Terminadas las recientes olimpiadas Tokio 2020 tuve la ocasión de sentarme en mi sala y ver un documental en Netflix de nombre “Ícaro” (2017), del director estadounidense Bryan Fogel, donde aborda el dopaje de los deportistas rusos, ganadores de medallas olímpicas en distintos eventos organizados por el Comité Olímpico Internacional (COI).
Mi columna parte desde ese interesantísimo documental, respaldado por centenares de documentos científicos y confesiones de personajes vinculados a esa red de encubrimiento de pruebas positivas del más alto nivel, perfectamente estructurado; tanto así que tomó muchísimos años en descubrirlo, y solamente se destapó gracias a un “accidente” ya que el director del documental quería probar cómo era tan fácil engañar el control de antidopaje del deporte profesional, llevándolo a una verdad aterradora. Es así que logra contactarse con un personaje clave en toda la trama: Grigory Rodchenkov, quien quitará, no solo a el cineasta sino al mundo entero, la venda de los ojos.
La historia completa, para no arruinar el desenlace, la pueden ver aún en esa plataforma de películas, series y documentales.
Ya con el sinsabor en mis labios, me puse a indagar un poco más sobre ese evento deportivo que congrega cada cuatro años a la élite deportiva… supuestamente.
Sin ir tan lejos, Tokio 2020 se inauguró bajo una estela cubierta de críticas de sus propios habitantes quienes pedían hasta el último momento la cancelación de la justa deportiva. La primera de las razones es definitivamente la incesante ola de contagios del Covid-19 que viene padeciendo esa ciudad nipona, teniendo semanas atrás, justamente días antes de la inauguración, las cifras más altas de infectados desde inicios de la pandemia.
Sin embargo, esa no es la única de las razones. Según un estudio de la Universidad de Oxford, este evento es considerado como el más costoso de la historia, alcanzando los 15, 400 millones de dólares americanos. Otras investigaciones provenientes de auditorías gubernamentales advierten que la cifra podría incrementarse escandalosamente.
«Ni al COI ni a las ciudades sede les interesa rastrear costos, porque eso tiende a revelar excesos de presupuesto, que con más frecuencia se han convertido en una vergüenza para el COI y las ciudades sede», dijo el autor del estudio, Bent Flyvberg en un correo electrónico. Parafraseando a Flayberg “los costos se reducirían si el COI aportara un monto mayor en lugar de dedicarse a abrir las billeteras de los organizadores”.
La molestia de los habitantes japoneses recae en las cuantiosas pérdidas económicas que conllevó la organización en la capital del sol naciente. Debido a la pandemia se restringió el acceso de espectadores en los estadios, significando una importante fuente de recaudación monetaria, eso sin contar el merchandising, la apertura a lugares turísticos de la ciudad, y la venta de souvenirs, entre tantos. Para colmo de males, muchas de las marcas patrocinadoras locales, entre ellas la gigantesca Toyota, se sumaron al descontento de la población, retirando la mencionada marca toda su publicidad relacionada con el evento olímpico.
Los estadios y coliseos, megaconstrucciones que solo países del primer mundo se pueden dar el lujo de realizarlas, solamente beneficiaría — después de todos los números en rojo que conlleva la organización de una olimpiada — a las compañías constructoras y a los contratistas, tal como nos recuerda Odebrecht por esta parte del globo, y en particular a los miembros del COI, tema que se abordará líneas abajo.
Es por ello que la futura ciudad organizadora, Paris 2024, ha reducido drásticamente la construcción de nuevos escenarios implementados para los atletas. La explicación del cese de esas construcciones se reduce a que el uso de esas infraestructuras solamente tendrán relevancia durante los casi veinte días que dure el evento olímpico.
Similar postura la tiene subsiguiente sede, Los Ángeles 2028, quien ya viene siendo voceada para que sea sede permanente de futuras olimpiadas a realizarse.
Nuevamente la explicación parte de evitar gastos innecesarios; los inversores desde hace algunos años vienen viendo que la organización de un evento de nivel mundial suele ser ostentosamente caro, recibiendo a cambio solo algunos millones de beneficio comercial. Y ni qué decir de la transmisión por televisión, pues con la llegada de plataformas, precisamente como Netflix, han desplazado la atención de los televidentes hacia otras alternativas de entretenimiento, disminuyendo considerablemente las cifras de rating que obtenía años atrás un evento deportivo como las olimpiadas.
No es casualidad que esas dos futuras sedes hayan sido designadas por el COI, ya que para la organización de las olimpiadas 2024, solamente calificó Paris como la que albergaría a todos los atletas del mundo. Sedes como Roma, Budapest y Hamburgo retiraron sus candidaturas para los juegos de 2024 dados los altos presupuestos que se requieren para organizar este evento deportivo mundial.
¿Y Los Ángeles? Pues, aunque parezca increíble fue la única ciudad que se postuló como sede.
El Comité Olímpico Internacional (COI)
Creado en 1894 por el barón Pierre de Coubertin, el COI tenía el propósito primigenio de ser el encargado de la organización de los Juegos Olímpicos (JJ.OO.), teniendo como precepto el juego limpio y la tolerancia entre los pueblos, sin embargo su misión con el pasar de los años se ha ido tornando más y más mercantilista.
Y es que el punto bisagra de esa competición para demostrar quien tiene la billetera más gruesa empezó en los juegos de Berlín 1936, con Adolf Hitler a la cabeza. Desde ese momento pareciera que la organización de ese evento deportivo no es más que una excusa para exponer al mundo entero la superioridad de una población sobre otra, ganando medallas tras medallas, e inflar el pecho por las megaestructuras construidas en el país anfitrión.
¿Y el deportista? Supuestamente el actor principal de los JJ.OO. es el deportista, pero su participación con el pasar de los años ha pasado a un plano secundario. Aquí los que verdaderamente están interesados en la realización del evento deportivo son, precisamente, los miembros del comité olímpico, y no necesariamente porque el espíritu deportivo desborde de sus cuerpos, sino por lo morbosamente lucrativo que implica concretar acuerdos con una ciudad anfitriona, las cuales se han visto envueltos en sonados casos de corrupción.
Pasando por derechos televisivos, publicidad, utilización de marcas, agasajos, acuerdos previos para la buena pro de una futura sede, esto no es más que una abreviada lista de lo que pueden llegar a ganar, sin contar que en pleno evento, los miembros del COI reciben los mejores tratos del país anfitrión, tal como si se tratase de personas ligadas a la realeza. Su estadía en dichos lugares no es nada barata para el organizador.
De acuerdo a su propio estatuto “El COI es una organización internacional no gubernamental sin fines lucrativos”, teniendo como sede nada menos que Lausana –Suiza, y ese dato no es menor pues como muchos ya tendrán noticia, ese país alpino es un paraíso fiscal.
Y no olvidemos que el que paga la fiesta en su totalidad es el país organizador, llegando, como muchas veces ha pasado y con mayor frecuencia, a endeudarse, tale son los emblemáticos casos de Montreal 1976 (deuda cancelada después de 30 años), Atenas 2004, Río 2016, y últimamente Tokio 2020.
A modo de conclusión, si se toman los JJ.OO. como una empresa, los números desmotivan muchas veces a los inversionistas, observándose una notable caída en los telespectadores, sumado al desprestigio de sus líderes quienes muchas veces han sido permisivos con escandalosos casos de dopaje, como lo ocurrido con los atletas rusos.
Con el pasar de los años, otros eventos como el Super Bowl de Estados Unidos, o los nacientes E-Sports resultan mucho más beneficiosos y prósperos; eso porque no se requiere de mucha infraestructura y sus sedes son permanentes. Basta con darse una vuelta por las villas olímpicas de las sedes anteriores de los JJ.OO. para repasar que la humanidad está repitiendo el mismo error. Punto aparte sería abordar las instalaciones construidas en los Juegos Panamericanos Lima 2019 sobre el uso que se le da en la actualidad, pero eso ya es tema de otra investigación.