Opinión

¡Se han sublevado los indios!

Lee la columna de Tino Santander Joo.

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Por Tino Santander Joo

Ante la mirada atónita de la clase política los indios se han sublevado. Todos los indios. Los viejos indios quechua hablantes, los aimaras del altiplano; los lupacas de las orillas del lago Titi Caca, los huancas, los chancas de Apurímac y Andahuaylas; los Wari de Huamanga; los cholos de las chicherías, de los mercados, los microbuseros, mototaxistas, vendedores ambulantes, pequeños empresarios, trabajadores agrarios y urbanos; comuneros, profesionales independientes, empleadas del hogar,  profesores, mineros informales e incluso los que pertenecen a organizaciones criminales y subversivas.  

La clase política no entiende el significado simbólico de la plataforma de la sublevación. Se preguntan: ¿Cómo exigen cambio de constitución, si no saben que es una constitución? No comprenden que la inmensa mayoría percibe que la constitución favorece a los ricos ¿Por qué quieren cerrar el congreso que ellos eligieron? Los peruanos están convencidos de que el congreso es el reino de los privilegios, la corrupción y, la vulgaridad. La inmensa mayoría se ve reflejada en los congresistas y eso los enardece hasta la irracionalidad.

La rebelión popular es como un inmenso río caudaloso que arrastra iracundamente todas las rebeldías, las emociones, las angustias, los resentimientos. No entiende razones legales, ni explicaciones políticas; quieren derrotar al gobierno, al congreso, a los medios de comunicación limeños a los que consideran sus enemigos. Es una rebelión instintiva, ansiosa por el reconocimiento social; no tiene un programa, una vanguardia y es aparentemente espontánea y vandálica.  Nadie los sabía enfrentar y se imponía la visión policiaca, el miedo y la represión instintiva. Mientras tanto millones de ciudadanos no pueden trabajar y ven como pequeñas turbas delincuenciales y subversivas atentan contra su vida y propiedad sin presentar una alternativa coherente para el cambio que el Perú necesita.

En medio del temor a las turbas y la incompetencia gubernamental surge una rebelión dentro de la rebelión; miles de trabajadores y ciudadanos se organizan en comités cívicos y marchan por la paz y establecen una alianza con militares y policías para combatir a las turbas delincuenciales y al neosenderismo que desprestigia la sublevación andina.  La rebelión se generaliza. Nada será igual. El Perú, ha cambiado y es consciente de que el país necesita transformaciones reales en la vida política, económica y, social. Si la derecha cree que la gente que combate a las turbas lucha por el viejo orden imperante está equivocada y aislada del país; si la izquierda cree que puede hegemonizar el descontento popular e implantar el socialismo del siglo XXI, no conoce el Perú, menos el sur andino.

En el sur peruano se libra una batalla por el destino del país.  Los peruanos no quieren una revuelta politiquera; demandan un programa de transformación; quieren libertad económica, acabar con el monopolio financiero y farmacéutico; con la prepotencia de las empresas privadas de servicio público y de la gran minería de enclave. Demandan infraestructura social y productiva. Lentamente va configurándose una nueva clase política que expresa la diversidad de demandas nacionales y buscará tomar el poder.

La sublevación andina ha descubierto un país que no querían ver las elites, porque es: cholo, feo, agresivo, rebelde, injusto, corrupto, leal y noble en la batalla. La derecha exige orden y fuego y volver a la “normalidad”, pero, eso ya no es posible, solo la revolución social que afiance la libertad económica y la justicia social podrá salvar al Perú del suicidio de la guerra civil. Por lo pronto, la alianza entre militares y ciudadanos ha empezado y esta tiene que extenderse a los campesinos. Las fuerzas armadas no pueden estar al servicio de los grupos de poder económico y deben honrar la memoria de los héroes nacionales.  

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