La última historia de Tarantino me hace recordar una pregunta que le hicieron ¿si no hubiera sido cineasta a qué se hubiera dedicado? Su respuesta la lanzó directo como una flecha, “hubiera sido un asesino serial”. Su curiosa relación con el cine comienza fuertemente desde su adolescencia, trabajó alquilando películas en un negocio como los conocidos y desaparecidos blockbuster; aprovechando el tiempo libre que le permitía ese tipo de labor, escribía guiones, miraba gran cantidad de películas y soñaba cada vez con más fuerza en filmar sus propias historias. La eterna juventud y su locura peculiar le saltan por los ojos, sin duda esa sed casi vampírica por la sangre, le da el color y estilo a sus películas.
Bastardos sin gloria se inicia al aire libre con un estilo clásico, pausado y con un fondo musical que juega con nuestros sentidos, los uniformes nazis nos hace entender que no es la familia Ingalls, la buena actuación y los diálogos algo extensos pero acertados van lentamente inquietándonos por conocer lo que la cámara esconde, inicia dándonos un vaso de leche, una escena sana y tranquila al parecer, pero termina en una desesperada necesitad de Tarantino, la violencia, provocada por armas que van encubando un personaje metafísico llamado “odio a los nazis” copiando el estilo de Goebbels, Tarantino nos narra una historia de un grupo de vengadores, creado para cazar a todo aquel que tenga un uniforme alemán, la consigna es simple matar, matar y matar nazis.
El gran odio de los nazis a los judíos le permite a Tarantino jugar hacer una película, pero apoyado de un instrumento, el efecto espejo, que sirve para dos cosas, reflejar y devolver como una luz, -el odio- esta vez para los nazis. Si alguien lo duda, Henry Ford nos puede enseñar mucho sobre como odiar a los judíos, solo basta con leer su libro “el judío internacional” donde los describe como ratas.
Tarantino respeta la historia inteligentemente, claro que la respeta si contiene todo lo que le encanta, el show de la masacre humana. Debo confesar que es la segunda vez que observo a Brad Pitt actuar, la primera fue en “Doce monos” y la segunda en “Bastardos sin gloria” lo demás no existe. La elección de los personajes fue muy bien trabajada, sosteniendo con cada rostro una encantadora ficción histórica. Pero está no es su mejor película, lejos esta su gran obra “Pulp Fiction” (1994) que rompió paradigmas combinando humor, acidez, lo bizarro y absurdo.
Bastardos sin gloria esta presentada por capítulos, una estructura narrativa que ayuda a jugar con el tiempo y entenderla como saltando soga. Otra interesante idea, es la forma como condensa las escenas, utilizando una sala de cine como una gran olla para cocinar a fuego lento el plato de la noche “Alemanes a la francesa” la frialdad calculadora de una mujer no podría retratar mejor idea.
Lejos de destrozar cráneos con una bate de beisbol, cortar cabelleras, decapitar y marcar como ganado en la frente la cruz esvástica, Tarantino nos ayuda a recordar tres cosas, la primera es la gran masacre provocada por un personaje llamado Hitler que convenció a un país en exterminar judíos; la segunda es, así como los judíos fueron tratados por los nazis, ellos repiten la matanza con los palestinos; la tercera nos recuerda que de seres “humanos” no tenemos nada, simplemente somos animales salvajes con costumbres humanas.