Hay una suerte de identificación mórbida con el malo, con el duro, con el achoraó. Con ese man que despotrica, que se baja en una a quien está subiendo o destacando con un tacle de Jacky Chan directo a la nuca: puaj, pa´fuera. Tú no sabes escribir, tu novela es mala, tu poemario se sacó cero de nota. Has escrito con los pies, pa´la calle por monse, por sano, por hueveras triste.
La tribuna virtual aplaude, likea, comenta, chonguea con la desgracia ajena, porque ha visto sangre, porque el valetodo ciberespacial le ha colmado las expectativas. Te pasas, oye, disfrutas de eso, ¿no?, fuiste muy bagre colocando esa chapa, pero te admiro, siempre te sigo –ya te lo dije, ¿no?, bueno te lo repito-, igual lo voy a compartir. Así es, así somos los limeños. ¿Es feo verse tan cerca al espejo, no?, porque las arrugas se notan, porque las verrugas propias se vuelven obscenas, pero eso es solo lo que hay, primo.
Luego la violencia se establece como en los violadores con los de su entorno más cercano. La clásica. La mayoría de estupros se cometen en casa. Esto en la literatura es una cacheteante realidad: el crítico –perdón-, el que funge de crítico, una suerte de cóctel que mezcla lectores asiduos, voluntariosos, escritores en bajada de reyes, señorones agridulces, libreros, bloggers, llamadores de combi y demás. Consideran, a priori, de baja calidad a los escritores nacionales. Los descalifican por portación de cara, por portación de editorial, por portación de nombre, procedencia, tendencia sexual, equipo de fútbol o signo zodiacal.
Los descalifican por lo que sea, en one, como dirían los más chibolos o achibolados. No hay literatura peruana, es más, si lo hay, hay literatura limeña, y si lo hay, hay literatura de sus patas. De los mismos que salen pichangueando o cheleando los fines de semana en las fotos de sus cuentas Facebook. Pero con la literatura extranjera allí sí, no solo se endulzan, se amariconan, se ruborizan y aflautan la voz para pronunciar Coetzee, Murakami, Philip Roth, Cărtărescu, Cărtărescu, Thomas Pynchon, Pynchon, Pynchon… Ellos sí no se repiten, ellos sí que son originales, ellos están siempre en avanzada, en el avand garden, en la puntita de la lanza.
Ya pues, deja tu TRADUCCIÓN de esos versos memorables, acaso no sabes que están leyendo una segunda lectura. Parafraseando la sentencia bíblica, pero al revés, así como ves la paja de los nuestros, mira de vez en cuando la paja de los otros. De esos ajenos tan tuyos, ya pues, safa, safa nomás.
Y ahora ¿quién podrá salvarnos? ¿Los periodistas culturales? ¿Cuáles, esos que cambian de nombre a las obras, que no saben la fecha de publicación, esos que no leen los libros pero igual los pontifican o condenan al más abyecto Hades? O los otros, quién sea, no importa, porque esto ya parece una escena solitaria de duelo en el Viejo Oeste. ¿Acaso esos Billy The Kid con pistolita de carnaval que han asumido lo que los críticos por desaliento o simple desdén han dejado pasar? ¿Son los bloggers, entusiastas lectores, que dictaminan tendencias literarias con la severidad intelectual de Alfonso Reyes o Ángel Rama cuando son más miopes que el Zorrito Aguirre ante el arco rival? ¿Somos nosotros, los ingenuos escritores, que legitimamos su deleznable gusto invitándolos como presentadores, como firmantes de contratapas? No se pasen, pues.
Dictámenes como “no hay nada bueno en el 2013 en el Perú”, “No existe nadie mejor que mis patas que escriben como Borges y posan como Chocano con peinadito One Direction y zapatillas converse”. Gente que se cree mala, que habla duro para impresionar, para encandilar, para levantarse a una flaquita, para capturar el aprecio de esa gente enferma por el síndrome de Estocolmo a la limeña. No seas malo, a la limeña, solo los suspiros, primo.
¿Así quieren que sobresalga, que levante cabeza la literatura peruana? ¿Seguiremos sacando a bailar -en las Ferias Internacionales- a las viejas señoronas que ya no tienen ritmo ni para un valsecito tranquilón? No mojen que no hay quien planche. No planchen que no hay quien moje, quien humedezca o por lo menos haga cosquillas a esta vaina que ya no lubrica. ¿Acaso las Yolas Polastris seguirán dando la nota peruana, tara, tara, la guitarra, bom, bom, el acordeón? ¿Hasta cuándo seguirá la Fiesta de Cepillín y sus amigos? Y luego se quejan de que uno se promocione en el face, cuando los zombies de los editores no tienen ni voz ni voto en la prensa, cuando están contando sus monedas para pagarte el taxi, o combi-nomás-chino, eso es lo que alumbra, eso es lo que hay.
Cuando en las presentaciones a las justas hay pal champán de diez lucas. Por qué no apoyar a escritores de provincias, por qué no entender que la poesía también es la que sale de ese vientre permanente que es Puno, que en Arequipa se están cocinando volcánicos proyectos, por qué no se dan una mirada a la selva, al norte, en fin a TODO el país. Por ahí van los disparos, primo, pero nadie hace caso. El Perú es muy grande dirán los vagos; en el Perú hay mucho cholo asegurarán los pituquillos, en el Perú hay muchos feos, dirán los operaditos de ñata y pelito pintado para gloria y homenaje del Bobby de Alienación. Esa gente no entra en nuestros catálogos, Sorry con escuismi.
Y luego te sorprendes por qué se pontifican los libros que importan de una Europa en crisis que no sabe qué hacer con ellos. Te admiras que las librerías estén repletas de ejemplares que tienen un auge episódico, porque eso sí, lo episódico para afuera, para acá no, qué vas a escribir un clásico tú, zambito, tienes que leer 60 libros por lo menos y luego hablamos. ¿Cuáles, esos que promocionan en unas librerías secuestradas por monopolios –para no decir mafercuririfá-? ¿Por qué los Premios COPE no tienen tanta cobertura como los transnacionales? ¿Por qué esto pasa en este valle de lágrimas que debería llamarse Perusalem porque siempre el Cristo es cholo, chancado y misio? No sé, causita, lo único que sé es que esto huele a un colonialismo rancio e insoportable.
Donde aprendices de virreyes mal coronados adoptan sus peores modales de capataz para cachorrear, para mascotear a los nuevos escritores de ese país que ellos no ven y que ni siquiera imaginan. Creen que porque vienen ranqueados por años y años de maleta brava van a asustar a alguien. Nica, ñofis, tengo un pit bull recién compradito que tiene más estilo para ladrar que todos ustedes juntos, por mi madrecita.