Esta semana en la Casa de la Literatura la editorial Toro de Trapo presentó el libro de poesía “Cantos Peregrinos” del poeta mexicano Juan Carlos Recinos.
El joven sello editorial “Toro de Trapo” está ingresando en el circuito literario a pasos agigantados, publicando con buena calidad a diferentes autores nacionales y extranjeros, en esta oportunidad se presentó el libro del poeta mexicano Juan Carlos Recinos, con la presencia del agregado cultural de México Héctor Villaseñor y Roy Dávatoc representando al sello editorial.
También estuvo presente Juan Carlos Recinos, pero lo hizo con la ayuda de la tecnología, mediante un video conferencia el público pudo conocerlo, escuchar sus poemas y sentir que para la poesía no hay distancias que valgan.
La obra de Recinos, navega en un mar calmado entre pájaros, en cada poema se respira esa sensualidad de la piel, la musicalidad permite sentir ese movimiento corporal que despierta los sentidos, invitándolos a un viaje lleno de deseos, sueños y placer.
Antonio Skármeta nos habla sobre la obra de Recinos: La poesía es antes que nada una actitud. El joven se despliega ante su tema provisto de una tradición, una retórica, un logos, que lo acechan con su prestigio y que él debe, con un personalísimo esfuerzo, emplear y rechazar al mismo tiempo, para que en esa actitud pueda decantarse lo que en el fondo le interesa: su peculiar intimidad.
Juan Carlos Gómez Recinos pertenece a la más pura estirpe de poetas. Aquellos a quienes la poesía le «suena», aquellos que han acumulado palabras y afectos que van desde Mallarmé a Borges, y lo nimban como una aureola al santo al momento de acometer su epopeya: la más intima y la más grande del mundo. Cantar un amor. Servir a la musa con el frenesí de quién convoca todo el repertorio inmenso de imágenes para albar la unicidad específica del ser amado.
Antes que nada, ahí está presente la naturaleza que se enciende con el aliento de la sacerdotisa. Todo el universo es arrollado por el arrebato. Pero como buen amante, y buen poeta, Gómez Recinos sabe que es preciso retirarse y contenerse. Que hay que depositar los versos entre silencios. Que hay que tocar y marchase. Y volver a embestir.
Es lo que los poetas llaman «el ritmo». Es el fértil silencio, o la sombra entre las llamaradas. Este recurso le permite al vertiginoso romántico depositarse en las páginas como muy contemporáneo.
Entra con ímpetu, y se retira en puntas de pies. Ha producido el encantamiento en el lector: nos ha expuesto su musa y sus sentimientos en la belleza de su plenitud.