Santiago Risso (Lima 1967) es sin duda uno de los grandes animadores de la poesía de los noventas; amigo y colaborador de otros grandes vates como José Watanabe, Manuel Pantigoso o Enrique Verástegui; y que poco a poco, en una larga carrera que sobrepasa las tres décadas, ha ido cimentando una poética propia, con textos breves o brevísimos, haikus y un intenso trabajo en promover las letras tanto en colegios del Callao y de Ventanilla como en otros lares; así como también en medios escritos, diarios, revistas, antologías y plaquetas.
En esta ocasión, nos trae su Culto al Cuerpo y otros poemas, editado en español y portugués por el poeta brasileño José Hilton Rosa donde aparte de sus nuevos textos, nos trae otros ya revisitados anteriormente como Bogo o Estalactita. “En culto al cuerpo, presenta su performance en la forma en que expresa su sensibilidad hacia su propio cuerpo. Ver y valorar las fórmulas libres de todo juicio. La perfección se ve de tal manera que se comprende la extensión al alma” (JHR). Y que abre con este texto: “Todos los días/ le rindo culto al cuerpo/ a mi cuerpo/ desparramado/ entre sábanas/ y/ hojas/ y/ arbustos/ de /mi /enjunglada /anatomía /deslizo mi silueta/ la cual parece/ querer detener/ la capacidad de/ mis frustraciones…”
Hay que agregar que hace poco, en 2024, salió también Mujer Impresa, Breve antología de poemas en español y griego por Stelios Karayamis, quien apunta: “La poesía del poeta peruano Santiago Risso, me ha encantado con su autenticidad, su erotismo y sensibilidad vital. El poeta es un maestro de la metáfora y de los recursos estilísticos que utiliza. Diría que su poesía es, en líneas generales, comprometida con los valores humanos.”
Este escriba recuerda que, en un encuentro de poesía en Chimbote-1994, estaba volando en fiebre con una neumonía y Risso me acompañó al médico para que me pongan una inyección. Esa solidaridad es el común denominador en este noble poeta que, creo, era el único que asistía a los recitales noventeros acompañado de su señora madre, Elena Bendezú Molinari (lean Madre solo una: “Y fue el primer llanto rojo./ Con los ojos cerrados aún/ Te vi querida mamá”); y que ahora está terminando de construir, en su propia casa, lo que será el espacio de Mammalia, comunicación y cultura. Un esperado lugar para la poiesis y los bardos.
(Columna publicada en Diario UNO)