Política

Sagasti, el «héroe» del Bicentenario

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Hace un par de días el encargado de Palacio de Gobierno, Francisco Sagasti, dio su brevísimo mensaje a la nación indicando el regreso a la cuarentena durante 15 días para evitar más contagios de Covid. La discusión en redes sociales (siempre estériles, siempre inútiles), se fue entonces por el lado de buscar a los culpables entre la población: los que salieron a la marcha de noviembre “contra los golpistas”, y los que se fueron de pachanga en navidad y año nuevo. Uno de esos dos grupos era el responsable de que ya no hubiera camas UCI disponibles, culpables de la falta de oxígeno, del aumento de muertos, de la cuarentena. Uno de esos dos grupos. Nunca el culpable fue el gobierno y sus decisiones erradas.

El gran periodista Ryszard Kapuscinski escribió alguna vez: “La prensa no informa a la opinión pública: la orienta”. Y el papel de los medios de comunicación durante esta pandemia ha sido gravitante de acuerdo a sus particulares intereses económicos. Estuvieron a favor de Vizcarra mientras recibían publicidad estatal o jugosas ayudas económicas mediante Reactiva, o en contra de Vizcarra cuando estas ayudas se acabaron y el escándalo de Richard Swing ya estaba incluso parodiado los domingos por la noche en El Show de JB. Luego vino el tránsito de Merino, que no gobernó porque duró apenas 6 días en el poder, y finalmente llegó Sagasti, como un bálsamo de intelectualidad, honradez y poesía –gracias a la voz del pueblo que es la voz de Dios– a poner paños fríos en un país harto de la falta de trabajo, de la corrupción más escandalosa de todos los tiempos y del circo electoral más disparatado de todos los tiempos.

Pero Sagasti resultó ser peor que todos los anteriores.

Estamos bajo el control de una persona que pertenece al partido Morado —del que fue fundador ideológico—, cuyo discurso de “hombre de ciencia”, de intelectual y gran lector, se desdice de sus actos, de su falta de interés en el pueblo, y de su falta de reacción ante lo que viene ocurriendo en el país. No hablemos aquí de los reclamos del sector agrario, de los reclamos del sector educativo, de los reclamos del sector salud. De eso ya se ha hablado bastante. Hablemos de la nueva cuarentena y del trasfondo de la misma.

Si creen que la idea de encerrar a todo el Perú nuevamente durante 15 días (y creemos que serán muchos días más) obedece a que manejan la idea de que si la gente no sale, no se contagia, no es tan cierto. El gobierno ha impuesto la cuarentena no para proteger a la población del virus, lo ha hecho para proteger al gobierno de los reclamos populares y de la falta de estructura sanitaria a nivel nacional. Produce informó el día de ayer que, por ejemplo, los restaurantes podrán vender por delivery los 7 días de la semana sin restricciones horarias; pero solo podrán hacerlo aquellos que cuenten con RUC vigente, tengan un mínimo de 2 años de antigüedad y facturen mensualmente ventas mayores a 13 UIT, es decir: S/57 mil 200 soles mensuales, o S/1,906 soles diarios. Quienes no cuenten con estos requisitos tienen que cerrar sus puertas e irse a sus casas por 15 días “para evitar la propagación del virus”.

Pero no solo este sector es el que está habilitado para seguir trabajando. En la relación de actividades económicas que permanecerán activas durante esta nueva cuarentena están casi todos los rubros: desde el mantenimiento de carros y motos hasta supermercados, construcción, comercio, pesca o manufacturas. Es decir: esta cuarentena es para los informales, que son el 70 % de la población peruana. Si tienes una bodeguita, te jodiste. Si vendes empanadas, café al paso, tienes un carrito de hamburguesas o la rica salchipapa con todas sus cremas, jódete. No calificas para seguir trabajando.

Cuando uno critica al gobierno, saltan siempre los que creen que uno lo hace porque “le tiene tirria”. Pero todos aquellos que critican suelen ser quienes tienen ahorros o realizan teletrabajo o poseen los recursos (mínimos o no) para poder encerrarse en su casa a ver Netflix durante 15 días. Son aquellos que exigen a gritos “empatía” los primeros en defender una cuarentena que, a todas luces, está dirigida a asfixiar a los informales (que son los que sostienen la economía del país). Y apelan al discurso de la irresponsabilidad ajena, a “la falta de empatía”, al “instinto asesino” del otro… Pero jamás cuestionan sus privilegios. Y jamás ven, desde su comodidad, la desesperación que significa para miles de peruanos el salir día a día a trabajar en las calles para poder alimentar a su familia porque son informales.

No ven el fracaso del gobierno en el tema de las vacunas mientras todos los países vecinos ya están siendo vacunados. No ven que los hospitales que Vizcarra “inauguró” eran alquilados y están siendo ahora desmontados por falta de pago. No ven que se gastan 30 mil soles en quequitos mientas la gente muere asfixiada por falta de plantas de oxígeno que cuestan la mitad de eso. No ven —porque la gran prensa no lo muestra— que en los cerros se organizan ollas comunes donde cuentan con dos pechugas de pollo para hacer sopa para 100 personas (noticia de ayer en el noticiero del mediodía). No quieren ver, por miedo o protección emocional, que el Perú es mucho más grande que sus propias zonas de confort.

Durante la primera cuarentena hemos asistido a uno de los capítulos más grandes de corrupción de nuestra historia. Muchos de los que defendieron a Vizcarra terminaron aceptando “haberse equivocado” en sus muros de Facebook, lavándose las manos bajo el manto de la dignidad. Durante esta segunda cuarentena estamos asistiendo a otro escenario donde el gobierno privilegia a las grandes empresas o los grandes negocios y no ve la desesperación de los independientes o los informales. No querer ver esto es de necios. No se puede ordenar una cuarentena imitando a Europa porque simplemente no somos Europa, porque encerrar a la gente sin un bono económico es sembrar la semilla de una explosión social producto del hambre y la desesperación: las deudas siguen generando intereses, los recibos de luz y agua se juntan, los alquileres tienen que ser pagados.

Justificar el accionar de un Sagasti desesperado porque no atina a nada —con una ministra de salud que hace rato debió ser expulsada del cargo para poner a alguien más competente; con un ministro de economía que no sabe decir cuándo soltarán el Bono económico de ayuda para la ciudadanía, toreando las preguntas de la prensa— pinta de cuerpo entero el egoísmo de todos aquellos que, en un acto incomprensible, creen que Sagasti es el héroe del Bicentenario, que sus mensajes son clarísimos y directos, que están en buenas manos, que los equivocados son los otros: nunca el gobierno. Creen que la poesía los salvará.

Olvidan que Nerón también era poeta.

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