso el espectáculo de un fantasma que simula no serlo. Es, sin embargo, el que presenciamos. Lo que debemos reconocer es que con Eguren tuvimos nuestro primer poeta. Actualmente persiste en la tradición y es la única vida que se permite. Los jóvenes solamente pueden continuar su obra negándola, echando paletadas de tierra sobre su obra. Es lo que nuestro tiempo nos obliga a hacer si no queremos estar muertos nosotros también, sepultados con Eguren».

1. El problema del Perú en torno a la poesía ha sido siempre querer arrancar de cero en lugar de hacerse poseedor y dueño de tantos otros «pasados» y tantas otras «tradiciones» que podrían haber constituido una muestra mayor que la realmente existente.

2. Westphalen y Abril son dos poetas extraordinarios (Westphalen, de hecho, está a la altura de cualquiera que se diga el mayor poeta peruano o, aun, por encima, ya sea que ese rótulo se le endilgue a Eguren, a Vallejo, a Deustua, a Ojeda o al que sea), pero eso no los hace infalibles.

3. Sin embargo, casi he sentido lástima al ver como dos tremendos poetas se preocupan a muerte por ser innovadores y rupturistas, perdiendo el tiempo así preocupados en minucias y en «supuestamente» arrasar todo lo preexistente a ellos para empezar con algo nuevo como si la gran poesía o la poesía real apareciera sin una sola raíz y con fecha de vencimiento.

4. ¡Cuán rica sería la poesía peruana si resonaran en ella con todo orgullo  los áureos metales del Siglo de Oro o la acerada simiente invicta del bronco lenguaje del Mío Cid!

5. En fin, todos estos temas deberían haberse hecho objeto del debate poético hace décadas, pero aquí lo que menos se hace es eso.

6. En este caso, es posible que Westphalen y Abril hayan incidido en un instante muy superfluo o que se hayan dejado llevar a ciegas por su temple vanguardista (lo que, sin duda, constituye un yerro del par de capos surrealistas extraordinarios), pero nada más.

7. Dicho sea de paso, debemos advertir cómo la tradición más importante del Perú siempre se cifra sobre la vanguardia (en diferentes épocas, no sólo el «vanguardismo») y quizás por ese inmediatismo y ese afán fundacional equivocado (en tanto nunca exhibe sólidas raíces muy necesarias para anclar la poesía en la profundidad plena de la historia humana y no sólo la historia de un país) es que no hay poetas inmensos sino solo excelentes estilistas.

8. Por otro lado, esa estupidez de que Eguren es el “primer” poeta peruano (otro “obsequio” fétido e infecundo de Mariátegui) no tiene fundamentos. De hecho ese elemento despreciador de otros poetas muy importantes contemporáneos o anteriores al autor de La Canción de las Figuras ha contribuido a hacer de la poesía hecha en Perú una exhibición de delicadezas (algunas muy valiosas), pero no ha dejado ni ha facilitado que se produzcan objetos de verdadero poder verbal.

9. A Chocano (a quien Eguren amó y admiró, tanto como hizo Vallejo, etc.) se le despreció abyectamente sin siquiera rescatar su poesía épica y cívica, sólo para mayor mal del país entero. Y, sin embargo, ¿cuántos años de vida daría cualquier poeta del lenguaje por tener la sonoridad del capo autor de Oro de Indias?

10. Sin embargo, hay algunas fórmulas (acaso más precisamente las meramente «vanguardistas» o «programáticas») que si pueden considerarse caducas o limitativas en Eguren, en Westphalen, en Moro y en quien sea, pero eso no debe desmerecer la obra entera (incluso las limitaciones de sus formas no tienen porqué depreciar los hallazgos de sus contenidos o imágenes).

11. Por todo ello, el mérito de la poesía es que pese a esas condiciones coyunturales (y sujetas a una suerte de caducidad) subsistan otras cosas más importantes y esenciales, acaso más vinculadas a la eternidad, y eso es lo que, visto desde una perspectiva de siglos, vale, sirve y merece el homenaje de los entendidos.

12. En ese sentido, siempre que se analice a la poesía hay que tratar de poner la vista lo más alto posible en el espacio y lo más lejos posible en el tiempo, para intentar advertir el alcance real de las diferentes propuestas que se estén apreciando, valorando o evaluando.

13. Calibrar poéticas sólo en torno a una vista de pocas décadas y de espacios territoriales mínimos (como un país, por ejemplo) siempre va a ser un error, útil acaso solo para propósitos menores o fines pseudodidácticos vinculados a un propósito político o de cualquier otro trasfondo irrelevante.

14. Retomando lo del «primer poeta peruano», ¿no será que por andar incidiendo en esas estupideces no se han estudiado a fondo las literaturas producidas cuando el virreinato ni se ha asumido a la poesía española del Siglo de Oro (y de los otros siglos, también) como parte esencial y fundamental de nuestra propia expresión?

15. ¿Es solo algo aleatorio que el Perú no tenga un solo poeta virreinal de la talla de la inconmensurable Sor Juana Inés de la Cruz (quizás lo haya y no lo conocemos)?

16.  ¿No es llamativo que el mayor ensayo sobre Góngora lo haya escrito un cuzqueño como el Lunarejo, al que parece que no visitaron jamás todos estos «grandes» poetas peruanos (excepto Martín Adán)?

17. Estos puntos deberían preocupar a todo aquel que se diga o se haga pasar por poeta en el Perú.

17.1 Los aficionados y los entusiastas, desde luego, no tienen nada que ver con todos estos asuntos y desde ya se les absuelve de toda responsabilidad.

17.2. Sin embargo, los poetas (auténticos) sí deben problematizar todo lo demás.

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