Escribe: Tania Pariona Icochea
“Si desde la Guerra con Chile el nivel moral del país continúa descendiendo, nadie contribuyó más al descenso que el literato con sus adulaciones y mentiras, que el periodista con su improbidad y mala fe. Ambos, que debieron convertirse en acusadores y justicieros de los grandes criminales políticos, se hicieron encubridores y cómplices” (Manuel González Prada, 1888. En: Pájinas Libres)
Mis recuerdos sobre el aprendizaje de la escritura están tomados por la literatura y por la política. En 1990 yo tenía 6 años y cursaba el primer año de la primaria en un colegio estatal. Aprendía a escribir, no con poca dificultad, y sin embargo con gran entusiasmo. Recuerdo una oración interrogativa que el profesor nos hizo copiar en los cuadernos: “¿Quién ganará las elecciones presidenciales, Vargas Llosa o Fujimori?”. Estaba muy lejos de entender la importancia de tal interrogante, pero eran dos nombres muy mentados en todos los noticieros y se sentía una gran tensión en el ambiente. Yo vivía en Huamanga, Ayacucho y los apagones y los asesinatos de personas ocurrían frecuentemente.
Ya sabemos que Fujimori ganó las elecciones de 1990. Pero no recordaba y quizás muchos tampoco, las propuestas y mentiras con las que gana. En los archivos de vídeo en Internet, pude ver además las propuestas de Vargas Llosa. El renombrado escritor se mantenía, hasta hace poco, casi coherente en lo que él llama su postura liberal. Una coherencia que se basa (basaba) en la defensa de la libertad y la democracia, evidenciada en su obra que ha sido reconocida como una “cartografía de los sistemas de poder” en el mundo. Empero, su reciente adhesión y llamado a votar por Keiko Fujimori en la segunda vuelta electoral me han generado sorpresa y desazón.
Muchas personas de mi entorno académico y laboral (egresados, graduados y docentes de la literatura) dicen no sorprenderse con estas últimas declaraciones del premio nobel. No obstante, yo me encuentro desconcertada. No esperaba una argumentación con tan mal sustento de uno de los mejores escritores mundiales. Escribir novelas no es solo es el arte de crear ficciones, se trata de crear argumentos. Se necesita la misma capacidad de lógica y de cohesión interna en un discurso literario que en uno político. De esto depende la verosimilitud de lo que se dice.
Podemos no estar de acuerdo con el Vargas Llosa de 1990, quien en el debate presidencial de ese año decía que solo la privatización de las empresas peruanas podía sacar al Perú de la pobreza, el subdesarrollo y el atraso. Podemos no estar de acuerdo con el Vargas Llosa de 2017 quien, en un discurso público en Cataluña, criticaba la acción independentista de algunos catalanes a quienes acusaba de querer destruir 500 años de progreso y de querer convertir a Barcelona en un país tercermundista. Era un hombre que gritaba vivas a la libertad, vivas a Cataluña y a la España (monárquica). Podemos no estar de acuerdo con esas ideas “liberales” y de apoyo irrestricto a la empresa privada, pero puede reconocerse en ambos casos una coherencia que parte de una toma de posición ideológica que procuraba ser honesta. Una honestidad que radica en una mirada evolucionista de los procesos socioculturales. En 1983 Vargas Llosa presenta un poco honroso informe sobre el asesinato de periodistas en Uchuraccay. Ahí describe a la población rural, campesina como atávica, aislada y olvidada desde tiempos prehispánicos. De este modo el escritor se posiciona como evolutivamente superior a los campesinos. Así pues, al Vargas Llosa del 2017 no puede acusársele de no tener en cuenta los reclamos legítimos de “minorías” independentistas catalanas, porque entendemos que lo suyo no es la defensa de las minorías étnicas.
Hace unas semanas Mario Vargas Llosa publica un artículo titulado “Asomándose al abismo” y en él hace un análisis superficial sobre las propuestas de los candidatos a la segunda vuelta electoral, Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Es la opinión del escritor que la señora Fujimori es el “mal menor” y la candidata que daría a los peruanos más posibilidades de “salvar nuestra democracia”. Posteriormente, en una entrevista telefónica, Vargas Llosa ratifica su apoyo a Keiko e indica que, apenas publicado este artículo suyo, la señora K lo llamó y se comprometió a respetar la “hoja de ruta” que el nobel esboza en su escrito.
Es coherente que el escritor defienda el sistema económico imperante. Es comprensible que los fantasmas del comunismo y la dictadura sean sus motivos para manifestarse en contra de la candidatura de Pedro Castillo. No obstante, es tremendamente incoherente que, para defender su posición comience reconociendo la filiación directa de Keiko Fujimori con la dictatura de su padre Alberto Fujimori (y los beneficios que la candidata obtuvo de la misma). Es absurdo que el nobel recuerde las acusaciones que la candidata tiene por parte del Poder Judicial en relación con el caso internacional de corrupción conocido como Lava Jato. Es inadmisible que mencione su propio antifujimorismo. Y, sin embargo, Vargas Llosa apoye esta candidatura. Me desconcierta realmente ver cómo el escritor imagina un posible gobierno de Castillo con todos problemas que el Perú vivió durante el fujimorismo y que todavía vive como causa de este: golpe de estado, retroceso, pobreza.
Es incoherente e inverosímil afirmar que se puede confiar en un compromiso de Keiko Fujimori. ¿Asaco podemos pensar que Keiko Fujimori cree realmente en los valores como el compromiso, la honradez y el trabajo? ¿Acaso Vargas Llosa le merece alguna estima a la señora K como para darle su palabra y mantenerla? No obstante, para el escritor los ingenuos son los que creen en las afirmaciones de Castillo. Vargas Llosa ve claramente a Vladimir Cerrón como el líder de Perú Libre, pero no ve, o peor, no le importa que Alberto Fujimori lidere a Fuerza Popular. A pesar de que Keiko se fotografía en tractores como lo hacía su padre y coloca a todo volumen “El ritmo del chino” – tema musical de la última campaña de A.F. – en cada lugar que visita.
En una entrevista con el periodista mexicano Jorge Ramos en 2014 (https://www.youtube.com/watch?v=L8m_C1fiz3g&t=322s&ab_channel=1entrevistas), Vargas Llosa afirma que Keiko es la hija de un asesino y un ladrón, preso y juzgado por tribunales internacionales, condenado a 25 años de cárcel. Y que es este, Alberto Fujimori, quien dirigía la campaña política de Keiko. Pero en 2021, el escritor se muestra más flexible en relación con el indulto al dictador. No ha querido hablar con Keiko sobre la propuesta de liberar a Fujimori, porque esta es una promesa de campaña de la candidata y no quiere hacerla entrar en contradicción. Se ha contentado con el compromiso de no indultar a Montesinos, quien ahora es el autor (único) de los peores crímenes ocurridos durante el fujimorismo. Crímenes atroces: asesinatos, desaparición de personas, torturas, esterilizaciones forzadas. Además de las políticas neoliberales que contribuyeron a la precarización del empleo, del transporte público y que dieron acceso casi irrestricto a empresas que explotan recursos naturales y que contaminan suelos, ríos y vidas humanas. Vargas Llosa ha dicho en entrevista telefónica a RPP que las dictaduras, como la de Venezuela, Cuba y Nicaragua agravan los problemas de un país y que estas se mueven en el ámbito de la corrupción. Sí, todas las dictaduras, señor escritor, también la de Fujimori.
Me pregunto cómo es posible poner valores como la libertad y la democracia del lado de Keiko Fujimori. Un hombre cosmopolita como Vargas Llosa debe estar enterado, mejor que muchos de nosotros, de lo que ha sido este gobierno fallido de 3 presidentes (PPK, Vizcarra y Sagasti) y debe conocer que este desgobierno tiene sus orígenes en la oposición fujimorista que hacía y hace lo que quiere en el Congreso de la República. Debe estar informado de que PPK prometió a la periodista Rosa María Palacios que no indultaría a Alberto Fujimori, para luego, incumplir su “compromiso” la navidad del 2017. Tiene que estar enterado de las marchas llamadas “provida” que los fujimoristas organizaban para evitar que nuestro país tenga una educación con equidad de género. Debe saber que el congreso vacó a Vizcarra y colocó al nefasto Merino con anuencia del fujimorismo. Tiene que conocer que los fujimoristas instalados en medios de comunicación hacen contracampaña a la vacuna china. Tiene que saber que los fujimoristas difunden fakenews y que lo hacen desde varias plataformas periodísticas porque en este país existe un monopolio de los medios de comunicación.
Quizás haya quien se pregunte por qué dedicarle tanto espacio a un escritor poco representativo de las mayorías nacionales. Lo hago porque este señor ganó en 2010 el máximo galardón literario, el premio Nobel. Lo ganó por sus cualidades de escritor sí, pero también lo ganó para el Perú, lo ganó para todos aquellos que apostamos por la actividad académica y literaria, una de las menos apreciadas – y menos remuneradas – en nuestro país. Recuerdo la felicidad inmensa que nos causó a varios jóvenes que estudiamos la carrera de literatura. Recuerdo que sentimos su premio como un espaldarazo y que dejamos nuestras diferencias ideológicas de lado, para celebrarnos a nosotros mismos con ese triunfo suyo.
Ha sido pues, un escritor representativo de la literatura, de las letras, del mundo académico y mal que bien de una parte del pensamiento humanístico. Sin embargo, ha sido también un hombre que nunca empató con el sentir popular, que siempre juzgó con criterios evolucionistas a nuestra sociedad peruana, un político poco representativo del afán de cambio. Se lo dijo en 1990 el nefasto Fujimori, “el señor Vargas representa el continuismo de Acción Popular”. Y se lo susurraría “Zavalita”: qué coherencias para las ficciones y qué incoherencias para la acción ideológica, Marito, ya nos rejodimos.
Han pasado 30 años y la escritura me sigue pareciendo compleja y fascinante. He podido estudiar y leer lo que quise porque mis padres comprendieron que su hija mujer también merecía las oportunidades de su hermano. He vivido el fin del conflicto armado interno, la dictadura del fujimorismo, “la vuelta a la democracia”, los gobiernos de derechas, el “crecimiento económico” y sus “chorreos”. Pude trabajar hace 8 años siendo bachiller en literatura y ganar al mes un poco más de lo gano actualmente. Hoy, que soy magíster, que tengo más conciencia política y más conocimientos académicos, resulta que tengo menos oportunidades laborales, más horas de trabajo y menos sueldo. Ocurre que ahora no tengo un trabajo estable y debo pagar mi SIS por mi propia cuenta. Pasa que no puedo tener atención médica porque los hospitales están colapsados. Porque el chorreo no fue suficiente para esa gran mayoría que el nobel nunca supo representar.