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SILENCIO, SE RUEDA: «La buena estrella» una película de Ricardo Franco

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CRÍTICA

LA BUENA ESTRELLA

Una historia de emociones, que nos enseña a sonreír en la tristeza

Edwin Cavello

Los primeros fotogramas  nos muestran animales muertos que son carneados, la cámara recorre el camal,  de forma simbólica nos habla de la esterilidad de Rafael (Antonio Resines)  un carnicero que tiene una vida tranquila, hasta que  de regreso a casa, encuentra a Marina (Maribel Verdú) siendo golpeada por su novio y la ayuda. Ahí se da inicio a una curiosa relación. Ricardo Franco nos habla sobre el amor, el abandono y la soledad de forma poética, en una historia donde los gestos son la fuerza de la película.

Este  director ninguneado en su momento,  demuestra su gran talento en 1997 y un año después en 1998 muere,  hizo siempre sus guiones  y de alguna manera se entiende el hecho de nacer y morir en mayo. El director Ricardo Franco era un fumador empedernido, recordado bohemio madrileño, rodeado de misticismo,  un viajero de espíritu  aventurero,  mujeriego con el corazón agujereado, cuentan que los ojos le brillaban por un amor que no pudo ser. Falleció a los 49 años de un infarto de miocardio, sin terminar su obra póstuma, Lágrimas negras.

Maribel Verdú  encarna  el papel de Marina, sin duda uno de sus mejores personajes. Su acercamiento con Rafael es sexual desde el primer momento. Rafael cambia su vida radicalmente de la soledad a  la vida familiar,  todo va sucediendo como soñando, difícil creer que un hombre estéril, de la noche a la mañana se convierta en padre, una mujer le transforme la vida, empujado por el amor a Marina, Rafael  sin ser el padre biológico decide firmar el bebé que ella lleva en el vientre, la idea  lo emociona, lo envuelve de inocencia. Su buena estrella había llegado.

Una historia de emociones, que nos enseña a sonreír en la tristeza,  una película que nos empuja a soñar y creer en que tal vez sucederá; un suspiro a la búsqueda en este laberinto llamado amor. Franco eligió bien los personajes, todos diferentes, les da libertad hasta que aprendan a mirarse a los ojos, contrastando sus tristezas, su falta de afecto, para que se  conozcan sin prejuicios, entre sus necesidades y demonios.  Somos animales y nos movemos por instinto, pero cuando hay amor nos volvemos humanos.
Otro de los aciertos de esta película es la música,   que nos sumerge entre la sensación de una tragedia griega y la satisfacción de un abrazo.  Daniel (Jordi Mollá) el tercer personaje de este lago de cisnes desplumados,  representa  al guapo de cara que lleva en la piel la marca de miserable, del perdedor con sonrisa dibujada; pero que el sufrimiento le devora el alma y hasta la vida.

La fotografía sirve de base en una historia como ésta, la buena dirección fotográfica nos permite leer cada gesto, cada forma de expresión cuando el dialogo está ausente. Apoyado a eso la cámara marca una distancia en las escenas, con buenas encuadres trabaja muy bien los planos generales y plano secuencia; las escenas de sexo sin ser explicitas  muestran una belleza pasional que le permite convertir las imágenes en poesía.
Esta película ha sido ganadora de 5 premios goyas,  entre ellas a mejor director.

AÑO 1997
PAÍS     España
DIRECTOR Ricardo Franco
GUIÓN Ángeles González Sinde & Ricardo Franco
MÚSICA Eva Gancedo
FOTOGRAFÍA Tote Trenas
REPARTO Antonio Resines, Maribel Verdú, Jordi Mollá, Elvira Mínguez, Ramón Barea, Clara Sanchís, Andrea Ramírez

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