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Ríos de ceniza, de Félix Terrones

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Ríos de ceniza (Ed. Textual) novela publicada en julio último por Félix  Terrones, puede parecer en sus primeras páginas una entrega más de las que abordan el manido tópico del inmigrante latinoamericano en Francia, con sus usuales ingredientes: una historia de amor con una francesa (en este caso, con de dos), las peripecias de su vida como extranjero, lo que incluye sus relaciones de trabajo, su visión del país que lo acoge.

Pero en Ríos de ceniza este tópico adquiere originalidad gracias a la voz narrativa, la de un joven estudiante peruano que llega a Francia para trabajar en una universidad como lector; el narrador, que tiene ambiciones de escritor pues nos cuenta que está escribiendo una novela y cómo la va avanzando, se presenta al lector como un observador lúcido y algo cínico, aunque en las primeras líneas lo sabemos apesadumbrado: “Hoy me tocará morir  una vez más, sin excusas, sin perdones ni silencios, solo con palabras, palabras en tropel..” (p.11).

Se trata de una voz narrativa intimista, persuasiva, elaborada pues es la voz de un amante de la literatura, la voz de un joven que pergeña su primer libro y comparte con el lector su aprendizaje del amor, de escritor, de su condición de extranjero: Ríos de ceniza es pues una novela de aprendizaje, es una “educación sentimental” para decirlo con un guiño a Gustave Flaubert, autor  francés por el que Félix Terrones ha declarado sentir una gran admiración.

Sin embargo, todo lo que aprenderá el narrador de Ríos de ceniza, todo cuanto habrá asimilado en su educación amorosa le servirá para echarlo por la borda: ni el amor ni su deseo de devenir un escritor reconocido serán colmados, por lo que buscará otra cosa buscando lo mismo y buscará otro amor, intentará escribir otra novela: un eterno comenzar como en “El mito de Sísifo” de Camus, uno de los autores aludidos en el libro que abordamos.

Cécile, la mujer madura, amante del tango, Sophie  la joven estudiante, Gustavo, el argentino fanfarrón que necesita hablar de su pasado inventándolo para no sucumbir ante sus fracasos, Adama Sow el estudiante senegalés, son los puntos cardinales que le dan al narrador sus señas de brújula humana que lo orienta y que lo pierde y que lo vuelve a oirentar: la pasión, la inocencia del primer amor, los celos, la amistad. Las alegrías, la tristeza, la frustración del narrador cautivan al lector por un ritmo narrativo atinadamente sostenido, que fluye sincero, intenso, sin afectación a pesar de tratarse de una prosa que sospechamos pacientemente trabajada. Ríos de ceniza muestra que la manera como se narra una historia puede ser parte esencial de la historia que narra y que de esa forma la enriquece y la vuelve cautivante.

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