Detrás de una pared se esconde algo o simplemente nada para un ojo que pasa desapercibido, alimentado diariamente de imágenes obvias. En el mundo Madoz, detrás de un fósforo quemado se encuentra la vida nuevamente, es el comienzo del recorrido de objetos impulsado por una visión poética, metafórica e intelectual, donde una diversa escala de grises forman imágenes.
Chema Madoz, es una especie de “Rey Midas” que sólo necesita de una cámara fotográfica para convertir objetos con un lenguaje visual exquisito y lleno de poesía. Nació en Madrid en 1958, con el nombre de José María Rodríguez Madoz. En 1985 realiza su primera muestra individual expuesta por la real sociedad fotográfica de Madrid, pero es en 1990 donde comienza a trabajar con objetos que se convierte en un tema recurrente mostrando su personalidad fotográfica.
Una escalera en el espejo, nos muestra una ventana como alternativa de escape al mundo onírico, estimulando nuestro inconsciente, mirarlo impulsa a dejarlo todo y jugar con el tiempo y espacio. Un par de zapatos, dos objetos que siempre se usan juntos y que difícilmente están unidos por el mismo pasador, pero en el mundo Madoz el acercamiento, esa unión de calor entre objetos rompe los tabúes y se burla de ellos, nos entretiene con la luz, seduciendo nuestra pupila hasta el punto de coquetear con ella. Un lápiz labial al cual se le fusiona una uña postiza crea un dedo sensual, como la de una meretriz.
Imagen tras imagen cambia el sentido de existencia de cada objeto, le inyecta una nueva vida, dandole oportunidad de mostrarse revelando el otro “yo” de la materia, crea una revolución de átomos que disfrutan del cambio.
Chema Madoz nos invita a observar y abrir nuestra mente con cada objeto que existe en el mundo, sacarnos esa venda rutinaria y aburrida de lo obvio. Un cuchillo se transforma en una regla, los fósforos quemados se convierten en espermatozoides que luchan por ingresar al óvulo, ganchitos que caen sobre el cabello crean un mar caudalazo con una fuerte lluvia por el paso de una tormenta, gotas de agua sobre una superficie crean placas de metal.
El blanco y negro enfatiza la energía en cada imagen. Madoz nos provoca con un mundo profundo que invita a despertar las almas cansadas del viaje de la vida, imágenes transformadas que nos hacen darnos cuenta del limite de nuestros sentidos. Me pregunto si yo pudiera convertirme en un objeto que me gustaría ser, tal vez un inodoro de baño, una llave, una huella en el camino o creo que mejor un destapador para las chelas; así podria desde la mesa o colgando de un llavero ser testigo de alegrías, tristezas, de conversaciones metafísicas, infidelidades, negocios, de benditas confesiones, de pecados capitales y sagrados secretos humedecidos por el licor.
Madoz tiene también publicado un Catálogo de más de 300 páginas con imágenes de su exposición en el ‘Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía’ de Madrid entre diciembre de 1999 y enero de 2000. Toda una joyita que se debería estar presente en nuestra biblioteca personal.
‘La técnica’, «es mejor olvidar la técnica» dice Madoz, el prefiere trabajar las imágenes desde adentro, con luz natural, con transparencia y sin caer en el uso de efectos que deforman la esencia de la fotografía.
La creación constante de imágenes con elementos que para nosotros resultan inservibles, Madoz los rescata con arte, como la imagen de la tijera con cabellos cortados creando letras chinas. Un mundo fotográfico sin estaciones donde sobra el arco iris primaveral.