Vivir en Brooklyn, ser de familia judía y tener a dos profesores como padres, sin duda ayudó a florecer la rebeldía e independencia con la cual Aronofsky sobrevivió en las calles. El cine fue su compañero en esas soledades de casa, desde niño pasaba mucho tiempo viendo cine clásico, observando en blanco y negro la vida; el deseo de expresarse latía cada vez con más fuerza, empujándolo a las calles a pintar grafitis, la vena artística se hinchada con el paso de los días, entrando así a estudiar cine en Harvard y luego en el American Film Institute. Aronofsky es un salvaje psicológico, marcado por el conflicto, con una infinita sed obsesiva que se respira en la mayoría de sus filmes.
Un director joven, con talento y una sensibilidad con la cual logra despertar el brillo en los ojos; entre sus trabajos realizados figuran dos cortometrajes “Supermarket Sweet” y “Protozoa” su primer largometraje fue “PI” luego vinieron películas como “Réquiem por un sueño”, “La fuente de la vida”, “El luchador” y “Cisne negro” último filme protagonizado por Natalie Portman.
Aronofsky inicia la película con la danza, mostrando a su personaje indefenso y frágil, intenta hacernos creer que es la víctima, vestida de blanco como símbolo de pureza, pero rodeada de un fondo negro, esa oscuridad somos nosotros. Inteligentemente nos inserta en la línea narrativa, convirtiéndonos en parte de la historia. La película no sorprende en ningún momento, Natalie Portman encarna a su personaje de forma tibia, sus esfuerzos por hacernos creer la historia se quiebran porque su cuerpo y sus ojos no tiene la fuerza expresiva de la pasión por la danza, el fuego no se enciende con la música, tristemente se derrite intentado crear algo que no llega a sentir en toda la película.
La elección de la actriz no fue la indicada, por más que haya recibido un Oscar como mejor actriz, no significa nada, ya que el Oscar es una payasada gringa, que continúa sin premiar el talento. La carita linda de Nina no alcanza para capturar la historia, es solo un cuerpo frío de ojos bonitos, en toda la película Chaikovski la golpea con la belleza de su música, “El lago de los cisnes” nos provoca a cerrar los ojos para disfrutar con tranquilidad de un hermoso orgasmo musical que la película no puede darnos.
Aronofsky revela que se equivocó en la elección del personaje, ya que se esfuerza por solucionar tal error, en todo momento dispara símbolos de color, lo más obvio es en casa de Nina, la madre todo el tiempo esta vestida de negro, un luto eterno que no alcanza, Aronofsky nos quiere decir algo pero que Nina no convence.
Dejando de lado al personaje de Natalie Portman, hay cosas que si son interesantes, el trabajo de la iluminación, la dirección de fotografía, la banda sonora y el manejo de cámara, estos elementos son lo mejor que tiene el filme, ayudando a deleitarse con primeros planos y singulares movimientos de cámara apoyados de buena música.
No es el mejor trabajo de Aronofsky, lejos están sus películas, “Réquiem por un sueño” y “El luchador” queda claro que para hacer cine no basta con meter una cara bonita y un poco de sexo en una historia de amor y muerte, en una historia donde se necesita mucha pasión, ni Aronofsky ni Portman logran romper el hechizo de más de un siglo.
No es un tema casual la elección de la historia, esta lucha con sus demonios es arrastrada en toda su filmografía, el “Cisne negro” es el reflejo del alma humana, el blanco o negro es la estúpida idea occidental con la cual se clasifica el bien o el mal.