Una imagen que vale más que mil palabras. A casi un mes de la muerte de la joven economista Rosa Benavides dentro del restaurante ‘Panchita’ en el distrito de Miraflores, poco se sabía de los detalles que concatenaron que falleciera a causa de un disparo. Mucho misterio se tejía entre los testigos e incluso entre algunos medios de comunicación que buscaban (“para no afectar la sensibilidad de los televidentes”) colocar un velo en la escena del crimen.
Esta vez, el contenido de las cámaras de seguridad ha expuesto los precisos instantes en los que la mujer fallece tras un disparo del arma de Felipe O’Neill.
En dicho video, se observa que la difunta ciudadana se encontraba conversando con sus compañeros de trabajo en el mencionado establecimiento. De pronto, un fuerte ruido generó un sobresalto en los presentes, quienes se pusieron en estado de alerta y centraron su mirada hacia el lugar de origen.
Y es que tras este sonido, Rosa Benavides empezó a tener dificultades para mantenerse erguida en su asiento y, luego de revisar el lado derecho de su cuerpo, se desploma sobre la mesa.
Sin darse cuenta de lo ocurrido, una de sus acompañantes intenta acomodarle el cabello hasta que Felipe O’Neill se percata que su arma de fuego había herido de bala a su compañera de trabajo.
«Escuché un ruido como si hubiese reventado un globo. Volteo rápidamente y vi que Rosita se desplomó sobre la mesa. Al recostarla hacia atrás, vi que sus ojos estaban blancos», señaló uno de los testigos.
Inmediatamente, O’Neill se para de su asiento e intenta auxiliar a Rosa Benavides. Mientras, el resto de los presentes se queda observando y haciendo llamadas desde sus celulares. Del mismo modo, un grupo de personas que se encontraba en una de las mesas contiguas prefirieron abandonar el restaurante.
Luego de 7 minutos intentando socorrer a la mujer herida, el propietario del arma de fuego desiste de sus intentos de ayuda y sale de Panchita. Según se dio a conocer, fue para realizar una última llamada de despedida a uno de sus mejores amigos para contarle de la tragedia acontecida.
«Me llama para despedirse y que su canguro se había disparado. Y que se iba a disparar porque él no iba a ir a la cárcel por un accidente», indica el receptor de la llamada.
Dentro de su vehículo de lunas polarizadas parqueado afuera del local de comida, O’Neill toma la fatídica decisión de acabar con su vida.