Para Cuarón la lucha de clases no existe (o es chiquitita así). No hay privilegiados. ¿Cómo lo lograste, Cuarón? ¿No hay explotadores ni explotados? ¿La explotación del hombre por el hombre no existe? O de las familias más pudientes con sus ´nanas’, si prefieres. ¿No quieres ver que podemos ser injustos con quienes ‘amamos’? Para Cuarón el pasado no es tan terrible. Si tus planos son editoriales líricos. Si tu blanco y negro tiene el alma de photoshop. Vaya herramienta de simplificación.
Cuarón hace de
sus recuerdos Disneylandia (me recuerda a esos compañeros de colegio que
recuerdan esos años como si no hubieran tenido nada de brutales, enamorados de
su falsificación) y ¡qué buen negocio! para que vastos públicos infectados por
el sentido común neoliberal se la pasen bomba. ¡Lindo recordar, aunque la vida
sea dura! Para eso pagué mi entrada. El trato. No critiques lo ‘sagrado’. El
sagrado mito de tu infancia idealizada. Para que no sepas lo que has vivido.
Pero con
independencia de tu voluntad, es imposible que el relato de tus recuerdos, de
tu ‘conclusión’ sobre tu vida no implique una postura, una ideología. No es
raro que Cuarón sea aplaudido. Su mirada colonizadora, su mirada a la buena
salvaje, es patente. Me recuerda tanto al cine de Claudia Llosa. O sírvete de los pobres, que para eso sirven.
El homenaje como explotación ‘suave’. El capitalismo con rostro humano, de
nana, de mixteca, y en extremo capitalizable…
Cuarón me
recuerda el discurso de recepción del Nobel de Mario Vargas Llosa, que se
emociona ‘sinceramente’ de que ‘su mujer’ le haya sido esencialmente servicial,
funcional a sus propósitos, gracias por dejarte usar. Mi querido sujeto
subalterno. Yo soy tu colonizador, se me saltan las lágrimas de que te hayas negado
a ti por mí. La calidad elocuentemente abyecta de la emoción cerrada así en sí
misma de ambos casos permanece viva en mi memoria. ¿Todavía no la ven?
El personaje de
Cleo ‘sabe su lugar’. O sabe que ‘la vida es así’. No cuestiona nada. Ningún
dispositivo en la película cuestiona nada acerca de la clase social dominante que
le hace creeer que la vida es así, y no hay más. La ideología de esa clase es
el punto de vista de la película. Ser explotado es natural. ‘Agradece pues’. Nada
que cuestione sus privilegios. Oh, sí, melodrama, perfuma la cochinada como
tanto te gusta. El vulgar lavado de cerebro no carece en esta caso de
habilidad.
No se trata de
una historia que intente examinar qué pasó, cómo pasó, cuál es la la valoración
de la estructura social dentro de la que uno vivió, no; se trata de contar ‘una
buena historia’: entreténme. Pensar no, por favor. No cuestiones el mundo, que
es injusto, cruel e inhumano, por ejemplo, con personas como Cleo. ‘Sé surfer,
no buzo’. Dame sentimientos. Para que pueda sufrir a gusto el drama de la ‘pobrecita’.
Porque siempre hubo ricos y pobres… Dios telenovela te lo ordena.
Películas sobre
la infancia. La infancia de Jean Vigo en Cero en conducta. La infancia de
Truffaut en Los cuatrocientos golpes. La infancia de Jean Eustache en Mis
pequeñas enamoradas. La versión de la infancia en Rosselini en Alemania, año
cero. La versión de la infancia en Tarkovski, en La infancia de Iván o en El Espejo.
La infancia de Bill Douglas en su Trilogía. La visión de la infancia de Ken
Loach en Kes. La visión de la infancia en varias películas de Chaplin. La visión
de la infancia en Totó el héroe de Jacko Van Dormael. La visión de la infancia
de Víctor Erice en El espíritu de la colmena. La visión de la infancia en Los
olvidados de Buñuel… En fin, miren qué fácil: vean estas películas y lo que NO VERÁN
EN ELLAS es autocomplacencia acrítica, llámese simplismo, reduccionismo,
falsificación, superficialidad, autoengaño, cinismo, ‘idealismo’ como en Roma,
de Cuarón.
Como bien dice Godard, que deberíamos hacer este tipo de comparaciones, adjuntando pruebas: solo pongan cada una de estas películas junto a Roma de Cuarón.
Buena suerte.
Aviso de
servicio público. No te pierdas el próximo capítulo del cine del encubrimiento.