Recuerdo con cariño su película tan humana e inteligente “Mi pie Izquierdo” (1989), Jim Sheridan ha sabido mostrar con profundas imágenes, el rostro de la vida, abriendo nuestros ojos y desplayando nuestros sentimientos como “En el nombre del padre” (1993) con la gran actuación en estas dos películas del camaleónico “Daniel Day Lewis”.
Un Dublinés nació en 1949 y llega a Nueva York, con una gran experiencia como dramaturgo, se logra abrir camino en el mundo del cine, una persona que lee a Shakespeare y Joyce los cuales alimentan su convicción y crean ese aura que logra transmitirnos en cada una de sus películas.
¡El silencio es el grito más fuerte! un silencio que es totalmente invisible. Interiorizándose en el mundo de sus personajes, como en la vida del pintor parapléjico de origen Irlandés “Christy Brown”, Sheridan, nos introduce con la cámara a sentir cada imagen, hasta tocarnos la piel y sacarnos de la coraza que nos envuelve, con la gran sencillez que muestra siempre en sus películas logra crear algo hermoso, dándonos a conocer una vida intelectual, artística, emotiva y sexual, el cual alimenta nuestros ojos llenándonos con un lenguaje apasionado. Un pie puede ser más que un pie, y ese es el izquierdo; utiliza la tristeza como progenitora, un sentimiento que logra transmitir genialmente, el drama en sus películas es como un motor, el cual produce una magia que nos enseña a convertirnos en espíritus libres.
Un país con una llanura central que se extiende de este a oeste con muchos lagos y ríos la Irlanda profunda es su tierra natal donde su película “El Prado” (1990), muestra esa relación entrañable del hombre de campo y la tierra, esa dualidad que generan sueños, los sueños de un viejo labrador que son trabajar la tierra para que finalmente lo ceda como herencia a su hijo, una trágica historia comienza cuando aparece un comprador para la tierra de aquel viejo labrador que la alquilaba. Allí se puede respirar algo de tragedia griega, de historia fatal como lo hacia Sófocles. Sheridan es uno de los directores que muestra con transparencia a cada ser humano.
“Los cuatro de Guildford” resulta una historia demasiada humana, humana por lo injusto estupido, autoritario e ignorante que se resulta ser al momento de ejercer las leyes, y “En el nombre del padre” Sheridan narra esa historia sin caer en lo lacrimógeno, despertando nuestra razón, esa razón de la que hablaba Voltaire “la costumbre más antigua del hombre es razonar”. Una historia que se origina por el atentado en Londres del Ejército Republicano Irlandés (IRA) en 1974, siendo capturados por la policía cuatro jóvenes hippies, haciéndoles confesar mediante coacciones y torturas algo que no habían cometido.
La buena relación de director actor es notable ya que Jim Sheridan continúa trabajando con Daniel Day Lewis también en “The Boxer” (1997) otra historia de injustita, pasión y esperanza. Pero aún hay más, el encuentro con un viejo amigo golpea la puerta de los recuerdos, de donde nace su película “In America” (2002) ese sentimiento guardado de todo inmigritante, la sensación de volver a nacer y soñar con nuevas oportunidades al pisar otro suelo, permite recrear una película llena de sentimientos, contada con mucho cariño y desde una perspectiva infantil, esa inocencia, que permite sorprendernos y, conocer un poco más sobre la vida de este gran cineasta.
Al parecer quedó encantado con las historias biográficas, ya que se anima por trabajar una historia con algo mas de acción, pero con una realidad cruda, que duele como una cachetada fría, mostrando la historia del conocido rapero Curstis «50 Cent» Jackson, en “Get Rich or Die Tryin Marcus” (2005), Sheridan se sumerge a un mundo frió, sórdido, violento, una vida de un adolescente ahogada en tragedia, crimen y drogas, que da un cambio gracias a la música y el atrevimiento a crear. Sin duda cada una de sus películas está hecha con cariño porque se nota que siente el cine y se deja percibir mediante las imágenes que transcurren acompañadas de historias. Un artista irlandés de piel delgada, que proyecta la vida con una hermosa sencillez.