Cultura

Roberto Bolaño y la infamia del nazismo

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Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza.
Jorge Teilliier

La literatura está plagada de bufones y lacayos, de ególatras y deidades, de vivos y muertos, de escritores, lectores y, sobre todo, buitres. La literatura es un talk show de escritores histéricos que posan con su mejor y estúpida sonrisa cada vez que una cámara los filma, pero también es una terrorífica cueva donde solo los más inteligentes y valerosos deciden entrar. A la literatura, en general, no hay que hacerle mucho caso, claro está, salvo algunas brillantes excepciones.

Pienso en Dostoievski, hipocondriaco, ludópata, nervioso y epiléptico, escribiendo por la mañana y por la tarde Crimen y castigo y El jugador para no perder el derecho de sus propias obras. Porque así son algunos: cobardes e interesados. Y así los hay en cualquier época y en cualquier lugar. Pienso en Truman Capote convertido en una puta de salón mientras todos lo aplauden esperando que se descuide para ir a devorar su blanca y hermosa carne afeminada. Capote que nunca logró escapar del trauma infantil que le ocasionó los largos encierros en tenebrosos cuartos de hotel, mientras esperaba que sus padres regresen de aquellas fiestas a las que siempre asistían. Incluso él, con aquellos ojos suplicantes de amor y de drogas, es más valiente que todos nosotros.

Pienso en Antonin Artaud, quien pasó nueve años de su vida metido en distintos manicomios (como su amado Van Gogh), muriendo un 4 de marzo de 1948, más solo que una rata, en una clínica psiquiátrica. Lo encontraron al borde de su cama, con un zapato en el pie y el otro en la mano ¿A dónde diablos se dirigía por última vez? Pienso en Gamaliel Churata, perseguido durante el mandato de Sánchez Cerro, escribiendo en Bolivia la torrencial, portentosa, inclasificable y heterogénea obra El pez de oro.   Pienso en Jhon Kennedy Toole, suicidándose en 1969 porque ninguna editorial aceptó (el libro “no trataba realmente de nada”) publicar su novela La conjura de los necios. Si hubiera resucitado se habría suicidado de nuevo al enterarse que su libro ganó el premio Pulitzer en 1981.

También pienso en Roberto Bolaño ¿cómo no?, sentado frente a su máquina de escribir, con el cuerpo desecho y casi putrefacto, escribiendo la monumental 2666 mientras espera, ya sin esperanzas, un hígado para seguir escribiendo, leyendo y follando. Y Bolaño, como todo hombre valiente, se atrevió a escribir sobre lo que los demás prefirieron ignorar por miedo y por pánico.  Un ejemplo es La literatura nazi en América.  

Esta novelano pudo tener un inicio más Bolañesco: despreciada en sus inicios por Alfaguara, Destino y Plaza & Janés, para luego, finalmente, ser aceptada y publicada por Seix Barral en 1996. Para ese entonces, Bolaño ya había dejado su etapa de poeta infrarrealista en México, para dedicarse enteramente a la narrativa. Con 4 libros publicados: Los perros románticos (poesía), Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (escrita a doble mano junto a A. G. Porta), La senda de los elefantes (reeditada en 1999 como Monsieur Pain) y La pista de hielo, el escritor chileno decide explorar nuevos caminos narrativos que servirán como soporte para las demás obras. 

La crítica Daniuska Gonzáles, autora del libro La escritura Bárbara. La Narrativa de Roberto Bolaño, sostiene que la narrativa de Bolaño gira alrededor de tres ejes: la marginalidad de los sujetos, la poesía como lugar de convergencia y el vínculo en torno a la historia chilena.  Mucho se ha comentado respecto a que los personajes exiliados de las novelas de Bolaño ven el regreso a su país como algo totalmente lejano, incomprensible y pernicioso (“La desesperanza” de José Donoso podría ser un gran antecedente, pese a que a Bolaño le producía náuseas que aquel haya elegido morir leyendo “Altazor” de Huidobro). Quizás por ello toma como gran referencia para su novela el desarraigo y la violencia.

En La literatura nazi en América, Bolaño empieza tejer una red de intertextualidades con gran parte de su producción bibliográfica que se publicará más adelante. No hay que olvidar que esta obra sigue una tradición canónica: la descripción biográfica de una variedad de personajes singulares. Los dos autores que Bolaño toma como paradigmas son: Rodolfo Wilcock (La sinagoga de los iconoclastas) y Jorge Luis Borges (Historia universal de la infamia).

Hay algo contradictorio en Bolaño respecto al concepto de canon. La mayoría de sus personajes que se dedican a la escritura menosprecian a los que forman parte de la llamada “institución literaria”, en cambio él, como lector y crítico, tuvo siempre una constante preocupación por clasificar a qué autores situar dentro del canon de la literatura latinoamericana.  En La literatura nazi en América va a utilizar como herramienta narrativa esta gran paradoja entre lo canónico y lo anticanónico, pues entre la gran variedad de escritores ficticios que abundan en el libro, encontramos a algunos reconocidos en sus países y en el extranjero, pero también a otros despreciados y olvidados por la gran crítica literaria.

Quizás La literatura nazi en América no alcanza la altura de Los detectives salvajes, 2666 o Estrella distante, pero eso importa poco o nada a los lectores de Bolaño. Aquella obra apunta a algo más importante y simbólico que simplemente narrar historias atractivas: la instauración de un estilo que se reforzará más adelante en otras novelas. En algunos pasajes el libro se vuelve tenso y monótono, y no es para menos, ya que se presenta como una guía hacia al fracaso (elemento temático que a Bolaño apasionaba). El nazismo fue una atrocidad, pero logró sobrevivir después de la Segunda Guerra Mundial. Esta premisa, la sobrevivencia del mal, constituye uno de los grandes aciertos de la obra, ya que Bolaño crea mundos seductores desde la vida de diversos personajes que nunca consolidaron sus obras ni sus vidas tal como ellos querían, optando por el esplendor del horror. Entonces se puede afirmar que hay una clara evidencia de paralelismo entre cultura y horror, tal como sostenía George Steiner. Asimismo también se podría citar a Sartre, cuando manifiesta que la intensidad del mal se convierte en operación soberana de la escritura.

Entre las características más sobresalientes de la obra de Bolaño obra tenemos las siguientes:

Inicia un hilo temático que Bolaño seguirá utilizando hasta la escritura de 2666: la unión indisoluble entre la vida y obra del escritor. Es decir, todos los personajes que se dedican a la escritura tienen vidas literarias apasionadas y llenas de victorias y de derrotas, ello servirá como alimento para la creación de historias que están inmersas en la tragedia. Se podría afirmar que los escritores nazis que desfilan en esta novela constituyen un preámbulo para la creación de la gran figura de Benno von Archimboldi.

Elabora un gran sistema de intertextualidades. Esto se desarrolla desde dos formas: la primera es que se cita y, en muchos casos, busca una absurda comparación con una variedad de escritores y obras famosas; la segunda es que aparecen personajes que luego formarán parte de otras obras, como es el caso del infame y sensual Carlos Ramirez Hoffman, quien reaparecerá como Carlos Wieder en Estrella distante. Este último recurso, como lo manifiesta el gran Juan José Saer, proviene de una tradición occidental antiquísima. No olvidemos que la aparición de los mismos personajes en distintas historias, lo encontramos en “La Ilíada” y “La Odisea” de Homero. Según el argentino, quien le da mayor profundidad y rigurosidad a esta técnica literaria es Honoré de Balzac.

Establece la desestructuración del relato lineal en la novelística latinoamericana. Dejando de lado el discurso monologizante, para centrarse en un discurso polifónico. Recurso que alcanzará una maduración en Los detectives salvajes.

Roberto Bolaño es un gran escritor que está pasando ¿desgraciadamente? por una etapa de marketing editorial tremenda. El tiempo y los lectores insobornables ante la moda decidirán el valor de su obra. Es preciso puntualizar que, como ya se ha mencionado anteriormente, su narrativa adquiere grandes dimensiones cuando los lectores logran elaborar un sistema estructural entre los elementos que están esparcidos por toda su obra y que se complementan.  Parece que aún tenemos al escritor chileno para rato, dejémonos de prejuicios y de falsas idolatrías al leerlo, es lo mejor que podemos hacer.

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