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Rodolfo Ybarra presentó el libro «Mundiales y Destinos» de Jorge Cuba Luque

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Ayer por la noche Rodolfo Ybarra presentó Mundiales y Destinos, del escritor Jorge Cuba Luque, junto al autor del libro conversaron sobre los diferentes personajes que giran entorno al fútbol, vidas trágicas y salvajes de hombres que alguna vez jugaron en un mundial.

La presentación se realizó en Casatomada Librería y Café, el nuevo punto cultural de Lima que viene desarrollando diversas actividades de forma permanente.

Sobre el libro Mundiales y Destinos, Rodolfo Ybarra mencionó:

«Es un libro que une la ensayística con la mejor pluma de un narrador de fuste. Aquí las historias del fútbol o los entretelones detrás de este deporte masivo, encuentran un canal especial para fluir y dejarnos retazos de personajes frustrados, de hombres que han tenido que decidir entre la guerra y el fútbol o las dos cosas a la vez, de seres que aún cuando la naturaleza los castigó con deformidades, como a Garrincha, o, con países partidos y de alguna manera desnacionalizados (como la Alemania del este y la Alemania del oeste), se hicieron paso a codazos o a patada limpia. La pelota solo fue el símbolo para somatizar las penas y golpear simbólicamente lo negativo de una vida. Y así, a las patadas, cada destino se hizo de una sonrisa o de una lágrima.

Jorge Cuba Luque no obstante provenir de las canteras del derecho, no es nuevo en el equilibrante arte de narrar, en 1995 publicó Colmena 624; Ladrón de Libros en 2002; el libro Yo me acuerdo en 2008 (al mejor estilo de George Pérec) y la novela de suma ironía Tres Cosas hay en la Vida en 2010. Radica en Francia hace muchos años dedicado a la docencia y a la investigación y su obra siempre está proyectada hacia el Perú manteniendo una dosis de nostalgia por hechos pasados donde lo evocativo se transmuta casi siempre en visión poética.

En Mundiales y Destinos, sus personajes son reales, son personas de carne y hueso que luchan por sus sueños en un campo de fútbol, pero lo importante no es lo que sucede en noventa minutos de juego, sino lo que ocurre tras bambalinas, lo que ocurre cuando el último de los aficionados o fanáticos se ha ido con la bulla a otro lado. Y solo quedan los lamentos o los gritos de triunfo como psicofonías trepidantes que no nos harán olvidar de nuestro triunfo o nuestro fracaso.

El fútbol siempre ha tenido un lado amable que es la competitividad, la fiesta, el regocijo, pero eso es como el muro de la vergüenza (no el de Berlín sino el de Pamplona) que nos muestra un solo lado de la luna, atrás quedan los sacrificios, los futboleros sin zapatos de los barrios pobres que sueñan no con ir a un mundial sino con dormir en una cama caliente y con la barriga llena. Ahí están los cholos Sotil que lustraban zapato o se drogaban en el edificio el Cóndor de La Victoria. Ahí están los Flavios Costa, quien sufrió “cincuenta años de soledad” por no atajar una pelota, marginado y hundido en el fango de la historia y muerto casi en la ignominia de una pensión de lástima. O el lavaplatos que derrotó a Inglaterra, Joe Gaetjens, y, que, muchos años después, moriría torturado salvajemente por la dictadura de Papa Doc Francois Duvalier. O “el nazi que no fue nazi”, Josef Sepp Herberger, el entrenador inscrito en el partido hitleriano que aprovechó las circunstancias y el estatus para hacer lo que le gustaba hacer con la redonda o la pelota de trapo de los sueños que se evaporan si no los agarras en el aire.

Y por eso muchos tiranos también miraron el fútbol con otros ojos y Hitler era fanático del Schalke 04, Mussolini del Bologna, Franco del Real Madrid, Pinochet del Colo Colo, y míster Idi Amín se comía a los jugadores que no lo dejaban ganar o hacer sus goles con coreografías. Ahí están las tiranías que se cubrieron con los mundiales de fútbol, como la Argentina de Videla, que prácticamente obligó a la albiceleste a hacerse de la copa y quiso manipular a Menotti, un entrenador digno que no se prestó para tapar el sol con un balón de la FIFA.  Y donde el Perú tuvo una participación desastrosa o los compraron como recientemente denunció “El Patrón” José Velásquez y que siempre fue una verdad de perogrullo off the record.

Pero seguro la Alemania Nazi se lleva todos los premios y no copas con estas historias del balompié mundial. Al igual que nuestro país y los goles de Cubillas, los cañonazos del “Granítico” Chumpitaz o las escapadas de nuestros jugadores generación x o millenials con las bataclanas y las noches de Sodoma y Gomorra que cuentan las exvedettes como Yesabella, quien, casi con nombres propios o apenas deformados por algún tipo de anagrama o parónimos, relata cómo a ciertos jugadores les gustaba inhalar cocaína que previamente le arrojaban en la entrepierna.

Quizás el fútbol, como a este servidor, no nos guste mucho o no nos satisfaga ese trance de 22 monos corriendo detrás de una vejiga de chancho (y conste que he hecho mi mea culpa y mi expiación de pecados futbolísticos en plena presentación y con el autor de testigo), pero las historias que iluminan este libro merecen leerse y repasarse varias veces, quizá ahí esté parte de la esencia del ser humano y su papel en la historia que, como el universo, tal vez sea solo el trayecto de una pelota hacia la nada o hacia un posible arco.

Jorge Cuba-Luque como aquel primer mundial de fútbol en Uruguay-1930, donde los réferis dirigieron los partidos enternados  y con corbata, así también él nos ha engalanado con su pluma, sus mensajes de ironías, humor negro y de casos de la vita bella que no son siempre de la razón sino más bien del corazón. Y ahí, sí, toda palabra o hermenéutica se hace innecesaria».

Aquí en video parte de la presentación.

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