Opinión
¿Sentimos vergüenza de ser peruanos?
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Por Tino Santander Joo
Sí, porque todavía no hemos resuelto el conflicto indo-hispano en nuestro subconsciente. Paradójicamente, sobrevaloramos al Perú en muchos aspectos, lo que evidencia un etnocentrismo que refleja nuestros complejos de identidad. La historiadora Cecilia Méndez ilustra este conflicto latente en su magistral artículo “Incas Sí, indios No”. Mientras el nacionalismo criollo exaltaba al incario para obtener beneficios económicos, marginaba y explotaba cruelmente a los campesinos indígenas en sus haciendas. Así, en el Perú contemporáneo, exaltamos el Tahuantinsuyo, pero a la vez despreciamos culturalmente a los cholos de los conos, a los serranos y a los chunchos de la Amazonía.
Esta contradicción se refleja en nuestro orgullo por la geografía y la cultura milenaria del país, pero también en una sensación de inferioridad, ya que muchos todavía cargan con la “mancha” india, mestiza y chola, que la mayoría quisiera borrar. Como resultado, somos un país hemipléjico, una república a medias y una democracia de papel. El Estado de derecho es una ficción, y la clase política, corrupta, está al servicio de los intereses de los grupos de poder económico. Esta situación avergüenza a millones de peruanos, quienes buscan emigrar del país, amparados en la inseguridad y la falta de oportunidades.
La degradación cultural también se manifiesta en las encuestas, que muestran que la mayoría se avergüenza del Congreso, del Gobierno y de los medios de comunicación. Surge entonces la pregunta: ¿por qué odiamos tanto a los congresistas, políticos, medios, a la CONFIEP y a los banqueros? ¿Será que son como nosotros, “pendejos”, “achorados” y “rosquetes”, como se dice en las calles del Cusco? La corrupción, la degradación, la informalidad y la pobreza conviven con nosotros, pero no hacemos nada, o simplemente no nos interesa, o nos hemos acostumbrado a ese modo de vida.
Aquí surge otra cuestión: ¿realmente nos avergonzamos de ser peruanos, o es solo una pose de las clases medias altas esnobistas? Estas clases parecen ser de izquierda por las mañanas, cuando hay humedad en Miraflores y San Isidro, pero por las noches terminan aplaudiendo a Vizcarra o al político de turno que sea “políticamente correcto”. Así, la vergüenza de ser peruanos se convierte en un síntoma de la pequeña burguesía que no acepta la “choledad” del peruano, sus maneras de pensar, sentir y actuar. No toleran su vulgaridad, su “achoramiento” huachafo, ni su música, que consideran carente de armonía. Nada que ver con el Perú formal y blanco, que se moviliza en burbujas tribales. Es ese Perú el que quiere un barra brava como Phillip Butters de presidente, alguien que “patee” a los cholos insurrectos. Buscan un líder monotemático que cuente chistes y promueva el circo, siempre y cuando no afecte los intereses del oligopolio bancario y del monopolio farmacéutico; mientras tanto, todo está muy bien.
La burguesía, por su parte, no quiere hacer la revolución ni tomar el poder directamente; son los “rosquetes” que se esconden detrás de matones o militares que defiendan sus intereses. Compran los medios de comunicación tradicionales y los utilizan como voceros institucionales de sus empresas. Son incapaces de conducir al país, pues no tienen un proyecto de patria; solo buscan enriquecerse haciendo de la política un vil negociado. Las clases medias, a diferencia de la derecha peruana, no se avergüenzan del Perú, pero son indiferentes a sus dramas.
En contraste, están los cholos, el pueblo, los comuneros andinos y amazónicos, los estudiantes, los emprendedores y las mujeres de las organizaciones sociales y femeninas. Ellos, en las fiestas patrias, marchan con orgullo en los desfiles cívicos que conmemoran la independencia del Perú. No sienten vergüenza los cholos; son otros quienes se avergüenzan del Perú, aquellos que no reconocen que son mestizos, que el Perú nació con España y que sigue siendo un reto pendiente, un país que merece una revolución social que sacuda sus cimientos y nos encamine hacia la libertad y el verdadero Estado de derecho. Los cholos somos, y seguiremos siendo, orgullosamente peruanos.