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Sally Salomón, una periodista varada en el Perú

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Hace cinco años, Sally Salomón, salió de México para dar una vuelta al mundo llevando un mensaje de paz y solidaridad. Solo llevaba una bicicleta y una mochila repleta de sueños. Como misionera y periodista (incluso alguna vez fichó por Televisa, Globo y Bolivisión) visitó un sinnúmero de países hasta que llegó a la Bolivia de Evo Morales y la protesta de los aymaras. Y ya de bajada ingresó al Perú. Corría febrero de este año y el Covid-19 todavía no hacía mella en nuestra patria. Tampoco nada hacía presagiar que se quedaría muchos meses varada en este país de las maravillas o de todas las sangres esperando un vuelo humanitario que hasta el término de esta nota nunca llegó.

Evo Morales y Sally Salomón.

Así, Sally Salomón (SS) llegó al Cusco; le habían dicho que la iglesia San Sebastián se había incendiado y que se necesitaba voluntarios para repararla. Muchos misioneros de otros países llegaron prestos para ayudar a la reconstrucción del templo; pero cuando ya todo estaba viento en popa, el presidente Vizcarra anunciaba el cierre de fronteras y el inicio de la cuarentena. En las siguientes semanas, los vuelos humanitarios fueron repatriando a muchos ciudadanos extranjeros y también muchos peruanos retornaban a casa.

Sally no tuvo suerte. No contaba con los contactos de su embajada, y, para remate, sufrió el robo de sus pertenencias. Así que sin documentos y sin plata pidió ayuda. El hotel donde se hospedaba le dio crédito por dos meses. Pero ocurrió algo imprevisto. En el Cusco, la gente le empezaba a agredir. Le decían que por culpa de los extranjeros y de la gente que viajaba el país estaba cerrado. Y que el Covid-19 era culpa directa de los turistas. Incluso le arrojaban piedras. Y Sally, una espigada mujer de cabellera rubia, sintió directamente el horror de la xenofobia.   

Recluida en un hotel sin poder salir ni siquiera a la puerta, solo recibía la ayuda de otros turistas nacionales y amigos que le compraban alimentos, artículos de higiene y cosas necesarias y se las dejaban en su puerta. En Lima no se llegó a informar sobre el maltrato que sufrían los turistas.

A lomo de bicicleta llegó a Arequipa, a Pedregal donde tenía unos trabajos pendientes y ya conocía al alcalde a quien había entrevistado en uno de sus viajes. En ese trance, sufre otro asalto y la pérdida de sus computadoras, bicicleta y demás pertenencias. Y queda mal herida.

El Covid y Sally

En la calle y sin ningún centavo, Sally decide pedir apoyo en una radio católica. Y una familia se conduele y le ayudan dándole una casa abandonada para que, por lo menos, no pase frío. También una vecina le da una mano cocinándole los alimentos. Todo iba bien hasta que el esposo de la señora aparece un día a ver cómo estaba la casa y empieza a toser. Sally se da cuenta de que podría tratarse de un caso de Covid-19 y limpia toda la casa con lejía. Pero ya era tarde. A los días empieza a tener los síntomas: dolor de cabeza, sudoraciones y fiebre. Va donde el alcalde con quien estaba empezando a colaborar con algunos proyectos y este le dice que vaya al hospital del Seguro y que se aleje y que se ponga una mascarilla. Sally estaba con un casco de motocicleta y con el visor cubriéndole toda la cara.

Al día siguiente muy temprano, aparece en el Seguro, y, a eso del mediodía, viene una enfermera y se da cuenta de que es extranjera, la separa del grupo de enfermos y le dice que no la van a poder atender. Sally volaba en fiebre, pero la enfermera insiste en que vaya el centro de salud “Sandrita Pérez”. Y que, en el Seguro, no hay nada más que hacer por ella.

Cuando llega al “Sandrita Pérez” de Pedregal, una doctora cubana le dice que su saturación está en 78, casi al borde del ahogamiento, y le receta 50 gotas de ivermectina y que vaya a su casa porque si la internan se puede morir: “Anda a tu casa y enciérrate porque aquí todos los pacientes intubados se están muriendo”, le dice. Los siguientes días serían decisivos. La fiebre no bajaba, el dolor de cabeza era insoportable y la respiración le empieza a fallar. Incluso agarró un lapicero, lo desinfectó y estaba dispuesta a hacerse una traqueotomía ella misma. No iba a dejarse morir así nomás. Y lo único que le ayudó es que era deportista multifacética y había sido buzo en aguas abisales del mar pacífico y sabía perfectamente cómo dosificar su oxígeno y mantener la calma.

Rodolfo Ybarra y Sally Salomón.

Fueron días difíciles y sobreviviendo sola. Afortunadamente en uno de los libros que leía tenía cien dólares guardados y le sirvieron para comprarse un celular nuevo y comunicarse con el mundo y con su comunidad de amigos. Ahí se enteraron de su penosa situación, pero nadie la podía ayudar. Las carreteras seguían cerradas y la única manera de viajar era que el alcalde autorizara con una firma su salida de Arequipa. Solo un sacerdote amigo derramaba lágrimas al otro lado del teléfono.

Mientras tanto, SS pega en la ventana de su casa prestada: “Soy Covid-19”. Y cuando salía a la calle (porque no había nadie que le ayudara) llevaba un cartel donde avisaba que estaba enferma y que guardaran su distancia. Y por más de quince días perdió el habla, solo se comunicaba con un lápiz y papel.

Para esto, el gobierno mexicano había dispuesto la repatriación de 200 mexicanos desde el Cusco en un único vuelo y ella tenía que llegar como sea. Pero no tenía dinero y el alcalde de Pedregal no le quería dejar la firma de salida. Las carreteras seguían cerradas. También su familia desde México le decía que mejor se quedara en casa y que esperara.

Salir del Perú

A inicios de octubre, Sally Salomón se enteró que el niño Carlo Acuti sería beatificado en el Vaticano y ella, como misionera, tenía los pasajes comprados a Italia. De ahí podría hacer la conexión a su natal México que, por cierto, nunca cerró sus fronteras. Para salir de Arequipa tuvo que vender unos crucifijos que tenía y deshacerse de varios objetos personales. Una autoridad municipal le dio 8 (ocho) soles de ayuda. ¡Viva el Perú generoso!

Cuando llegó al terminal terrestre, se encontró con que el único ómnibus que había para Lima no cumplía ningún protocolo, solo un plástico separaba a un pasajero de otro donde no había ningún asiento vacío y le dieron un papel donde le preguntaban a cada pasajero: “¿tienes fiebre, tienes dolor de cabeza, tienes sudoración, etc?”. Y los pasajeros tenían que firmar diciendo NO. Eso era todo el protocolo. Nunca hubo alcohol ni le midieron la fiebre ni nada. Estamos en Perú diría alguien por ahí.

Ya en el aeropuerto Jorge Chávez, habiendo pasado el counter y hablando con las personas encargadas le dijeron que el vuelo humanitario para Italia era solo para italianos. Y aún así, contra todo pronóstico, la podían llevar hasta Roma, pero no podían asegurar que la acepten entrar. Y era muy posible que la regresaran a Perú. Y, claro está, sabiendo que los “vuelos humanitarios” cuestan el doble de los pasajes normales y que Italia había restringido el ingreso de extranjeros.

Sally volvió a las calles de esta tres veces coronada ciudad de los reyes, a seguir caminando por el centro, mirando los escaparates, las multitudes de limensis que, como trashumantes, se trasladan de un lugar a otro, comen en restaurantes, suben a micros llenos o acuden a fiestas Covid totalmente ilegales. Los supermercados y las tiendas por departamentos estaban repletas y los tragamonedas empezarían a funcionar, pero eso sí, se restringía el acceso a las playas y los gimnasios seguían abolidos. Ahora solo tenía que esperar que se abran las fronteras y así poder embarcarse en un vuelo de retorno a su país de origen.

Hace algunas semanas el expresidente Martín Vizcarra anunció que el Perú retomaría los vuelos internacionales a destinos que no sobrepasen las ocho horas y México está a 5 horas 18 minutos; sin embargo, el nuevo presidente Francisco Sagasti solamente tendrá que ratificar dicha medida. Y a pesar de todo lo que ha pasado en este país, Sally Salomón agradece a todas las personas que le dieron una mano. Quizás después vuelva a poner el hombro para ayudar a niños necesitados o reconstruir iglesias o casas de personas desfavorecidas o visite los penales llevando su mensaje de paz y de amor para un mundo que todavía no ha entendido que más que una palabra bonita, lo que aquí se necesita es acción, ensuciarse los zapatos o hundirlos en el lodo y poner el cuerpo, no importa que una peste nos mantenga alejados del mundo porque al fin y al cabo uno también es el mundo. Y uno no puede alejarse de su destino.

Actualización

Nuestra querida amiga y periodista mexicana Sally Salomón ha sido salvajemente agredida. El día de ayer muchos medios televisivos pasaron su caso. Lo cierto es que ella debió salir del país hace unas semanas, pero una vez más la volvieron a robar y ahora la han dejado malherida y con un ojo ciego. Me da mucha tristeza esta noticia.

Que estés bien, querida Sally y contesta el teléfono, por favor.

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