Lima Gris viajó a Oxapampa para conversar con el profesor Rubén Potesta, escritor y traductor de la lengua Yanesha, quien viene trabajando constantemente para que sus costumbres no desaparezcan, escribiendo cuentos en su lengua materna.
Previo a mi llegada a Oxapampa había acordado una entrevista con el profesor y escritor de historias costumbristas en lengua Yanesha Rubén Potesta. De él, lamentablemente, se conoce aún muy poco debido a ese equívoco hábito de mirar siempre al centro, o en otras palabras de querer buscar siempre en el mismo lugar. Puede que el lector aún no entienda a lo que me refiero, caso contrario, sepa usted que no está en el camino incorrecto.
Había acordado reunirme con él en la plaza principal de esa hermosa, tranquila, y bien ordenada ciudad de la selva central. El tiempo para mí resultaba corto debido a mi itinerario así que quedamos encontrarnos a los ocho de la noche. A todo esto, solo había sostenido una conversación por celular para hacerle saber mi interés por entrevistarlo en persona, y es que me sigue pareciendo fascinante su historia.
Le llamo desde mi shellmemh (celular)para indicarle que ya andaba esperándolo, a lo cual él muy gentilmente me responde que va a mi encuentro. Unos segundos después finalmente pude estrechar la mano al escritor en lengua Yanesha, quien a propósito iba bien acompañado de sus dos menores hijos. Un breve intercambio de palabras en plena plaza, a modo de presentación, derivó a que vayamos finalmente a una cafetería cercana.
Ya dentro, el escritor me pide un momento para dirigirse a los servicios; en tanto, yo voy ordenando las bebidas para sus hijos, un café oxapampino para mí, y una infusión para el entrevistado. Al rato veo que sale con su cushma o shetamoets en lengua Yanesha, una suerte de túnica decorada con iconografías, así como de todos los distintivos meritorios de todo un maestro en su comunidad. La mesa estaba servida y la entrevista por fin iba a dar inicio.
“Mi nombre es Rubén Santiago Potesta Pérez, soy de la étnia Yanesha… por más que la escuela era bilingüe la enseñanza era ciento por ciento castellano”, comienza diciendo con voz serena y pausada, sin exaltaciones innecesarias ni dramatismos que no iban al caso. El profesor hablaba sobre el desdén mismo de las propias instituciones del Estado al querer ocultar su lengua nativa, a pesar que su colegio se encuentre en la mismísima tierra ancestral donde vivieron sus padres y abuelos.
Lo que él me daba a entender es ese terrible contraste que existe hasta la actualidad entre los valores de su comunidad y el resto, entiéndase nosotros que disfrutamos una película en una computadora o leemos un libro desde una Tablet. El mundo de afuera no recibía (ni recibe) con buenos ojos lo que por siglos ha permanecido relegado, olvidado, descuidado en cada gobierno, tomado como algo innecesario o que crudamente puede ser entendido como algo obsoleto.
“Cuando sales a la ciudad nadie te va a entender, de nada te va a servir”, continúa su relato mientras yo sencillamente me convierto en un oyente atrapado por su historia.
Saliendo de su comunidad por primera vez por motivos de iniciar sus estudios superiores, el escritor percibió que muchas de las costumbres de sus ancestros, sus historias, sus leyendas, solamente podían ser escuchadas de manera oral, y ello conlleva a que se pierda con el tiempo debido a que muchos jóvenes, incluso de su propia comunidad, no tengan la intención de practicar su lengua nativa.
El escritor, quien además ha servido en diversas ocasiones de traductor de su lengua, me comenta que su idioma resulta un poco complejo de aprender, incluso para los mismos lingüistas extranjeros que lo han ido a visitar a su comunidad, pues el empleo de una palabra en una oración varía en gran medida por el lugar y tiempo. “Por ejemplo, el celular, tecnología, internet, en nuestra lengua materna no existe, entonces, como traductor tenemos que usar el neologismo para poder crear una nueva palabra, o castellanizar el término para darle sentido… actualmente al celular le hemos llamado shellmemh”.
Por el año 2013 empieza a trabajar como Jefe de Asuntos Indígenas en la Municipalidad de Oxapampa. Fue para ese año donde escribe su primer texto titulado ‘Guía práctica del alfabeto Yanesha’. Un año después, en reunión con la UGEL Oxapampa, surge la idea de realizar textos de los cuentos ancestrales de la comunidad Yanesha para el nivel inicial. En total se imprimieron cinco cuentos tradicionales, con 500 ejemplares de cada uno.
En los años posteriores realizó diversas colaboraciones, junto a otros traductores, que le valieron el reconocimiento del Ministerio de Cultura (Mincul). En el 2020, en plena pandemia, participó de manera virtual del ‘Primer encuentro de escritores de la región Pasco’.
Ya en el año 2021 se dio su primera salida al extranjero dentro de la delegación de escritores que iban a representar al Perú en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Su inclusión, sin lugar a dudas, fue en gran medida a sus méritos, sin embargo, tuvieron que ocurrir una serie de eventos y casualidades poco antes vistas. La principal de ellas fue que el ministro de Cultura de aquel año fue el doctor Ciro Gálvez, quien propuso que la delegación que iba a ir a la FIL sea descentralizada, es decir, que se considere a autores de otras regiones y no exclusivamente de Lima, Cusco o Arequipa. Incómodos de ese anuncio, diversos escritores, acostumbrados a ser invitados año a año a cada FIL, desistieron en ir, abriendo la posibilidad de que se incluya a los demás escritores que pocas veces tenían tribuna, entre ellos el escritor en lengua Yanesha Rubén Potesta.
Fue ese viaje que le permitió al escritor ampliar su visión respecto a su cultura ancestral, revalorando aún más la riqueza de su pueblo, su lengua, sus tradiciones, ya que era poca o escasa la difusión que se le daba, y precisamente, tal como lo mencionó durante la extensa entrevista que me concedió el maestro de la cultura Yanesha, la gran oportunidad para que el mundo vea y conozca su cultura solo se dio en la FIL de Guadalajara; lamentablemente, en los años posteriores, el centralismo relacionado a la convocatoria de escritores volvió con los ministros venideros y ya no se le volvió a dar una cabida considerable a los escritores, cuentistas y poetas regionales.
En la actualidad, el escritor me explica que tiene varios proyectos, entre ellos su colaboración con el Instituto Intercultural y Biodiversidad Yanachaga Chemillén, el cual tiene como propósito la preservación y difusión de los conocimientos de su comunidad tal como su lengua, medicinas, bailes, canciones, etc., así como la intención en buscar que más centros educativos se lean cuentos bilingües, es decir, tanto en castellano como en Yanesha; y finalmente la protección de su biosfera, sus recursos naturales y también socioculturales.
La relevancia de actores como el profesor Rubén Potesta en cuanto a la difusión de la cultura Yanesha es invalorable, sobre todo cuando las mayores barreras muchas veces las pone el propio Estado, cerrando las puertas a muchos escritores, cuentistas y poetas regionales. El afán de aquel profesor de escuela por luchar, a su manera, en que sus costumbres ancestrales no caigan finalmente en el olvido es meritoria y absolutamente reconocible.
Ya pasadas las diez de la noche se dio por concluida la entrevista. Me despedí de él en el mismo lugar donde estreché por primera vez su mano. Él se retiró acompañado de sus pequeños, alejándose por donde vino, sosteniendo entre sus manos el futuro de su lengua, sus costumbres y tradiciones que le fueron transmitidos por generaciones.